Benedicto XVI no da sorpresas

Enviado por Esteban Falcionelli en Lun, 14/05/2007 - 10:50pm
Con Benedicto XVI no pueden contar para nada. O, mejor dicho, sólo pueden contar con él para recibir disgusto tras disgusto (*).

 

Con lo que la inmensa mayoría de los dinosaurios se irán de este mundo a dar cuentas a Dios sin ver realizadas ninguna de sus ilusiones. Y los que queden estarán muy próximos al viaje sin retorno.
Todo lo que apetecían ha sido pulverizado. Ni abolición del celibato ni sacerdocio femenino. La fe y la moral de la Iglesia reafirmadas con auténtica contundencia. El aborto, el divorcio, las relaciones extramatrimoniales, la píldora anticonceptiva, los preservativos... sin el menor resquicio para poder introducirse en la Iglesia. La Teología de la Liberación rematada. Esperemos que definitivamente. El Papa sólo cree en la liberación del pecado que no tiene nada que ver con lo que se amparaba bajo aquel nombre. El amor y la dedicación a los pobres, en lo que la Iglesia fue siempre modelo, entendidos como ella los ejerció siempre. El alejamiento eclesial de toda política revolucionaria. La amonestación a los obispos a que ejerzan su papel. La liturgia de la Iglesia. La confesión individual. Los régimenes totalitarios. La estupidez de los cultos indigenistas...
Es que no dejó nada sin tocar. Y podríamos decir que sin tocarles en todo las narices. Los obispos marginales han tenido que quedar abochornados. Sólo faltó que les dijera que expresamente que no son Iglesia. Pero darlo a entender, ¡vaya si lo dio! Y los obispos bobos, algún cardenal incluido, quedaron con sus vergüencillas al aire.
Con este Papa lo llevan claro. Él va a sostener sólo la Iglesia. La Iglesia de Cristo. La Iglesia de siempre. Animó a todos a estar felices en ella. Y a los que se fueron, por ignorancia o pecado, que regresen a la misma. A la única Iglesia.
No me extenderé en la condena del capitalismo liberal, explotador y sin conciencia, único punto que pudo ser grato a los contestatarios, porque ese lo condenamos todos los católicos.
Ha sido verdaderamente un viaje papal. Cada vez que hablaba lo hacía como Maestro supremo de la Iglesia de Cristo. Es que no dio ni una puntada sin hilo. Todo era nuclear, todo claro.
Fue además un éxito de acogida. Multitudinario y festivo. Y el Papa, pese a sus años y a lo agotador de las jornadas, se manifestó en todo momento en plena forma. Incluso se le veía como con muchas más tablas. Más espontáneo, menos tímido, más feliz.
Creo que este viaje marca definitivamente el point of no return. En la Iglesia hay que estar como quiere la Iglesia. Y la Iglesia somos los fieles, los sacerdotes y los obispos en comunión con el Papa. No en comunión con Casaldáliga, Boff, Küng o Tamayo si estos no están unidos al Papa.
Creo que ha sido un viaje de extraordinaria importancia. Esperemos que, después del mismo, todo esté mucho más claro. En América y en el mundo.
Yo sólo puedo decir: Gracias, Santo Padre.