Ustedes dirán que la de ayer es otra de realismo mágico. Puede ser y tal vez tenga una explicación.
Hay un viraje espectacular en nuestro país que nos acerca a las historias de García Márquez, lo que se ve perfectamente ambientado en este cambio climático que tiende a la tropicalización que los malos tipos relacionan con los países bananeros.
Porque habrán visto que el clima está cambiando.
Ya no hace frío, llueve todo el año; mucho, llueve mucho; cada vez que llueve se inunda todo; cada lluvia de ahorita es como las que antes se daban una vez al año, aparecieron una lagartijas y unos sapitos nuevos medios transparentes que se pegan a las paredes, no hay más bichos bolita ni escarabajos en el cordón de la vereda y la cosa es que esto se tropicaliza.
Tengo una teoría tan particular como poco científica que concluye más o menos así: los países tropicales tienen un sino desgraciado.
Fíjense por ejemplo que esto ya se parece a Paraguay.
Los que anduvieron por Asunción hace diez o quince años atrás entenderán de lo que hablo.
Uno no podía menos que pensar en lo desgraciada que era aquella gente que tuvo que adaptarse al vaho y la humedad implacables, con todo lo que ello implica.
Porque ese proceso de adaptación necesita entre sus pilares el abandono de los buenos hábitos y así es que pasa a ser corriente ver por la calle gente en ojotas o con el torso desnudo.
¿Puede haber algo más desagradable, más plebeyo, más tropical?
Pero qué le vas a pedir al pobre tipo, si hacen 40 grados centígrados y hay 95 % de humedad.
Esa imagen chocante del brasilero en Camboriú es más grave que todo lo demás, porque consiste en el abandono de las maneras más elementales.
Ya en casa te los imaginás en calzones en el living, sentados en el piso enfriando el trasero. Van llegando a sus moradas, se van poniendo en bolas y hacen la ronda frente al ventilador y la TV.
Como bien decía Henri Massis –o tal vez sea mi distorsionada interpretación-, los alemanes no pueden salir de la barbarie, pero no me van a negar que el clima les ayuda más. Uno piensa en la nieve, en esos bosques; yo qué sé, al menos te metés otra pilcha, das otra imagen que se parece más a la del mundo civilizado.
Porque no hay civilización posible en el Trópico. Hace calor y el tipo que finge comprar un CD de Arjona para refrescarse un poco la testa en el Musimundo de Lavalle y Pellegrini cruzó la barrera del sonido.
Luego de eso no te importa más nada.
Se tropicalizó el vestir, la música y hasta la bebida. La gente al Fernet le pone Coca, baila meneadito y hace el trencito.
Y así puede Víctor Hugo, como ayer mismo, salir a decir que si las villas crecieron no sucedió por el aumento de la pobreza, sino porque es mejor vivir allí que en otro lado dada la cercanía que hay con los cines del barrio de Flores; sin que sea un desopilante episodio del Ángel Gris, sin que pase nada… El tipo hoy tiene el mismo rating que ayer.
Cristina nos caga, pero nos caga más el clima.