No tiene mayor sentido hablar sobre la modernidad, del hombre y su estado actual, la democracia y de todas esas cosas que ya sabemos; las que en imparable espiral son causa y efecto de los desmanes y saqueos sucedidos en Córdoba días atrás y de las otras linduras más refinadas aunque no menos alarmantes a las que nos tiene acostumbrados la prensa.
Lo que ahora interesa es recalcar lo bueno de todo esto, que uno de pibe soñaba con ser un paladín de la justicia y luego la vida te enseña que no pudiendo ganar, cuadra al menos no mentir; y que “aun sabiendo que todo perece, debemos construir en granito nuestras moradas de una noche”, evitando a fuerza de buena voluntad pretender en este momento hacer lo que no toca.
Y llegó el momento, al menos de una noche, para estos bravos señores. Miren qué estampas guerreras. ¿Qué pirata no sentiría envidia ante esas cabeza cubiertas con ademán bucanero? Uno espera la vida entera sin que pase la noche de vigilia en un tiempo donde la nobleza no encuentra el modo de manifestarse reciamente, y ahí está ellos, el gordo y el otro; desafiantes y dispuestos a cuidar del supermercado. Superhéroes de carne y hueso mil veces más épicos que Acuamán y esos boludos. Miradas desafiantes pero serenas, hombres decididos a morir y matar noblemente en defensa de lo suyo.
Importa salvar el gesto noble que para la prensa no es más que una nota de color.
Salud, señores.