Encuentran supuesta tumba de Herodes, desocupada. Inmobiliaria ofrece…

Enviado por Esteban Falcionelli en Vie, 11/05/2007 - 4:42pm

 

Primero un poco de historia:
Parece que el pueblo judío de aquella época le tenía mucha bronca, a tal punto, que se dice que ellos mismos –durante la rebelión de Bar Koshba, (66 d.C.-70 d.C.) probablemente destruyeron su sarcófago- según una noticia publicada en Internet. Obviamente que se lo merecía el muy canalla.
Los pedazos de éste (su sarcófago) se acaban de encontrar en la fortaleza del Herodion, que es donde escribió el historiador Flavio Josefo en el siglo I, según su libro "La Guerra de los Judíos".
Herodes; muy cabroncete el, se hizo tristemente célebre y es conocido hoy en el mundo entero porque intentó asesinar al Niño Dios, pero lo “madrugó” un ángel (obviamente mejor informado), que le avisó a San José y a Nuestra Santísima Virgen María para que huyeran con el Niño Jesús a Egipto, y que volvieran cuando crepara Herodes: Y así fue.
El Evangelio lo dice mejor que yo, que en estos asuntos no soy tan conocedor en lo que se refiere a la forma de explicar los hechos. Sé que la matanza de niños fue siniestra y que Herodes le hacía competencia al mismo demonio. Igual sigo, porque siempre me entusiasmo con estos asuntos.
Resulta que el "tipejo" (Herodes), dio la orden de matar a todos los niños de la zona, esperando acabar con el rey de los judíos profetizado (el Niño Dios). Dicen que juntó tanta ira, que aprovechó la ocasión para ser el más degenerado de la era. Y así fue, de ello no hay dudas, (salvo para Ginés, su descendiente). Parece que tuvo 10 esposas y más de una docena de hijos (no existían, ni la Píldora del Día Después, ni los fármacos abortivos, ni Kirchner, ni Ginés...), de los cuales mató a bastantes por temor a conspiraciones, rebeliones y traiciones contra él. Una “persecuta” –dicen los que saben- lo tenía a mal traer. (Como le pasa a Kirchner en estos días).
Herodes (como Ginés) supo capear todo tipo de temporales (menos las lluvias). En la Guerra Civil entre Octavio (Cesar Augusto) y Marco Antonio y Cleopatra, apoyó a Marco Antonio, consiguiendo evitar que éste regalase Judea a la famosa reina egipcia que lo tenía reloco de amor. Cuando Octavio ganó la guerra y se convirtió en el primer emperador romano y señor indiscutido del Mediterráneo, Herodes se lo entregó con una cuerda al cuello (una monada de tipo che...). Octavio comprendió que no le causaría problemas (otra monada de tipo, estilo Kirchner) y decidió mantenerlo en el poder y ampliar sus territorios en Palestina, como a otros reyezuelos que hacían de tapón con el enemigo en Persia. (Se me ocurre que esta historia es similar a lo que pasa actualmente en la Argentina).
Emprendió enormes edificaciones, como la ampliación colosal del Templo de Jerusalén, que dio trabajo a carpinteros y constructores de todo el país durante décadas -incluyendo, probablemente, el taller de José y Jesús- (esa no me la creo ni a palos).
Odiado por los judíos a los que regía tiránicamente -por ser idumeo (que no es lo mismo que idóneo), de un pueblo árabe judeizado a punta de espada por los reyes Macabeos; también por ser colaborador con Roma- construyó una ciudad al lado del mar: Cesarea Marítima (que no es una cesárea quirúrgica), para abrir sus dominios al Mediterráneo. Era una ciudad helenística, que los judíos ni pisaban al considerarla impura, cosmopolita, con gente de mil razas, y el griego koiné como lengua franca (liberal a ultranza, cosa que los paisanos se hicieron los "olímpicus mutis"). Un puerto cosmopolita (como la Buenos Aires actual). Había recursos a patadas, gracias a su ministra de economía: “Feliciusa Michelius”, alias carcajada de mula.
