Hace 432 años dicen que, procedente de Santiago del Estero, arribó a estos pagos el por entonces gobernador del Tucumán, el hidalgo caballero Don Jerónimo Luis de Cabrera y Funes, junto a un grupo de amigotes de dudoso pasado y procedencia.
Instalaron el campamento en el barrio Yapeyú, a orillas del Río Suquia, y allí pernoctaron.
Dicen que, a pesar del cansancio de los expedicionarios, aquella primera noche nadie pudo conciliar el sueño. ¿La razón? El sonido lejano de tambores e instrumentos de viento, que la suave brisa del Noroeste traía, mezclado con gritos guturales que lúgrubemente conformaban un crescendo ora inaudible, ora ensordecedor, lo cual provocó espanto entre aquellos hombres.
Apenas amanecido el nuevo día, Don Jerónimo ordenó a su hermano, Pedro de Cabrera y Figueroa (y Funes...), que organizase una batida hacia el sitio de donde había provenido aquel verdadero bochinche que no le había dejado descansar adecuadamente.
Pedro, junto a diez hombres más, tomaron por la Avenida Colón, y luego de una caminata de una hora, llegaron a un paraje donde, en el cruce con otra avenida, comenzaron a observar que nativos de ambos sexos se reponían de fuertes borracheras, mientras que otros dormían tirados en las veredas.
Inmediatamente se pusieron al habla con un “vago” que aparentaba ser el más fresco de todos, y tras el relato del nativo comprendieron todo: la noche anterior, en La Vieja Usina (donde se realizan las fiestas de Cuartetos...), se había presentado Heraldo Bosio animando un baile popular.
Muy entusiasmados, los once hombres retornaron al campamento con las buenas nuevas, pero además, llevaban en sus alforjas pequeños presentes que los nativos les habían obsequiado, entre los cuales se contaban algunas botellas de Fernet y de Gaseosa Cola.
Don Jerónimo, que ya sabía de las bondades del Fernet, no podía creer lo que su hermano le relataba: la mezcla en exacta proporción de éste con la bebida cola, trago que los nativos bebían con fruición.
Un “nero” proveniente del Bajo de Los Perros, que regenteaba uno de los prostíbulos allí asentados, había trabado amistad aquella mañana con Don Jerónimo, e incluso le había presentado a un par de“chichís” que partían la tierra. Dicen que aquel personaje, al cual llamaban el “Negro Blancanieves”, fue el que instruyó a Cabrera (Y Funes...), y a sus hombres en la preparación del "Fernando", bebida infaltable entre los comechigones en sus rituales.
Hacia el mediodía de aquel lejano 6 de julio, Cabrera y sus hombres creían haber llegado al Paraíso. Sobre todo cuando pudieron comprobar que con regular frecuencia, los nativos disponían de un medio de transporte al que llamaban "TAMSE" (Servicio Urbano de Ómnibus “Desastroso”, “Transporte Automotor Municipal Sociedad del Estado”).
Tantas emociones vividas en tan pocas horas, llevaron a un estado de éxtasis a Don Jerónimo, y a eso de las dos de la tarde, presa de entusiasmo y determinación, presidió el acto de fundación de una nueva ciudad, la que permitiría concretar el Camino Real que uniría el Perú con una salida hacia el Atlántico, y de allí hacia España.
Aquella ciudad fue llamada -y se sigue llamando- "Cordoba de La Nueva Andalucía"....
Vaya uno a saber...