Para quienes viven de sus curriculums académicos en estos momentos en que las cátedras sobreviven por el número de oyentes y la aprobación “democrática” del alumnado, se impone responder las preguntas de aquellos pavos remachados que son los “jóvenes” y cuya formación esencial se ha realizado mirando los happy end del cine norteamericano. El “mensaje esperanzador” es un bulo que tanto tirios como troyanos deben inflar bajo apercibimiento de quedar calificados como viejos vinagres y terminar arrumbados en algún rincón académico. En el mundo de las becas hay que inventar algún contemporáneo que de cuentas de que el intelecto no ha desaparecido y aquella sentencia de Marcel de Corte sobre que la Inteligencia está en peligro de muerte, es falsa ( yo diría que ya está superado el peligro, porque murió) y surgen de los trabajos becarios una serie de personajes submediocres que pretenden expresar que las artes, la filosofía o la política está viva; siendo que gracias a Dios todos estos trabajos una vez que han sido bien cobrados son tirados prolijamente al basurero de algún archivo electrónico, siendo lo importante que el título figure en la currícula y el tipejo muestre un cierto lustre aggiornado. Lo esencial del trabajo intelectual son las últimas páginas donde de una forma pornográfica el “intelectual” debe exhibir su lencería bibliográfica, que la más de la veces permanece intacta de todo contacto amoroso y es simplemente un acto de voyerismo literario para que los giles crean que se encuentran ante un Don Juan de los libros, siendo que el asunto no pasa de un onanismo sobre los listados que provee la internet junto a los anuncios de las páginas rojas.
El hecho es que hay que ser optimista en el punto justo, porque la posmodernidad puso también de moda el mirar la vida con cara de culo (ya que la fiesta por ahora es para pocos) y la juventud migra del entusiasmo al suicidio según las pobres suertes que les va tocando. Lo calculado es decir como lo hace Bernard Dumont en la obra que hemos citado “¿no es necesario preguntarse si existe alguna salida?” e ipso pucho dar una respuesta acorde con este intelectualismo desvitalizado que se cultiva en las universidades y que huele igual que sus letrinas a meada con desinfectante y por el cual se les hace creer a los imbéciles que esos seis o siete años que se va a pasar mal estudiando una serie de imbecilidades sin utilidad alguna - salvo la licencia para matar que es el título habilitante que los consagra peritos en algo de lo que no saben un verdadero carajo - son la base de la restauración social.
Ya viejo, puedo contestar esa pregunta sin tantas dubitaciones, y la respuesta es parecida a ese remanido chiste sobre: “ cuál es la salida para la Argentina… : ¡Ezeiza!”. Ya no está para nosotros tan lejos el momento de cambiar el fusil de hombro y sabemos que la salida es a través de la parca y, sin que necesitemos agarrar con la mano la terrosa calavera de un viejo y querido amigo, en lo personal, lo que nos aqueja es el Juicio. Pero nuestras preocupaciones paternales, docentes o de “liderazgo” (según los casos) pasan como en aquella famosa carta de Saint Exúpery al General X poco antes de su muerte, por : ¿Qué debemos decirle a los hombres?
En este punto no hay que dejarse embromar mucho por esos tarados polimorfos que son los jóvenes, porque una vez instalada la crisis de autoridad, los muy cretinos creen que ellos deben decidir libérrimamente sus vidas y tú tienes que aportar los medios para que lo puedan hacer. Es decir, hay que ponerla y no opinar, y la sociedad tiene que mantener por una decena de años todo una clase de retardados que babosean alguna ciencia, estafa de la cual viven esos bichos en pose que son los profesionales de la intelectualidad.
