En su enloquecido afán por “acumular poder” el Paranoide Máximo ha sellado efímeras alianzas con la flor y nata de los políticos desleales, condición que debe resultarle particularmente grata, habida cuenta de su anterior devoción por Menem, a quien calificó de “presidente extraordinario”, al recibir las cuantiosas regalías petroleras que le fueron giradas por quien es hoy “el innombrable”.
Mientras la chequera aguante, Kapone puede estar relativamente tranquilo y seguir haciendo de las suyas, aunque cualquier político con dos dedos de frente sabría que no se puede contar con la adhesión incondicional de la runfla que ha hecho de la traición su modus vivendi.
Pero se me ocurre que el “imberbe” de Balcarce 50 -por su notoria falta de caletre- no tiene siquiera la menor idea de lo que significa para su destino, el pacto que ha concertado con la Bestia Moyano, un extorsionador profesional, que le infunde pavor. Por eso el taita del atril -que despotrica en solitario porque es incapaz de sostener discusión racional alguna- le ha concedido pingües favores al obeso patotero.
Los hechos de San Vicente muestran, sin lugar a dudas, que los sedicentes “trabajadores camioneros” no son más que una banda de malhechores para los cuales las vidas ajenas no cuentan. En los sangrientos episodios del 17 de octubre -cuyo número de víctimas parece ser un secreto de Estado- Moyano estuvo a la altura de su calaña. Gracias a la enfermiza pasión por reclutar gentes de mal vivir, el Ojituerto se ha metido en problemas: no aguantaría un paro ordenado por el socio hampón.
¿Recordará Kapone lo que pasó en Chile en tiempos del rojimasón Salvador Allende, a quien se le empezó a caer la estantería cuando el país se paralizó?
Esta oclocracia -gobierno de los peores- tiene, además, un rasgo diferencial, que es el matiz zoocrático que le aporta el bruto de Moyano: estamos en manos de bestias sueltas y es la pura verdad.
Como decían nuestros queridos viejos: son una manga de animales. ¡Pobre Patria nuestra!.
Escribe Augusto Padilla