La mujer del Ático, su rebaño, y la felicidad subjetiva.
8.10 hs. El Aula del Ático, vivía entre los mismos sueños y pesadillas de una vigilia eterna y sin sentido.
8.15 hs. Veía una y otra vez a esos monstruos de más de dos “Planes No trabajar” de estatura académica, léase ayudantes de “Cátedra”, abalanzarse sobre mí con sus largas y pesadas discordancias, tan tristes como grotescas, que tan solo ellos, en su infinita comicidad, se atrevían a considerar argumentos.
8.17 hs. La “mujer del Ático”, se acercó en su jamelgo, del cual asomaban las cabezas cercenadas de mis ancestros, colgando a los costados de tan demoníaco corcel; como así también “su” programa de estudios.
8.18 hs. Un bosque tenebroso, entre árboles-pupitres, esperando la arremetida de los bárbaros, cuyas disertaciones no parecen humanas ni de este mundo.
8.25 hs. Me ataca un siniestro gigante vomitado desde las tinieblas. Resguardo mi cuerpo con el escudo en alto. El golpe es tan terrible, que siento como casi se me destroza el hombro, pero mi scutum de madera contrapeada forrado de fieltro y protegido por el reborde metálico consigue detener el corte, que aunque consigue atravesar el reborde de bronce y clavarse en la madera, me ha defendido del ataque.
8.27 hs. Ahora llega mi turno. Soy parte de una Legión recién reclutada, entrenada con un nuevo sistema táctico de combate, que es la última esperanza de una Civilización indefensa. Es mi primer batalla ante la barbarie de la “Mujer del Ático” y su rebaño.
Me lanzo hacia delante hundiendo mi fabulosa gladius hispaniensis, que en su perfecto balance, es una extensión natural de mi brazo, cegando adversarios con solo un movimiento recto de acuchillada.
8.37 hs. La filosofadora Titular de “Ética”, indignada ante la masacre de su rebaño catedrático, pregunta desafiante: “¿Qué es la Felicidad?”.
8.45 hs. Mencioné aquellas palabras de Platón sobre el final del mito del “Carro alado”, donde las “almas se apacientan en la llanura de la Verdad contemplando a la Idea del Bien”.
8.48 hs. A la “mujer del Ático” [devota del “castro-chavismo”] no le agrado la respuesta, y trato a través de su beatifica comprensión de la filosofía eterna, adherirme a su “subjetividad”. “La felicidad es subjetiva”, cuestión que no necesita explicación, aunque todos la reclamen.
8.55 hs. -En ese caso, Descartes, Kant, Hegel, Nietzsche y Marx, tendrían razón, contesté.
Pero si decimos que la Felicidad es Objetiva, que no se puede alcanzar (de manera completa, digámoslo así) en este mundo, entonces, tienen razón: Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás, Pascal, Kierkegaard y siguen las firmas.
9.00 hs. ¡Ud., no puede fundamentar eso!, aulló indignada.
9.01 hs. ¿Y cuantas cosas de este mundo se pueden fundamentar? ¿O acaso Descartes no sufre el Círculo cartesiano?, ¿o me va a hablar de la razón autofundamentada kantiana o que el enorme “Palacio de Cristal” que es el sistema hegeliano no se hizo trizas ante los silbidos del Seductor danés?.
Además, yo sí puedo fundamentar lo que digo. Hume dice que no podemos asegurar que vaya a nacer un cuervo blanco (¡Que horror!, hay pajarracos que no merecen vivir!), solo porque todos los que nacieron hasta ahora son negros. Resulta que nació un cuervo blanco.
Así, no podemos fundamentar que el Sol vaya a salir mañana, salvo por el hábito y en última instancia por un arriesgarse en la FE de que el Sol aparecerá en el horizonte y se ocultara en el ocaso. “Dios le dice al Sol: Hacedlo de nuevo” (Kreeft, “Cristianismo para paganos modernos”).
Así, puedo fundamentar que la Felicidad es objetiva por la FE, cuestión que ud., sin embargo, no admite, al sentenciar su “Felicidad subjetiva”.
“Comenzar por compadecer a los incrédulos: son desgraciados por su condición. No sería preciso injuriarlos más que en el caso en que esto sirviera; pero esto les daña”. (Pensamientos, Blaise 189-56).
“Compadecer a los ateos que buscan, porque ¿no son bastante desgraciados? Dirigir una invectiva contra los que se envanecen de serlo”. (190-173).
“Se debe tener compasión de unos y de otros; pero para los unos una compasión que nace de ternura y para los otros una compasión que nace del menosprecio”. (194 bis. 205).
Decía Santo Tomás en “Como se relacionan la razón humana y la fe”. Cap. VIII. Suma contra los gentiles. L.I., citando a Hilario en De la Trinidad, libro I, cap. 2:
“Empieza creyendo, progresa, persiste: aunque sepa que no llegare al término, sin embargo me gozaré con el progreso. Pues quien va tras lo infinito piadosamente, aun cuando no llegue a lograrlo del todo, no obstante avanzará en su progreso. Más no presumas de poder descubrir su secreto, o de llegar hasta el fondo del arcano del que existe sin principio; sino acepta que hay cosas incomprensibles”.
9. 55 hs. ¡¡¡Roma Invictum est!!!.