¿En cuántas oportunidades los intelectuales, que las más de las veces no saben nada, se preguntaron por el ser nacional pretendiendo una ontología patria que hubiese hecho llorar de risa al mismo Tomás?
Y lo quisieron facho, con pelo corto y católico.
Claro que el problema del ser es que se hace de esencia y existencia, y me late que un ser nacional como ése no está más que en la esencia de algunos bien intencionados que ni cosquillas les hacía mandar a la miércoles al acto de existir.
¡Otra que Wolf!; diría Gilson muy a pesar de San Anselmo.
Los que tienen un arraigo algo más anclado en las cosas les contestarían a aquellos apegados a escritorios sombríos que huelen a naftalina:
- ¡Vo’, ser nacional, no ecistí!
Y, por cierto, con mejor filosofía que la de los muy píos académicos.
Pero hay algo que efectivamente está ahí, que es concreto y que encarna en el pueblo en un porcentaje de al menos la mitad más uno y que no es de la B.