Muchos historiadores consideran que la mayor maravilla de Herodes fue el puerto de Cesarea (nada que ver con cesáreas de parturientas), que aún hoy puede visitarse aunque la mayor parte está sumergido (dicen que una inundación –culpa de un mal cálculo de “Jorgius Telermanum”, su Intendente, le erró-, de ahí que se llamó a elecciones, junto a Lilitua Descarria). No era un lugar de abrigo natural, pero él usó una innovadora fórmula de cemento rápido (como la Autopista Arturo Illia) y encofrado submarino para levantar un puerto de la nada luchando contra el mar. Se dice que cobraba peaje, pero las denuncias no prosperaron porque parece que aprovechó la volada para liquidar a todos los jueces, salvo a los de su Suprema Corte, que eran “Herodenistas” (un partido político bien corrupto, como el Oficial de Kaka).
También fortificó Judea, para protegerse de sus vecinos, a veces enemigos, los árabes nabateos, con capital en la ciudad comercial de Petra, excavada monumentalmente en la roca. Otros enemigos eran los Partos (nada que ver con las mujeres que tienen partos), que ya en su juventud habían ocupado Jerusalén.
Entre las numerosas fortalezas que levantó, destacan la inexpugnable Massada y el Herodium. En este complejo (tipo Puerto Madero), además de una fortaleza y unos palacios, preparó su tumba. Pero hasta ahora, aunque Flavio Josefo había escrito que en Herodium fue enterrado, no se había encontrado la tumba pese a varias excavaciones, ya desde la Guerra de los Seis Días.
El hallazgo:
El profesor Ehud Netzer, del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén, presentó el hallazgo en rueda de prensa el pasado martes 8 de mayo, después de haber trabajado 35 años en el Herodium, a unos 15 kilómetros de Jerusalén. ¡Qué laborioso el paisano!.
Consiste por un lado en los restos de un sarcófago "único, casi sin precedentes, propio de un rey", de unos 2,5 metros de largo (off course, si su cadaver estaba que reventaba de mierda). Por el otro, la imponencia de unas estructuras construidas en el lugar como parte del complejo destinado a la sepultura. El mausoleo en el que se hallaba la tumba fue destruido hace siglos. Pero permaneció en pie el podio, cuyas características, según Netzer, son propias de la sepultura de Herodes (o propias para su descendiente: Ginés, par example).
"Las características de los vestigios del sarcófago, realizado en piedra ocre de Jerusalén adornada con rosetones, nos permitieron concluir que se trata del sarcófago de Herodes", confirmó Netzer. Está por verse, profesor Netzer, no es cuestión de confundir -y mentir- al estilo "Mister Brawn".
Las excavaciones del palacio de Herodión las comenzaron unos monjes Franciscanos a finales de los años 50 y a partir de 1972 tomó el relevo un equipo de arqueólogos israelíes al mando de Netzer. Cabe aclarar que si se hubiese tratado de Jesuitas (s.j.), en lugar de Franciscanos, las obras, y el descubrimiento mencionados, estarían a cargo de Giorgius Bergoglius, Arzobispus Pocus Comprometidus contra el aborto, y del internacionalmente famoso Alcidius Giorgius Petrus Casarettus: Cajerus y Arquitectus de la república de San Isidrus.
Una muerte atroz, aunque bien merecida:
Las maldades de Herodes no quedaron sin castigo en vida (clarinete). A sus trágica historia familiar de traiciones y asesinatos, se le sumó en los últimos días una enfermedad terrible (pero bien merecida). Cabe aclarar que no sabemos aciencia cierta cuál de las viudas armó despelote sucesorio, ya que eran como diez llorando -o festejando- su muerte.
"Se adueñó de todo su cuerpo con múltiples dolores. La fiebre no era alta pero tenía un picor insoportable por toda la piel (típico del molesto padecimiento de ladillas), dolores continuos en el intestino (cagaderas múltiples), una inflamación en los pies como la de un hidrópico (le gustaba la pizza con anchoas), el vientre hinchado (flatulencias múltiples o pedos atravesados) y una gangrena en su “pichula” que producía gusanos (un asquete, puáj…). Además sufría asma, dificultades para respirar (dicen que fumaba habanos -sí, habanos- como un descosido) y espasmos en todos los miembros de su cuerpo (o tiritones a falta de aspirinas "Shering"), dice Josefo en La Guerra de los Judíos, I, 656. Lo que en buen romance significa que se agarró una tremenda sífilis, y cuanta peste pasara por la zona, al mejor estilo: 7 Plagas de Egipto.
