Escribo esta carta como sacerdote católico apostólico y romano, como abogado y como ciudadano.
Hace muy poco asistíamos al espectáculo demencial y asesino en que un país entero (por los medios y los políticos) “gritaba” con toda la furia: “¡Maten a ese niño! ¡Maten a ese niño!” Gritería capitaneada por el gobierno de Kirchner y su portavoz para el aborto, el innombrable Ginés González García. Nos referimos al caso de Buenos Aires.
No se alcanza a acallar este aquelarre en que, contra todo pronóstico de tanto partidario del aborto, Dios tuvo la última palabra, y con un imponderable salvó la vida de la criatura, cuando en Mendoza nos encontramos frente a lo mismo.
Es curioso como a los argentinos no nos queda ya ni siquiera Sentido Común, porque frente al hecho aberrante del abuso de una chica con debilidad mental, todo “el elenco” grita: “Que corra sangre y que se haga justicia”.
Pero un distraído acotó: “Ah, vais a castigar al violador: ¿pena de muerte quizá?”. El elenco grita nuevamente: “¡No! ¡Ignorante!. ¿O no sabéis que al violador se le deben respetar sus derechos humanos y su vida?”. Otra vez el distraído: “Pero, ¿y cómo solucionaremos esto?, ¿a quién vais a matar?”.
Y la turba al unísono: “¡Pero tan ignorante sois de nuestras leyes! ¡Al niño! ¡Al niño es al que se debe matar”. “Pero es el más inocente de todos, ¿qué tipo de Justicia es ésa?”, de nuevo el distraído. La turba ya no le respondió, se daban cuenta de que un tipo así no tenía arreglo: Nunca sería “civilizado”.
Basta de ironía y hablemos en serio. Nuestra Constitución Nacional con más los tratados internacionales de igual rango protegen la vida desde la concepción: La Ley Superior prevalece sobre la inferior; la ley posterior deroga la anterior. El artículo 86 de Código Penal no tiene vigencia.
Ahora hablemos como sacerdote. Somos un país de un 90 % de católicos. La Iglesia ejerce su poder sobre los bautizados en su seno, pues bien, desde el momento en que lean esta carta, sabrán que si hacen ese aborto caerán en excomunión automática (canon 1398 y 1329): Los padres de la chica, su abogado, el médico que lo realice, los anestesistas y demás auxiliares necesarios, y muy probablemente también el Juez autorizante, el Ministro de Salud, el director del hospital y otras autoridades más. Responden que no les importa. Muy bien, pero “Deus non irridetur”.
Hace muy poco asistíamos al espectáculo demencial y asesino en que un país entero (por los medios y los políticos) “gritaba” con toda la furia: “¡Maten a ese niño! ¡Maten a ese niño!” Gritería capitaneada por el gobierno de Kirchner y su portavoz para el aborto, el innombrable Ginés González García. Nos referimos al caso de Buenos Aires.
No se alcanza a acallar este aquelarre en que, contra todo pronóstico de tanto partidario del aborto, Dios tuvo la última palabra, y con un imponderable salvó la vida de la criatura, cuando en Mendoza nos encontramos frente a lo mismo.
Es curioso como a los argentinos no nos queda ya ni siquiera Sentido Común, porque frente al hecho aberrante del abuso de una chica con debilidad mental, todo “el elenco” grita: “Que corra sangre y que se haga justicia”.
Pero un distraído acotó: “Ah, vais a castigar al violador: ¿pena de muerte quizá?”. El elenco grita nuevamente: “¡No! ¡Ignorante!. ¿O no sabéis que al violador se le deben respetar sus derechos humanos y su vida?”. Otra vez el distraído: “Pero, ¿y cómo solucionaremos esto?, ¿a quién vais a matar?”.
Y la turba al unísono: “¡Pero tan ignorante sois de nuestras leyes! ¡Al niño! ¡Al niño es al que se debe matar”. “Pero es el más inocente de todos, ¿qué tipo de Justicia es ésa?”, de nuevo el distraído. La turba ya no le respondió, se daban cuenta de que un tipo así no tenía arreglo: Nunca sería “civilizado”.
Basta de ironía y hablemos en serio. Nuestra Constitución Nacional con más los tratados internacionales de igual rango protegen la vida desde la concepción: La Ley Superior prevalece sobre la inferior; la ley posterior deroga la anterior. El artículo 86 de Código Penal no tiene vigencia.
Ahora hablemos como sacerdote. Somos un país de un 90 % de católicos. La Iglesia ejerce su poder sobre los bautizados en su seno, pues bien, desde el momento en que lean esta carta, sabrán que si hacen ese aborto caerán en excomunión automática (canon 1398 y 1329): Los padres de la chica, su abogado, el médico que lo realice, los anestesistas y demás auxiliares necesarios, y muy probablemente también el Juez autorizante, el Ministro de Salud, el director del hospital y otras autoridades más. Responden que no les importa. Muy bien, pero “Deus non irridetur”.
Padre Fernando Altamira DNI 21.901.925
Balcarce 267 de Godoy Cruz, Mendoza
Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad
Teléfono: (0261) 435-0048
fernandoaltamira@fundacion25demarzo.com.ar
Balcarce 267 de Godoy Cruz, Mendoza
Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad
Teléfono: (0261) 435-0048
fernandoaltamira@fundacion25demarzo.com.ar