Aquí los “viejos” católicos hacemos el mismo papel del Barba Zonzo que hace el Dios moderno. Todos quieren ser libres sin un Dios que los coaccione, pero nadie quiere ser ateo. Dios siempre debe existir para poder quejarse, echarle la culpa y justificar cuantas porquerías se me ocurran. Con la “civilización del amor” no se ha logrado la paz en el mundo, pero se han levantado más polleras que en el Moulin Rouge. Decía mi padre: “El cristiano cabal no duda que Dios es todo amor, pero cuando este atributo aparece desprendido de toda referencia al orden sapiencial de la sabiduría divina, se suele invertir el juicio y suponer indiscretamente que todo amor es Dios, con lo que se ingresa en el caos panteísta, donde resulta fácil considerar divinas las manifestaciones más abominables de nuestra vulnerada naturaleza”. Lo cierto es que si yo fuera Dios, no vería la hora en que, salvo los santos, todos se hicieran ateos y no se metieran más conmigo.
El hecho es que en realidad, uno comienza a pensar más o menos adecuadamente cuando la posibilidad del JUICIO se perfila en el horizonte, y la edad joven no es para la política ni para el intelecto, sino para obedecer a los superiores y recibir una enseñanza fundada reciamente en el principio de autoridad y en las certezas definidas del magisterio de la Iglesia.
Pero claro, la puja electoralista hace necesario que estos imbéciles que hacen número, participen de la estafa y comienza la adulación con sus efectos destructivos para la disciplina. Sin duda, y como otro de esos efectos nocivos del “ralliement”, la Iglesia al entrar en reyertas eleccionarias, con ese remedo infame de la Acción Francesa que fue la Acción Católica, echó a perder el verdadero espíritu juvenil que llama a las vías de hecho – sino con armas por lo menos a las patadas y mamporros – en defensa de los principios que sostienen sus Padres y sin más consideraciones que la orden de mando. Este era el espíritu de Les Camelots du Roi, expertos en bastonazos y capaces de proferir insultos interminables perfeccionados hasta el preciosismo (Maxime Réal del Sarte pasó a la historia puteando. Su insulto al Procurador de la República –Baudoin- que hizo terminar su discurso contra la monarquía en una gresca de proporciones y todos en cana, le debe haber valido las alabanzas del Arcángel de Francia, y aunque esto no les gusta a mis queridos curas, entiendo que debe haber sido un mérito bien considerado en los celestes tribunales). Algo de esto explica un especial estilo bocasucia en mis pagos provincianos en el que, tanto el Viejo como Alberto, en aquellos tiempos de “asambleas” setentistas, nos proveían de algunos gritos de guerra pero por sobre todo aconsejaban el insulto estentóreo que provocara el caos paralizante. Después tomé conciencia de que soy bocasucia por influencia maurrasiana.
Recapitulando; no es a instancias de un imbécil e impertinente reclamo juvenil que venimos aquí a dar directivas o consejos sobre qué debe hacerse con lo social y lo político, pues el que esto pregunta a temprana edad, suele ser un zote que nunca va a saber que rumbo debe tomar. El muchacho que no se ha malogrado, pues tiene claras y directas órdenes de su padre o de sus maestros sobre lo que debe hacer con sus escasos o abundantes dones (de los cuales él no tiene la menor idea de en qué consisten), y bulle en su interior una vitalidad concreta y profunda que lo inclina al amor concreto de la vocación religiosa o al llamado entrañable de la aventura amorosa, cuando la suerte no le dio una guerra para morir heroicamente.
Y si no tiene autoridad que lo rija y espera “pensar por sí mismo”, o “ser convencido”, o aún peor “ser seducido”, pues estadísticamente lo peor le ha pasado, y si logra reconducirse es parte del milagro, pero no de lo recomendable. No considero para nada útiles “reuniones” con jóvenes para establecer “diálogos” y ruedas de comentarios sobre temas políticos o intelectuales, normalmente inspirados en un “amiguismo” generacional. Estos deben ser sometidos al duro yugo del estudio a partir de las certezas magisteriales, y el derecho a preguntar se gana después de haber respondido mucho.
