Lo que está pasando en Francia es algo realmente impactante. Ya estábamos acostumbrados a ver a miles de personas protestando ante la imposición de una legislación aberrante y dañina.
Pero lo sucedido en Francia con La Manif pour tous lleva esta protesta a otro nivel. Por su tenacidad (han sido tres macromanifestaciones en París, además de muchas otras en otras ciudades de Francia), por su radicalidad (uno de los lemas es que no aceptarán el mas mínimo compromiso, no cederán en nada), por la amplitud de la movilización (con una enorme presencia de jóvenes), por la originalidad de sus acciones y por el énfasis puesto en la protección de los niños.
Pero también porque la protesta ha conseguido sacar a la luz el verdadero rostro de la República francesa y de sus gobernantes: totalitarios, incapaces de gobernar más que para la destrucción de su pueblo, y violentos, siempre dispuestos a la guerra sucia, cuando ven que no controlan la situación. Las escenas de policías reprimiendo ferozmente a madres de familia y niños han provocado incluso que el Consejo de Europa haya protestado ante el nivel de violencia empleado por el Estado francés.
Para comprender realmente lo que está sucediendo, extraigo un fragmento del interesantísimo artículo firmado por Alejandro Ezcurra al respecto:
"A la par de esas demostraciones, las calles de París y las principales ciudades del interior eran escenario de constantes manifestaciones-relámpago de grupos reducidos, que desconcertaban a la policía. La estrategia consistía en que, en puntos diferentes de la ciudad, bloques de una veintena de jóvenes interrumpieran el tráfico durante algunos minutos, coreando alegremente dichos chispeantes como uno dirigido al presidente Hollande: “Touche pas au mariage,/ occupe-toi du chômage”, (“no toques al matrimonio, ocúpate del paro”).
Al llegar la policía se dispersaban velozmente y reaparecían de inmediato en otro punto, combinado sobre la marcha por celular-internet. Algunos de esos grupos eran de ciclistas, que convergían en un lugar predeterminado -por ejemplo el puente de Los Inválidos-, se sentaban en la pista formando una barrera con sus bicicletas, lanzaban sus proclamas y cánticos y partían enseguida, a veces aplaudidos por los automovilistas.
Con la policía desbordada por este “juego del escondite” de varios grupos actuando simultáneamente en París, el ministro de Interior Manuel Valls ordenó dispersarlos con gas lacrimógeno a destajo. Represalia inútil: rápidamente su orden fue ridiculizada, y se pasó a llamarlo “Manuel Gas”. En materia de estrategias novedosas, cabe destacar los bien organizados “comités de recepción” al presidente Hollande y sus ministros. En todos los actos públicos a que estos asistían, eran recibidos por grupos de jóvenes con cánticos, abucheos y eslóganes muy bien escogidos -la graciosa y fulgurante chispa francesa no podía estar ausente-, al punto que el mandatario y sus ministros, humillados y atemorizados, se vieron obligados a cancelar varias apariciones públicas.
También se realizan sentadas nocturnas de protesta: vigilias con velas, cánticos religiosos o patrióticos realizados durante algunas horas en lugares simbólicos como los jardines de Luxembourg o del Louvre.
Tales acciones han continuado durante varios días, aunque en muchos casos son duramente reprimidas por la CRS (tropa de asalto). El saldo de esa represión ha sido cientos de manifestantes arrestados diariamente, varios de ellos heridos (incluso sacerdotes y niños), sólo por protestar pacíficamente. Indignado por ese abuso, Tugdual Derville, uno de los principales voceros de las protestas, desafió: “¿Cuántos autos incendiados? ¡Cuántos vidrios rotos? ¡Ninguno!”. La propia policía comenzó a expresar su malestar: algunos efectivos incluso se animaron a felicitar a los estudiantes por su valentía, lamentaban arrestarlos, y se quejaban de estar siendo utilizados políticamente: “Sentimos vergüenza de hacer lo que estamos haciendo”.
Aunque la ley nefanda ya fue aprobada, la población no se da por vencida y las protestas redoblan. Incluso ahora, cuando los estudiantes veillants (participantes de las vigilias de protesta) han entrado en período de exámenes, sus propias madres los sustituyen en la protesta. Son las llamadas “mères veilleuses” (madres en vigilia), que por un juego de palabras el público convierte en “merveilleuses” (maravillosas).
Ni Marsellesa ni democracia...