Uno de los dogmas Católicos más importantes es el del pecado original, por el cual todos los seres humanos (excepto Nuestro Señor y Su Madre) tienen una naturaleza seriamente herida desde el nacimiento por nuestra misteriosa solidaridad con Adán, el padre de toda la humanidad, cuando él cayó con Eva en el primero de todos los pecados humanos en el Jardín del Edén. Por supuesto para la mayoría de las personas hoy en día esa Caída es tan sólo un cuento de hadas, o mitología, y es por eso que ellos han construido un Disney World todo alrededor nuestro. En principio, los Católicos creen en el pecado original, pero muchos apenas si lo toman seriamente en la práctica, porque Disney World es tan seductor. Después de todo, no es para nada agradable creer que todos somos pecadores. ¿No estamos todos nadando en un mar meloso de amor, amor, amor?.
Pero un hombre que vio muy claramente el pecado original en acción fue el noble español, escritor y diplomático, Donoso Cortés (1808–1853). Su vida se extendió durante esa primera mitad del siglo 19 no cuando en el desarrollo de la Revolución Francesa (1789), Europa estaba lentamente pero constantemente reemplazando el antiguo orden Cristiano (“ancien régime”) con el judeo-masónico Nuevo Orden Mundial. Exteriormente el antiguo orden fue puesto de nuevo en su lugar por el Congreso de Viena (1815), pero interiormente no fue para nada lo mismo que antes porque las mentes de los hombres estaban ahora descansando en fundamentos bien diferentes, fundamentos liberales, notablemente la separación de la Iglesia del Estado. Cuando Donoso ingresó a la política española de joven se autoproclamó ser liberal, pero a medida que observaba como las ideas revolucionarias se realizaban en la práctica, él devino más y más conservador hasta que en 1847 se convirtió a la antigua religión católica de España. A partir de allí y hasta su temprana muerte, sus palabras escritas y verbales llevaron por toda Europa su profético análisis católico de los errores modernos radicales que fraguaban el Nuevo Orden Mundial.
Atrás de todos estos errores él discernió dos: la negación del cuidado sobrenatural de Dios por sus creaturas y la negación del pecado original. De la Carta de Donoso al Cardenal Fornari(1852) provienen los dos párrafos siguientes que conectan el pecado original al alza de la democracia y a la disminución de la Iglesia:
“Si la luz de nuestra razón no ha sido obscurecida, esa luz es bastante, sin el auxilio de la fe, para descubrir la verdad. Si la fe no es necesaria la razón es soberana e independiente. Los progresos de la verdad dependen de los progresos de l a razón; los progresos de la razón dependen de su ejercicio; su ejercicio consiste en la discusión; por eso la discusión es la verdadera ley fundamental de las sociedades modernas y el único crisol en donde se separan, después de fundidas, las verdades de los errores. En este principio tienen su origen la libertad de imprenta, la inviolabilidad de la tribuna y la soberanía real de las asambleas deliberantes”.
Donoso continúa con un diagnóstico paralelo de las consecuencias que trae el suponer que la voluntad del hombre está libre del pecado original. “Si la voluntad del hombre no está enferma, le basta el atractivo del bien para seguir el bien sin el auxilio sobrena¬tural de la gracia; si el hom¬bre no necesita de ese auxi¬lio, tampoco necesita de los sacramentos que se lo dan ni de las oraciones que se lo procuran.” Si la oración no es necesaria, es ociosa; si es ociosa, es ocio sa e inútil la vida contemplativa; si la vida contemplativa es ociosa e inútil, lo son la mayor parte de las comunidades religiosas que debidamente desaparecen. Si el hombre no necesita sacramentos entonces él no tiene necesidad de sacerdotes que los administren, que son así debidamente proscriptos. Y del desprecio al sacerdocio resulta por todos lados el desprecio a la Iglesia, lo cual equivale en todas partes al desprecio a Dios.
A partir de tales falsos principios, Donoso Cortés previó un desastre sin paralelo en el muy cercano futuro. En realidad ha sido postergado por más de 150 años, pero, ¿por cuánto tiempo más?.
Kyrie eleison,
Mons. Richard Williamson