Me’an llamao infiltrado, liberal, línea media y muchas otras cosas injuriosas que atribuyo, principalmente, a que no tienen la más remota idea quién soy.
Entons, pa’que se sepa, redacté esta tenebrosa y escueta biografía de mí mismo, esperando retiren apelativos, gallos y puñetes. Y se conmiseren conmigo o sinmigo.
Comienzo confesando: el Sr. Falcionelli, cuando mudó su blog, me invitó a escribir en él y me dijo cómo hacerlo. No hizo falta que me autorizara a usar un pseudónimo, que pa’eso me basto solito (como pa’otras cosas, como sonarme los mocos). De’ai que él no sepa quién soy Ió, aunque algo pueda oler si lo dejan los mostachos al estilo ministro K.
Que Ió me acoja (lean bien, frailunes chicatones) a la política de los blog(s) y use un nombre artístico y una foto ajena, no me hace inflitrao ni ‘jue pucha. Me hace uno más, como del montón.
Listo Calixto. Vamos a relatar mi pobre vida.
Nací en un barrio porteño bajo los pesados nubarrones de este Güenosaires pestilente, allá por los cuarenta y pico. Eran tiempos del General y me dieron el carné del Movimiento antes que Ió pudiera moverme, y me hicieron peronista antes que Ió pudiera hablar.
Soy netamente barrial, como todo güen porteño; y también de barro, no sólo por las calles des-asfaltadas d’esta ciudad de merda, sino por la mala vida de tugurios, alcoholes varias y mujeres diversas que llevé, ievo y yevaré.
No soy trolo, eso sí. Tampoco sé de música, tengo el oído más duro que’l sordo Contreras, el que discute todo sin saber de qué hablamos. Como algunito que he vido por aquí.
Voy camino a mis setenta abriles que no volverán. Y sigo solterito y sin apuro. Muchas chinas saqué a los piques del bulín por quererse casoriar. Si uno está hecho pa’las meditaciones con el elixir de Baco y pa’deambular nocturnalmente como murciégalo, no’ai de tener prienda ni crianza. Dura faena llegar el bulín con el sol sobre el magín.
Estudié la teología en la escuela del Ángel Gris, allá por Liniers, donde aura vivo o moro (¡que no!, ¡que soy católico!). Y un poquito d’eso me ha quedao. Poquito, digo, porque allí deambulé también por las filosofía, literatura, historia y un poco de cocina urbana(milanesas, güevos y papasfritas, como otritos de por acá). ¿Derecho? Alguito, como pa’saber que tuito está torcido.
Acabé recibiéndome de conductor de tranvías de Lacroze a Primera Junta, por razones modestas que me avergüenzo de relatar. Ya me jubilié y ahorita hago lo que quiero. Como meterme en blog(s) y divertirme un rato. O pescar resfríos en la Costanera. O tratar de acabar el mapa de Parque Chas. O querer entender a Dolina, el que fuera mi maistro y hoy anda perdido como kirchnerista (perdón) sin Perón.
Recurro a mi flaca biblioteca cuando algún perejil se las tira de lo que no es. Con la autoridad que me confiere el que Ió tampoco soy. No busco pelea al pedo, pero peleo por lo que vale: un tinto, la fe católica, Perón y Evita.Y no siempre en ese orden y a veces por otras santas causas, como cuando defendí, en los 70, al tuerto Unívoco de unos guerrillero ciegos Análogos.
No anduve en cátedras ni academias, el título de chófer tranviario no da pa’tanto. Solo pa'leer la Biblia a la luz del candil con el faso en la boca y el mate cebado con pava e'lata.
Lo que más, más, más ansío es, antes de morir, que me den el carné de vitalicio del Rasinclú… pa’no pagá más entrada pa’ver a eso muertos. ¡Volvé Merlo! ¡Volvé Pizutti! ¡Volvé Bocha, volvé!