De los comentarios surgidos a raíz de las “citas comentadas” que he acompañado, me surge la necesidad de hacer algunas aclaraciones y porqué no, analizar en cierto punto la casuística planteada, siempre bajo la premisa de que la casuística merece un juicio particular en el que uno no está en condiciones de fallar.
El diagnóstico del tiempo que vivimos, que no era mío eso está claro, pero que me fuera dado y favorablemente recibido, lleva a la conclusión de que estamos inmersos en un sistema y en un “mundo” (en la acepción evangélica del término) que hace difícil una vida cristiana, y que esto en algunos sectores ya es imposible. Simplemente lo hacemos para constatar si está llegando el tiempo de la profecía de abstenerse de contacto a fin de salvar el alma, es decir si toca ir a los montes. Dijimos, y nuestras vidas dan testimonio de ello, que no vemos el momento totalmente cumplido, pero en ciernes. Y esto además de constatarlo con las consideraciones sobre las profecías que lo anuncian, se comprueba con el estado de cosas que vivimos en cada sector de la “sociedad” o mejor dicho de la “disociación” presente.
El hombre en todos los sectores de la vida se encuentra englobado en sistemas que la modernidad con su opción economicista, pervierte hacia una dinámica de lucro que destruye todo equilibrio de justicia. La rentabilidad, lo vimos en Max Weber, es un concepto afincado en la mentalidad moderna y justifica todo tipo de acción que sea “rentable” y aún peor, glorifica toda acción que sea “más rentable” y que pasa por dar menos de lo que se recibe, y aún mejor, dar mucho menos que lo que se recibe. La ley de la oferta y la demanda desconoce la “amistad política” aristotélica, y si nuestro hermano muere de sed, es una gran oportunidad para vender cara el agua. Si la regalas, pues rompes el “progreso” de la renta, que es lo que al final va a dar solución al mundo y liberar al hombre. Los que no saben procurarse el agua deben ir desapareciendo sin dar lugar a criterios de misericordia que han retrasado la civilización desde la esquina católica y provocado todo lo que se describió en lo escrito.
Los más capaces no son ya los protectores de los menos capaces y no tienen la responsabilidad de su destino. Las nuevas teorías les han dicho que somos iguales y libres y se ha dejado al zorro libre en el gallinero libre. Cuando la “justicia distributiva yerra, la conmutativa se hace imposible” dice Aristóteles. El hombre lobo del hombre, etc. Nada funciona más bien. Cada uno debe acumular y el progreso se encarga del resto. “Lo que hace falta es empacar mucha moneda, vender el alma, rifar el corazón” dice el tango (para gusto del Carlista).
La medicina es una locura perversa, un mundo entero está siendo extorsionado con los remedios. Enormes países mueren de diarrea porque no hay un dólar para pagar un carbón y en otros se curan enfermedades complejísimas porque generan enormes divisas. La cirugía estética hace millonarios. Las universidades venden camelos de los que viven enorme cantidad de vivos y les hacen creer a los giles que son “profesionales”. Cristopher Lasch en su “La Rebelión de las Elites” denuncia esta nueva era de profesionales, gerentes y filántropos, que están fundiendo la economía mundial. En la agricultura secamos los suelos para el futuro para producir millonarios en el presente. Los carpinteros hacen muebles de mierda, la industria produce artículos de lujo – maquinizada y robotizada- y cobra el plus de símbolo de estatus que impone la publicidad y enormes masas salen del trabajo y del consumo para terminar en los suburbios y la delincuencia. La arquitectura demuele la ciudad produciendo islotes de separación. Los servicios públicos colapsan por aquella vieja ley económica de que si los mismos no son compartidos por todos los estamentos y hay servicios para pobres y servicios para ricos, los primeros colapsan rápidamente. Las finanzas copan todos los resortes de poder e imponen el interés como negocio infinito, no tienen problemas en hacerte dos guerras mundiales si quieres tocarles este negocio. Los militares ya no saben a qué intereses sirven sus guerras. Cuánto más podemos seguir?
En el caso de los abogados, hemos visto en los comentarios un ejemplo. Los abogados que sirven a intereses pérfidos que impusieron el sistema y las leyes a partir del soborno, son completamente correctos y vomitan sobre los incorrectos que medran sobre los errores que le encuentran al sistema. En todos los casos que un sistema impone sus leyes, los que quedan de fuera se hacen bandidos. Fueron bandidos los Federales. Fueron bandidos los Vandeanos. Fueron bandidos los Carlistas. Los fascistas fueron los “más grandes criminales de la historia”. El primero cumple las leyes procesales y no necesita inventar al testigo, es un “caballero inglés” que cobra la libra de carne que corresponde a los contratos que deben ser servidos. El segundo no para mientes en sus tropelías para ver si empareja el desbalance; y es más, sa va transformando en un bandido, se resiente y entiende que robarle al sistema financiero es hacer el bien.
En suma, puedo ser un farmacéutico honorable y santo. Pero el negocio es una mierda. Puedo ser un oculista de primera línea e ir a Misa todos los domingos, es más, hacer filantropía y tener una fundación, (o en su caso el cirujano de trasplantes), pero en el fondo estoy fundiendo el sistema de salud con costos siderales y los “negros” no tienen alcohol.
