Consejos practicos para ir al Cielo cuidando el pellejo y la economia familiar

Enviado por Esteban Falcionelli en Jue, 04/06/2009 - 10:56am

USTED, señora, señor, que como yo, honra a Dios y a la Patria difundiendo las verdaderas tradiciones y doctrinas y cuya conducta y trayectoria heroica se ve a veces empañada por incordiosos sujetos que le requieren su aporte económico para la realización de efímeras empresas humanas, debe contar con las respuestas adecuadas para salir airoso/a de tan incómoda e insolente situación.

Quien esto escribe, que gracias a sus concienzudos estudios y reflexiones es un Celoso Guardián de la Fe Inmutable y Defensor Heroico de la Patria Argentina (también por la gracia de Dios, pero menos), ha tenido que padecer molestas interrupciones en su inconmovible derrotero de santidad y patriotismo individual, silencioso, humilde y desapercibido por culpa de estos fatídicos interruptores que quieren “hacer algo”.

Lo peor es que si a estos sujetos, afanados por obtener éxitos mundanales, usted les niega como en justicia correponde el inmerecido auxilio que requieren, no se conforman pacientemente a imitación de Job, sino que por el contrario suelen endilgarle motes injuriosos tales como “cagón” y “pijotero”.

Tales epítetos deben ser desdeñados aristocráticamente. Pero el camino de la pureza interior no es fácil, y hay ocasiones en que se pueden suscitar algunos escrúpulos de conciencia. ¡Deben rechazarse como una tentación del Maligno! La mejor arma para eso es la oración. Ni siquiera es necesario que usted rece, basta con que lo diga. Pero si la oración no es suficiente, van aquí una serie de consejos prácticos para repeler las agresiones de quienes le vienen a pedir su plata o su concurrencia para sostener una Escuela Católica, hacer un acto por los caídos en Malvinas, apuntalar una publicación cristiana, y cualquier otra trivialidad de tenor semejante.

Ante el ataque, usted debe decir lo siguiente:

1) “Los acompaño con mis oraciones”: es de las mejores. Usted sigue -excepto que sea un religioso de clausura, porque en ese caso la oferta es bien válida- rascándose las axilas y si su enemigo abre la boca en su contra, queda como un hereje y un impío.

2) “Estamos en tiempos apocalípticos”. También es muy buena. ¿Qué sentido tiene cualquier acción si total se acaba el mundo?.

3) “Yo iría, pero, tengo familia”. Este no es tan consistente como los anteriores, porque puede darse el caso de que el otro sea padre de catorce hijos, pero de todos modos debe decirse con tono firme y apesadumbrado. Entonces usted quedará como un padre o madre responsable y no como un miserable renacuajo.

4) “Justo a esa hora me comprometí a asistir a una conferencia del doctor Procopio sobre la infiltración anabaptista entre las tribus esquimales del Sahara”
. Usted ya asumió un compromiso militante previo, así que nadie le puede pedir más.

5) “Vivimos en un país ocupado por el enemigo. Es imprudente”
. Esto debe decirlo mirando nerviosamente hacia todos lados, mientras corre las cortinas y cierra las ventanas. Si es posible, con el mayor sigilo, entregue a su adversario un manojo de fotocopias arrugadas que digan “CONFIDENCIAL” y que contengan la lista de asistentes a la última reunión de Bilderberger o de la Trilateral. Si no las tiene, pueden ser dos o tres hojas de la guía telefónica; es lo mismo.

6) “¿Tienen autorizacion del Señor Obispo?”
. Como si la causa es buena, seguramente no la tienen, usted queda como un católico obediente y no va ni pone. No usar con los sectores demasiados extremistas, porque se corre el riesgo de que la partan un palo por la cabeza.

Y si todavía esto no le alcanza, sea creativo, piense en otras alternativas. Por ejemplo, recomiéndele al pesado que lo acosa que lea a Piepper (lo del ocio como pretexto de la haraganería, queda re paquete y es posta posta).

Escribe Carlos el Temerario