Querido amigos:
Me lo acaban de pasar sin título y lo difundo.
Probablemente el remitente ignore que el firmante, sacerdote de la Diócesis de Tuy-Vigo murió nada menos que hace seis años, en mayo de 2007.
Pero su escrito es oportuno y actual para estas fechas en las que se avecina el Gran Carnaval Gay-Lesbo, que no se corta para asociar sus delirios a la disciplina de la Iglesia, caso de la ilustración, ni a la ambigüedad del lenguaje.
El capellán del Celta de Vigo se ve que era hombre de ideas claras en religión, en humanitarismo y sobre el mundo social.
Espero sirva para fijar conceptos aquellos, incluso de la Iglesia, que los manejan a su antojo.
Sobre el llamar matrimonio a la unión de homosexuales.
Dos leonas no hacen pareja. Dos gatos, tampoco. No pueden aparearse. Para ello tendrían que ser de distinto sexo y de la misma especie. Son cosas de la zoología. No es producto de la cultura hitita, fenicia, maya, cristiana o musulmana.
Por supuesto no es un invento de la Iglesia. Muchos siglos antes de que Jesús naciera en Belén, el Derecho Romano reconocía el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer. Después ellos se divertían con efebos, que para eso estaban, para el disfrute. La esposa era para tener hijos.
La palabra matrimonio procede de dos palabras romanas: "matris" y "munio". La primera significa "madre", la segunda "defensa". El matrimonio es la defensa, el amparo, la protección de la mujer que es madre, el mayor y más sublime oficio humano.
Cada palabra tiene su significado propio. Una compraventa gratuita no es una compraventa, sino una donación. Y una enfiteusis por cinco años no es una enfiteusis, sino un arriendo vulgar.
Llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo me parece como poco serio. Jurídicamente, un disparate. De carcajada. Que le llamen "homomonio", "chulimonio" "seximonio", lo que quieran, todo menos matrimonio, que ya está inventado hace tiempo. Nadie llama tarta de manzana a la que está hecha de peras.
Lo curioso es que cuando dices cosas como estas, algunos te miran como extrañados de que no reconozcas la libertad de las personas. Y por más que les dices que sí, que respeto la libertad de todos, que cada uno puede vivir con quien quiera, incluso con su perro, pero que eso no es un matrimonio, van y me llaman intolerante.
No sé lo que harán los parlamentarios españoles a la hora de votar. Son políticos, no juristas. Votarán por razones políticas, no según Derecho. Las consecuencias son graves.
Si un varón tiene derecho a casarse con otro varón y una mujer a hacerlo con otra mujer, ¿le vas a negar el derecho a un hermano a casarse con su propia hermana? ¿O a un padre a hacerlo con su hija? ¿No tienen el mismo derecho?.
-La sociedad se quiebra. Huele a podrido. Como en Dinamarca.
R.P. José Carlos Areán,
Capellán del R.C. Celta - Vigo
Nota de Argentinidad ¿Qué esperan nuestro prelados para actuar en cosecuencia?. ¿A que se casen sacerdotes con sacerdotes?. O a que un pedrasta se le ocura casarse con un muerto, haciendo valer su derecho a la necrofilia?.
Salvo que el muerto esté podrido...