Allá por 1970, en la enésima reunión donde se pretendía unificar al nacionalismo argentino. Venía entonces el joven abogado desde Mendoza, traído de la mano por el infatigable Enrique Díaz Araujo, defensor de cuanta buena causa lo merezca. Se había juntado la flor y nata de nuestras filas: Ricardo Curutchet, Julio Noacco, Bernardino Montejano, Héctor Hernández, Marcelo Lascano*, Enrique Graci Susini, Félix Lamas, entre otras gentes de “buen vivir”. Cuando le tocó el turno de hablar, la promesa mendocina se largó con un espiche súper -ortodoxo, condenado a la partidocracia y apostrofando a los acomodaticios. Hasta me parece que integró la Junta Directiva del Movimiento Unificado Nacionalista Argentino (MUNA) entelequia parida por el ilustre cónclave, que duró la vida de un lirio, como no podía ser de otra manera.
Vuelvo al Chacho. Durante los años del gobierno militar, con el que su familia mantenía excelentes relaciones** el “Chacho” consiguió una beca en España, teniendo como protector al gran Maestro Juan Vallet de Goytisolo, “alma pater” de la súper católica revista VERBO.
Al morir Franco, “la promesa mendocina” -estoy seguro de que lo tenía pensado desde antes- abandonó abruptamente las filas que lo habían cobijado y que ya no le servían para la trepada, convirtiéndose en “democrático” de la noche a la mañana. Con esa máscara protectora, “El Chacho” volvió a estas orillas e invocando la filiación radical de su abuelo paterno -logró introducirse en el círculo íntimo de Alfonsín.
En esta nueva etapa, el inescrupuloso escalador obtuvo la titularidad de la cátedra de Filosofía del Derecho, al quedar arbitrariamente cesante, por obra y gracia del alfonsinismo, el Dr. Guido Soaje Ramos, quien lo había nombrado adjunto, confiado en su lealtad. Un hombre de bien hubiese renunciado, ante la tropelía cometida. Pero “El Chacho” no lo es y traicionó por segunda vez.
Bajo el desastroso gobierno del nativo de Chascomús, Zuleta Jr. picó alto: fue Subsecretario del Ministerio del Interior, a la sazón ocupado por el sombrío “Coti” Nosiglia. A estas alturas, el trepador cuyanito, con su insaciable sed de poder y dinero había amasado una considerable fortuna** -valido de su empresa de encuestas que trabajaba para el gobierno- y prosiguió con sus desmanes: con malas artes consiguió la beca Einsenhower y se quedó en Harvard más del tiempo establecido, un escándalo que le costó caro a la Fundación que se la había concedido.
Y ahora, ahora, en su tercera traición, lo tenemos al “Chacho” de encuestador oficial de Kapone y con honorarios que superan los 500.000 pesos anuales. Su falta de seriedad hace que sus colegas lo llamen Zuleta “Chanteiro”, lo que a un cínico como él no le importa.
Este sujeto no merece siquiera el apodo del General Vicente Peñaloza, quien lo hubiese despachado a lanza seca y sin más trámite. Yo le aconsejo al tres veces tránsfuga que tenga el pasaporte renovado y billete aéreo abierto porque si los K desaparecen no podrá seguir exhibiendo su fea figura por las calles de Buenos Aires. ¡A prepara el raje se ha dicho, malévolo tipejo!.
* Otro que se cambió de camiseta. Hoy está con Aníbal Ibarra. Lástima grande, Marcelo, porque siempre te consideré un inclaudicable.
** Su padre, “El Negro” Enrique Zuleta Álvarez, mal discípulo de Julio y Rodolfo Irazusta, supo tener buenas relaciones conmigo. Un día lo borré de mi lista, al leer en “La Nación” unas declaraciones suyas que lo mostraban alejado de toda clase de golpismo, sosteniendo impúdicamente que el “nacionalismo republicano-irazustiano”, exclusiva creación de su coleto, nunca tuvo nada que ver con el uriburismo. Con mala leche, el “Negro” se olvida que a dos personas confió el Gral. Uriburu el propósito de hacer una revolución contra el obnubilado “Peludo Irigoyen”: a Rodolfo Irazusta y a Roberto Laferrere. Además, el progenitor del “Chacho” -tal para cual, según las estrictas leyes de la biología- fue un paniaguado del franquismo, igual que su mujer, la súper trepadora Doña Emilia Puceiro. Y como si esto fuera poco, “El Negro" -chupador ansioso de medias verdeoliva- obtuvo la canonjía de ser Rector de la Universidad de Cuyo en el último gobierno militar.
*** Apenas muerta una tía materna, el “Chacho” corrió desde el cementerio, munido de las llaves, y se llevó del departamento todos los objetos que juzgó de valor. Seguramente el “jurista” se tuvo por heredero forzoso, pero la tía era soltera, así que dejó en banda a su propia madre y tíos.
Un excelente proyectil de Augusto Padilla