En nuestra provincia se hizo un tranvía. No sirve para nada. No va de ningún lado a ningún lado. Da pérdidas. Se hizo para sacar fondos para una campaña. Gracias a ello se fundieron viarios proveedores del estado, los hospitales no tenían remedios. Pero el ingeniero que hizo el proyecto era un buen tipo y lo hizo bien. El maquinista es un buen tipo y maneja bien. El mecánico es un buen tipo y arregla bien. ¡Pero no me digan que estos tipos aportan al bien común! . Es todo una mierda. Frente a esa mierda tenemos dos posibilidades. La del Opus: no mires el sistema, mira tu actuar. La del Católico y ser humano cabal: entiende el sistema al que sirves, el hombre es finalístico. Lo explica muy bien Abelardo Pithod en su Psicología Organizacional ( aunque después se le pierde). Lo natural al hombre es saber cual es el fin de su actuar, que es lo que produce al final, y en esto se satisface o no. No es la tarea llevada, es el fin conseguido. Lo otro se llama “enajenación”. Chaplín ajustando una tuerca mil veces por día. El hombre debe saber si su actuar contribuye o no al bien general y esa es la valentía del católico. ¿Cómo lo resuelve si al final todo es para mal? Problema de cada uno. Por lo menos debemos saberlo. Se llama “completividad” del proceso psíquico. Y si no, fabricamos locos.
Claro que puedo ser un buen fiscal o un buen defensor, pero… la justicia a quién sirve?. Claro que puedo ser un buen profesor universitario… pero la universidad, que frutos da?. Ahora bien, ¿cómo puedo ser un buen profesional en estos puntos, si los resultados son desfavorables y contrarios al mandato cristiano? Viendo si es posible todavía aislar mi actividad hasta un punto de no servir al desastre. En estos casos y si los analizamos veremos algo llamativo. Pongamos el caso de Calderón Bouchet que está muerto: le era claro que la universidad era un aparato de destrucción social. En su cátedra el decía lo que él quería porque no aceptó los programas impuestos, cuestión de talento y coraje. Pero Uds me dirán, cuanto bien hizo! Convirtió a una pléyade de hombres. NO. Unos poquitos. Menos de doce. Fue mayor la admiración que causó en muchos por ser “consistente” que lo que sus ideas se propalaron. Es más, me atrevo a decir que de dicho ambiente no quedó casi nadie. Él vivió y dio su testimonio. Los poquitos que aprovecharon fueron aquellos que fueron arrimados por el “amor” a su círculo más íntimo. Pero fue en este círculo de “amor” donde dio el ciento por ciento. Lo veo hoy en otros (y “otras” diría la Cristi) parecidos; logran imponerse en sus cátedras a fuerza de unos cojones y una capacidad enorme, pero saben que luchan contra la desidia, el desinterés, los prejuicios ideológicos, los intereses creados y todo lo demás. Logran algo con los que se despierta una pequeña llama de amor, y a estos los ingresan a su círculo íntimo.
Al final, sólo queda el círculo íntimo. Don Bosco decía que no había educación posible si no despertaba el maestro el amor en sus discípulos, y para ello pedía a Dios le diera la “dulzura” del trato, vehículo que predispone al amor. ¿Será por esto que no logro convencer a nadie? . ¡Les digo la verdad! ¡pelotudos! . (Parece que es un problema de método).
En fin, van llegando los días en que las universidades no van a dar más la libertad de decir lo que se quiera. Piensen si les toca la historia contemporánea y tiene que hablar del holocausto, o de los 30.000.- desaparecidos. Entonces hay que comenzar a hacerse los tontos, y hablar de bueyes perdidos. O en la magistratura, las leyes de divorcio y las de aborto parecen más claras en que no habría que aplicarlas ¿pero cómo hago?. Y sin embargo hay otras claras: nadie contraría la usura que es la moledora social más importante. Magistrados católicos meten en cana a los milicos con leyes inicuas. ¿Hasta qué punto debo sostenerme?
Ya señalé en este blog en mi artículo “La Solución del Entrismo”, las justificaciones que se ensayan y la paternidad de estas justificaciones en Carl Schmidt, con su tan meneado “katejon”, pero el hecho es que en un momento, por dignidad, por salud mental, y por la salvación del alma, hay que mandar todo a la mierda.
En fin, no quiero dar fórmulas, sólo quiero incomodarlos.
Se trata de estar incómodos en este mundo que es anticatólico y de ir viendo las señales que indican cuándo hay que salirse. Eso es todo, pero es mucho. Cuándo hay que salirse de las “relaciones”, de las “instituciones”, etc. Atacar esa forma de autojustificación que es el fariseísmo, el optimismo histórico y cierto progresismo, tanto de izquierda como de derecha, que parten de Hegel. Y por sobre todo alertar sobre ciertas sirenas que nos cantan ¡venid a servir el bien común!, que es vuestra tarea de caridad; cuando ya sabemos que el sistema al que ingresamos lo hace imposible y nos termina haciendo cómplices.
Se trata de sufrir la condición y los tiempos y para ello hacerse una clara idea de lo que son.
Las conclusiones de este pequeño trabajo que me he tomado, por amor, sin duda; pero sin dulzura (sin duda también), no ha sido llevada contra alguien ni algunos en especial. Ha sido para mi y para los míos, para que el cumplimiento de la profecía no nos encuentre dormidos ni en menesteres impropios. He tratado de hacer nacer en los lectores el gusto por ir a los autores importantes y remitirlos a sus obras. No he querido ganarle a nadie, sino ver el estado de pérdidas generales y la enorme ganancia para todos prometida. Y con respecto a la contienda terrena que se ha suscitado sólo me cabe un consejo de viejo. Ojo con los “correctos” , que no vayan a ser correctos en el servicio de las leyes y no del espíritu. Y a los “bandidos”, ojo que no se pierda la medida y caigamos en envidiar la suerte de los malos. Ya sabemos en la parábola quién se fue justificado del templo. Pero para todos nos va el mismo reto. Estamos demasiado cómodos en un siglo en el que deberíamos ya estar fuera del sistema.