Como la enfermedad arreció después de haber ejecutado unos judíos piadosos, diversos profetas y hombres de Fe, aseguraron, como recoge Josefo, que era un castigo de Dios. No me cabe duda alguna (según final del párrafo anterior).
Por su parte, Herodes quería que a su muerte un gran lamento llenase el país (creo que fue un jolgorio total, en donde todos se emborracharon a más no poder, y bailotearon como un mes: una joda que le dicen). "Reunió a los personajes más destacados de cada una de las aldeas de toda Judea y ordenó encerrarlos en el llamado hipódromo (supongo que ese día decretó feriado en el turf). Llamó a su hermana Salomé y a su marido Alexas y les dijo: "Sé que los judíos van a celebrar con una fiesta mi muerte (y varios cristianos que andaban por la zona); sin embargo, podré ser llorado por otros motivos y podré tener un brillante funeral si vosotros atendéis mis recomendaciones. En cuanto yo muera enviad a los soldados contra estos hombres que están aquí guardados y matadlos, para que así toda Judea y todas las familias lloren a la fuerza por mí". (Fl. Josef., op. cit., I, 660). Acá se nota que la sífilis le pudrió el cerebro y era como un gemelo de Satán el muy taimado…
Hizo matar a su hijo Antípatro (good daddy), designó heredero a su hijo mayor Arquelao (también muy cruel, de él huiría José y su familia retirándose a Nazaret), y murió tras 34 años de reinado (37 si contamos desde que los romanos le reconocieron el título). Lo que se dice: Duro de morir el muy cabrón…
Por suerte, no se cumplieron sus órdenes de masacrar a los prisioneros del hipódromo. Menos mal, ya se había pasado de rosca…
"Se encargaron los funerales del rey (Herodes, obvio). Arquelao no escatimó ningún lujo (dícese que usó Fondos Reservados a discreción, y que entre amigos le decían íntimamente: Albertus Fernánduz). El féretro era de oro con piedras preciosas, la tela era de púrpura bordada, en ella estaba el cuerpo envuelto también en púrpura. En la cabeza tenía una diadema, sobre ella una corona de oro y en la mano derecha el cetro. Acá parece, más bien, que el tipo no escatimó en lujos, al estilo “Crisshtina”. Le faltó, porque no había, una cartera Luis Vuiton, dicen los testigos descendientes…
Alrededor del féretro estaban sus hijos y el grueso de sus familiares (una patota dominguera), detrás los lanceros, el batallón tracio, los germanos y los galos, todos ellos con su equipamiento de guerra. El cadáver fue acompañado (con sus gusanos sifilíticos: puáj de nuevo) a lo largo de setenta estadios hasta el Herodio, donde se lo enterró según sus disposiciones (como no existía el sistema actual: de sellar cajones con estaño y un poco de éter, el tufo debe haber sido tremendo, entonces, los deudos se tuvieron que bancar estoicamente la baranda de todo el tedioso velorio, y bien prolongado entierro…). Así fue el final de Herodes.
Décadas después, los rebeldes de la Guerra Judía entrarían y saquearían su tumba (cuándo no, si eso de los saqueos es típico). Del oro y la púrpura no queda nada (como pasa en el cementerrrio de La Chacarrrita). Y un reyezuelo judío de importancia regional es noticia en todo el mundo porque se recuerda que intentó matar un niño en Belén.
Inmobiliaria ofrece:
Mismo espacio, mismo lugar, preferiblemente como inversión “a perpetuidad”. Destinado a ministros de salud, de esos que mandan matar criaturas por aborto, estilo Ginés González Genocida.
Dirección de contacto en la Argentina: “Caja” Rosada, entrada por Rivadavia 250, Salón de los Bustos, escalera San Martín, Despacho presidencial, Plaza de Mayo. Se aceptan intermediarios, cuestión que se ocupe urgente.