Política, sí; política, no.
Aspirar al gobierno; ser un buen padre.
Hagamos algo para salir de la mierda; de la mierda no se puede salir.
Busquemos un tiranuelo; yo soy monárquico.
Monárquico soy yo; en casa mando yo.
El gobierno de la ciudad difiere del de la casa; mi casa es mi ciudad.
El bien común de la patria; el bien particular de mi familia.
Aristóteles escribió la Política (a veces la leo); me quedo con la Metafísica (cuando la entiendo).
Los corruptos van al infierno; los políticos corruptos van más allá del infierno.
Hay un Régimen del príncipe; mejor, la Suma teológica.
Jirafa degollada; ñandú empomado.
Este debate que veo reiterado en las huestes católicas tradicionalistas me tiene bastante harto. Se parece en algo, cambiando nombres y circunstancias, a la sorda polémica entre Charles de Koninck y Jacques Maritain (o su personero el P. Eschmann).
A veces no distinguimos los planos de la argumentación: filosofía o historia. Otras hacemos que la tesis se vuelva hipótesis y a la inversa. No falta aquel que de la excepción hace la regla y de la regla un transportador.
Si tan sólo supiéramos distinguir, saldríamos estas medias verdades. Encerrados en los propios castillos mentales, nos volvemos unos racionalistas diciéndonos realistas.
Ni politique d’abord. Ni politique de merde.