Con nuestro querido colega de PANORAMA CATÓLICO nos hemos rendido cumplimientos mutuos por coincidir en lo fundamental de la posición tradicionalista. Somos un grupo de energúmenos que desconfiamos de nuestros juicios y estrategias y nos parapetamos en la Misa de Siempre para que sea la gracia la que actúe sobre nosotros y nos mantenga en pie frente a estos momentos en que todo se presenta en una confusión inédita en la historia. Después hablemos güevadas como se dice en Mendoza. Pero ojo al piojo, no retrocedamos en el juicio ya hecho y cerrado que sobre el Concilio Vaticano II lanzaron nuestros mejores hombres, y que constituye el centro de nuestra acción. Acción que se trata de no quedar en “perros mudos”, denunciando la verdadera revolución -la de fondo- y sin que la defensa de las añadiduras (por más entrañables y urgentes que nos parezcan) nos hagan callar el necesario testimonio de la Verdad. De esa Verdad que sostiene las verdades y de esa Verdad que puede pedirnos ser privado de esas otras verdades añadidas, en un claro concepto de purga.
Pero por ambos lados hemos anunciado que podemos disentir en cuánto a la cantidad de pimienta que lleva una paella, y ahora esto viene al caso. El artículo de Marcelo titulado “¿Para qué?” me actualiza las diferencias. Diferencias de juicio que no hacen a lo principal y que no obstan a considerar con toda sinceridad que estamos en la misma trinchera; pero con diferencias sobre dónde conviene apuntar.
Marcelo hace una crítica sobre la actitud de las autoridades de la FSSPX en la última reunión con Muller y, como él mismo se contesta las objeciones con precisa argumentación, nada se puede decir al respecto. Él no hubiera ido, pero como no era él el que tenía que ir, entiende porqué fue nuestro Obispo. Ese no es el punto. El punto es que él hubiera ido si se trataba de Benedicto XVI y no hubiera ido si se trataba de Francisco. En suma, los que nos aqueja es esta distinción, ya que para nosotros y salvo una cuestión de estilo, ambos son la misma cosa desde esa perspectiva fundamental de la que hemos hablado más arriba.
No logramos acceder a esa razón que los hacía optimistas con el anterior Papa, y que los transporta a las antípodas con el nuevo. En el fondo, creemos ver esa tendencia de preferir el estilo conservador y pituco, por sobre el estilo progre guarango, sin tomar conciencia que ambos son momentos de la tendencia revolucionaria, que suele cambiar de disfraces, ya sea porque ha llegado el momento de atacar lo esencial, o ya sea porque las uvas no están maduras y hay que conservar ciertas añadiduras vacías hasta tanto se pueda dar el golpe final.
El por qué o para qué de la reunión última, es el mismo de las anteriores; y lo que ha cambiado en el Vaticano es el decorado. Lo que suele contagiarnos es esa histeria conservadora, que mal que mal nos rodea por razones de circunstancias, y que no se da cuenta que la distancia entre Bethoven y Charly Garcia no es tanta como se cree.
Podrán decirme que hay razones enormes en las cuestiones morales que se vienen dando en este última “administración” y que el anterior las contenía formalmente dentro del vacío que había creado el Vaticano II. Sí, pero no me importan. Podrán decirme que hoy un Müller niega un dogma siendo que los anteriores no lo hacían, pero claro, fueron los anteriores los que socavaron el dogma con una herramienta conceptual que lo difuminaba. Podrán decirme que el conservadorismo permite la corrupción de las élites, pero cuida el credo y la moral de la chusma (siempre en salvaguarda de que la chusma no le de por violar sus hijas y robarles su propiedad privada) y, tampoco a los efectos esenciales me importa mucho. Creo que esa pobre gente recibirá justicia sólo de Dios. Y que el juicio sobre el revolucionario conserva que hace neoteología en su escritorio de caoba no va a ser muy diferente que el del puntero político que medra en la confusión de sus doctrinas.
Francisco dice a lo bruto, lo mismo que decía el anterior. Y en cuanto a la suerte de los conservadores en este papado, se la tienen bien ganada y que les llueva finito. No se pierde nada. Quizá hasta tengan su revancha. Me importa un bledo.
Vuelvo a repetir, el que crea que ha cambiado algo fundamental entre el anterior papado y el presente; sólo tiene razones de vieja de Barrio Norte, o está anclado en ciertas “considerables” añadiduras de las que tendrá que hacer el sano ejercicio de privarse, para no privarse de lo esencial.