Estas reuniones suelen caer en manipulaciones que tarde o temprano el joven va a maliciar y con ello perder el respeto y la gratitud que se debe al maestro. Y cuando hablo de manipulaciones no me refiero solamente a la insidiosa búsqueda por parte de algunos de lograr satisfacer intereses propios, sino de algo peor y muy típico de los tiempos que mostrábamos arriba. Queremos meter la verdad de contrabando, queremos dar catecismo sin que se note y cuando hablamos de cosas que no parecen religiosas. Queremos que Cristo les llegue no por que Él mismo se revela, sino porque lo descubran en medio de un parque de diversiones. Queremos “darles esperanzas”. Queremos inventarles una historia y una patria. Queremos disfrazar la crisis. Total… ya llegará el momento en que se den cuenta que sólo se trataba de una excusa para llevar esta vida con cierto humor, y en el fondo, pensamos que inventando una ilusión… porhay porhay, cantaba Garay.
No chaval. Que te vienes con las 99 preguntas de memoria, que si no entiendes, ya te caerá la ficha. Y que luego el Concilio de Trento, así, a lo bestia; que si algunos se han puestos remilgosos y poéticos y andan extrañando la libertad medieval, se pueden ir al corno tocando la cítara y el laúd; que dicho Concilio se hizo para contestarle al mal parido de Lutero en el lenguaje que los católicos merecíamos como merece la vara un muchachón díscolo, y que no eran ni son tiempos de sutilezas, y que si para colmo la liturgia tridentina te parece un tantillo barroquilla y estructurada, que mira donde paras si te haces el superado, que terminas comulgando de mano de un gorda lesbiana. Que ve sabiendo que la historia la hemos cagado por nuestras culpas y que la Iglesia ya no podía ser una casa de grandes ventanas abiertas, sino un reformatorio; que si pal justo no hay ley, pues que había que reduplicar las leyes porque lo que es de justos, ni con lupa; que mientras el cura se reviste con todos esos trapos de los que tanto se burlan ahora, se le va recordando diez veces lo que tiene que tener sujeto y que con los ponchitos de ahora andan como campana de badajo suelto que pica y repica ; y que después de todo, que no sean tan mimados, que acá no han venido para ganarle a nadie y que nuestra gloria cristiana es que el resultado es de Dios y no nuestro; que nuestro es el trabajo y el esfuerzo, en que va la alegría aunque escupas de costado. Que más se embromó Él para mostrarte que con Él, el que pierde gana. Y que los soldados cristianos siempre se han reído de la suerte; “y vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios está con los malos cuando son más que los buenos”. Y que el juego de ahora es más sutil, porque no te están buscando la pelea, sino invitándote a una orgia…, que no creas que vas siempre de activo ni que te van a faltar algunos palos por el lomo… (pero claro, está lo de Masoq y lo de eros al tánathos para que los recibas con gusto), pero si eres tan aguafiestas que andas buscando con quién pelear, déjame quieto los gregüescos, pues te avisan que vas a perder lo mismo y sin vianda, y tienes que ser algo raro para que esto te divierta; porque mira… es cierto que me divierte que al final se van a ir al mismo infierno y que lo que es por la vianda, bien me la arreglo de pistola al cinto, que para eso va el confesarse. (Pero… antes que me reten, eso está mal). Digamos que lo mio también es un poco “antropocéntrico”… que sería una religión basada en que por fin los malos se jodan bien jodidos, las mujeres de amor sean para nosotros y para ellos las de mierda, al fin nosotros nos salvemos y esta gran mayoría de palurdos terminen de alimento balanceado para perros; a lo Nietszche, joder.
Ya en serio, con la juventud se armó una gran jugada que la Iglesia no se esperaba y que se hizo con el Concilio todavía calentito en mayo del 68. La Iglesia creyó que con el Concilio tomaba la delantera del progresismo intelectual que encantaría las juventudes universitarias que irían en bandadas pajariegas a tocar la guitarra a Notre Dame, ya más libres y despegadas de “aquel Cristo que subió al madero” y en busca del “que anduvo en la mar”.
