Martín Fierro con sus amigos
Enseña Santo Tomás de Aquino –con Boecio– que las cuatro pasiones principales del hombre son el gozo, la tristeza, la esperanza y el temor, “porque en ellas se completan y terminan absolutamente todas las pasiones […].
“El número de estas cuatro pasiones suele considerarse según la diferencia entre el presente y el futuro, pues el movimiento mira al futuro, y la quietud está en algo presente. Así, pues, el gozo es del bien presente, y la tristeza del mal presente, mientras la esperanza es del bien futuro, y el temor, del mal futuro”....desde el punto de vista moral, el navarro de 1834 tenía una forma de relación con la societas christiana algo diferente a la que tenía un castellano o un andaluz.
Al tratarse para el primero de un bien presente, era objeto de la pasión del gozo: el navarro gozaba de los beneficios efectivos de esa realidad, gozaba de la sociedad cristiana, por achacosa que ésta fuera; mientras que para el castellano o el andaluz no liberal, la relación con la sociedad cristiana, era con un bien ausente.
Así, mientras en el primero predominaba el gozo, en los segundos predominaba la esperanza y las pasiones irascibles, como la audacia, que, aunque presentes en el navarro (por ver amenazada su posesión), están subordinadas al gozo del bien presente. Como es lógico, la distancia entre estos dos tipos de vivencia se irá acortando con posterioridad a 1839-41, pero como también se ha indicado, la feliz pervivencia de abundantes “restos de un naufragio” del antiguo régimen en medio de la Navarra liberal del siglo XIX permitirá aún por mucho tiempo seguir hablando de una cierta posesión presente (aun parcial) del bien que en el carlismo no navarro era objeto prioritario de la excitación de la esperanza y de la audacia. Esto explica muchas cosas, como por ejemplo, la aparente mayor sensibilización doctrinal en los carlistas no navarros, pues cuanto más arduo de conseguir resulta un bien futuro, más excita las pasiones irascibles.
Esto conducía en muchas ocasiones a una cierta incomprensión mutua entre navarros y no navarros, pues estos últimos podían (en cierto sentido legítimamente) atribuir una menor preocupación o implicación militante a los primeros. En cambio, desde el punto de vista del bien común práctico (causa final de la vida social), es evidente que el carlismo navarro estaba (originalmente) más próximo a una realización efectiva que los demás carlismos, más “concienciados”. Esta hipótesis arroja, creo yo, abundante luz sobre la situación actual de los carlistas.