Para Elisa

Enviado por Dardo J Calderon en Lun, 27/01/2014 - 1:10pm
Se nos fue al cielo un agelito, recen por ella, y que ella rece por nosotros.
Requiescat in pace
Me es permitido el lugar común del título en homenaje  de un padre que cuando nombra un hijo, pretende con ello lanzar una profecía. No se nos puede ocultar en este caso que aquella heroína romántica de la música lleva en sus notas mucho de esta nuestra Elisa. Arrebatada prematuramente , nos deja en las retinas tan sólo  el recuerdo de una bucólica belleza que se retiene virginal para darse a un Amor que reclama el ideal de la pureza y el heroísmo. El acierto de esta paternal intuición traspasa el velo de la humana medida y se consagra en una dimensión inesperada para el profeta, haciendo que cuando escuchemos en un  viejo piano  las desgastadas notas de aquella pieza, resuenen en nuestras almas con una nueva y transformada vida que ya no sólo viene del genio artístico, sino que se cubre de lo alto con la gracia de aquel amor que hasta hoy se hallaba desencontrado. El viejo pianista ha realizado no sólo una ejecución egregia de su admirada obra, sino que en la realización del amor conyugal; en la encarnadura de los mejores sentimientos de su romántico corazón, ha sacramentalizado las notas que enternecían su alma al darle vida en una Elisa de carne, espíritu y gracia.
No es obra de la imaginación del vate el resaltar con floridas palabras el decurso de una existencia que resulta mínima para la historia que escriben los hombres. Es esta una realidad que sólo nos revela el Señor  sobre aquellas almas que El elige y aparta del ruido para consuelo de su Madre en las soledades de Su vida. Es clara la revelación cuando la imagen  que nos viene  a la memoria de aquella vida que transcurría en un plano de visión marginal a nuestro andar, hoy cuando enfocamos nuestra dispersión ante el grito desgarrado de la muerte, sólo encontramos su figura arrodillada en el rezo del Rosario, y recién hoy reparamos en aquel primoroso espectáculo que entretenía la aguda visión de los ángeles.
Como aquella virgen diligente, mantuviste tu lámpara encendida, apercibida como otros en que la Ciudad Cristiana se derrumbaba y pequeñas comunidades resistían al borde mismo de un esfuerzo sin esperanza, dejas el testimonio de tu mansa resignación en el silencio y la alabanza, por sobre nuestra agitación en un quehacer que maltrata al amor que persigue, otorgando a cambio tu sonrisa de dama solitaria, para sólo dar con el fondo azul de tus ojos más amor al amor que se te retenía.
Hoy recién escucho tu palabra que perfuma los oídos  desde tu banco vacio en  la amada capilla, clara y fuerte como cristalina agua. 
Hoy te casas. Hoy eres madre mía y de mis hijos. Hoy eres fértil en nuestras casas.
Fuiste Teresita  y hoy eres Juana.
Vela por nosotros con tu pequeña espada. Interpone tu yelmo contra la desunión en nuestras almas aquejadas.
A los que hemos perdido la sabiduría del mirar, danos tu celeste mirada.