Libres de la “disciplina medieval” (¡si supieran que el Medioevo era mucho más hippie que ahora!) para reivindicar a Galileo en el cultivo de las ciencias profanas en universidades ascépticas; siendo que minga; que estas juventudes, de la mano de la mierda de Marcuse (eso es de Díaz Araujo) y del tuerto infame de Sartre, no habían tardado un día, que ya se habían corrido cien mil metros y estaban en la rechifla anticristiana dejando a los progres como viejos medievales y bebiendo el néctar de Freud entre franela y patchoulí. ¡Qué civilización del amor ni ocho cuartos! Con porro y pastilla de por medio, siguiendo el ejemplo de Jean Paul y su generosidad con la Simone, los franceses se prestaban las mujeres para menages de par o impar, y por España, el culto al delicadito mártir del “verde que te quiero verde” y de los no se cuántos corpiños (que jamás le sacó a nadie), convertiría a la casa de Bernarda Alba y toda su bravura cristiana en una mofa de bujarrones. No bien del todo frío el viejo Caudillo, la vieja y católica Piel de Toro se dividía entre un vulgo que soplaba con el culo estridentes clarines de libertad (como los demonios del Dante) y unos burgueses que se contentaban para arrimarse al cielo con la pituca salida de Escrivá de Balaguer, mientras sus hombres se corrompían en el reparto de los sobornos y las testaferrías inglesas, y sus mujeres leían en la revista Telva el último encuentro del capón real de España con el príncipe cornudo de Gales.
Queridos jóvenes… aquí va mi conseja: podeis iros todos a la misma mierda si os creeis llamados a las gestas intelectuales y políticas donde campa el ser un verdadero astuto hijo de puta.
Por el contrario, salid en la mañana clara ha recibir el sol de frente sobre un cuerpo - ¡ah cómo lo extraño! - lleno de vida. Haceos fuertes subiendo montañas y nadando ríos; cagaos en el deporte hedonista y exitista, venced contra vosotros mismos en el esfuerzo físico sin testigos y sin premios; observad hasta el hartazgo (mientras tengáis buena la vista) la belleza de la creación en la naturaleza y descubrid sus órdenes y armonías; aferraos a unas pocas verdades divinas y sin dudas; enfrentad la confusión de espíritus a patadas en el culo; sabed que nada sabrás de la Patria hasta que te lo diga el virginal vientre de una buena hembra con la que jures tan eterno amor que el cielo mismo te parezca una privación; que nada sabrás de política hasta que tengas que defender tu prole amada, tu casa y tus cosas, con la fuerza de tu ingenio aplicado al quehacer útil; sólo frecuenta la lectura de aquellos autores o personajes en los que encuentras una amistad cabal, emocionante y cordial; no busques en los libros la astucia del argumento para practicar una dialéctica triunfalista, busca en ellos más bien la furia del celo amoroso que llama a aplastar la nariz del charlatán. No busques saber los misterios de Dios, busca el Corazón de Cristo en íntima amistad, que él te los revelará llegado el tiempo. No hagáis, como nos recuerda el buen Carlista en el ejemplo del imperio americano que rige nuestra cultura, no paséis de la bobería de la infancia a la decadencia de una adolescencia marchita, del pato Donald a Woody Allen. Sabed que el que os ama lleva una vara y no un dulce. Memoriza la lección del maestro aún sin entenderla, intuye y busca su corazón desde una disposición noble y ya llegará el momento en que todo se te descubrirá. Desconfía de quien te propone una empresa y te pide juntar para mañana cosechar y confía en quien te participa de su riquezas con el descuido de quien se encuentra sobrado y nada necesita de ti. Aprende a reírte del imbécil y a llorar con el que sufre. Císcate en el cálculo, apuesta a la desmesura. Busca un amigo y mea con él al descampado bajo la luz de la luna. No ahorres lo que sobra, eso es de Benjamín Franklin, regálalo que Dios provee. Se ahorra sólo de lo que uno se priva. Se bueno… ya tendrás tiempo de ser malo. No admires los intelectuales, estos son unos estafadores; el criterio de discernimiento del sabio es su total falta de astucia, debes ser bastante tonto para las cosas del mundo. Si tienes que pasar por una universidad para tener un título que el mundo exige, hazlo rápido y después busca un maestro. Cultiva las ciencias, los oficios y las artes tradicionales que te permitan su ejercicio fuera de organizaciones; todas las “nuevas carreras” son inventos de las multinacionales en complicidad con los “universitarios” que fabrican esclavos.
En fin…. trata de no ser un boludo.