Dando una vuelta más de tuerca al asunto, trataré de aclarar mis puestas. No está bien ponerse en asesor de la gente que está haciendo algo y que conoce cosas que nosotros no conocemos. La FSSPX (y en esto coincido con Germán) debe ir siempre que lo llamen y lo que allí se diga o no, es asunto de ellos y desde ya cuentan con toda mi confianza. Creo que Marcelo dijo algo parecido o igual.
Otro asunto es el tema de que si Bendicto es mejor o es peor que los otros. Y mi opinión es que es peor porque es mejor. Y de allí que me pareció un poco absurdo el decir que sería bueno ir cuando lo llama uno y malo cuando lo llama el otro. Dije que era lo mismo, pero sabiendo que acercarse a Benedicto nos iba a traer más daño que con acercarse a Francisco.
Benedicto era un hombre “culturalmente” católico y filosóficamente modernista. Entendía que el dogma se construía a partir del “sensus fidei” - dando una carambola hegeliana en su intelección – pero quería que la construcción de ese “consenso” fuera legítima y no tramposa. Sabía que los mas-media silencian por una vieja y conocida conjura la opinión de la “derecha” sacándola del ruedo; él se propuso devolverla al ruedo de los contrapuntos dialécticos, para que insida en el resultado. En esto consistía su buena fe y por esto lo sacaron a él del ruedo.
En suma, Benedicto entendía que el dogma se construye por una dialéctica entre medias verdades y medios errores , fundamentalmente porque ya estaba entendiendo a Dios como a ese “espíritu” que se expresa en la historia a través de la existencia de los hombres, y no como Aquel que se expresó en la historia, con carácter “separado” (sagrado) del hombre, en su momento y de una vez y para siempre. Quedando en la Iglesia el trabajo de mantener y transmitir esta revelación insuperable, irreformable, indiscutible e inabarcable.
Los otros hicieron y hacen trampa. Se suman a la conjura de los necios y esta opinión no existe, se silencia, se oculta. Son fulleros. Benedicto no lo era.
Pero claro, había que aceptar la legitimidad del foro dialéctico, confiando algunos que en ese juego, la Verdad que por fin iba a ser escuchada, podía imponerse. Es decir, que se trataba de hacer jugar a Cristo un nuevo juego, muy distinto al que Él impuso. En este nuevo juego Cristo ya no diría “yo soy la Verdad”, sino que diría “veamos si soy o no soy la Verdad, porque al final sólo puedo ser la Verdad si ustedes me aceptan de buena voluntad, y si no, sólo fui un acto fallido, o en el mejor de los casos, un momento positivo en el juego dialéctico”. El juego que se planteaba poseía una moralidad habermasiana, lo que tenía de buena fe era sobre las reglas claras del juego, pero era un juego de adquisiciones de certezas por el hombre en un esfuerzo dialéctico; y ya no la adquisición de la plena Verdad en un esfuerzo sacrificial de Dios Encarnado.
Este juego de buena fe, no es otra cosa que una horrible blasfemia. Una locura. Una temeridad. Lo otro es solamente una trampa de bribones. Aquello es una sutil falsificación. Esto es una mascarada carnavalesca.
Pero caló hondo. Caló hondo en nuestra vanidad. ¡Por fin nos llamaban a un foro! Donde además de lucirnos, defenderíamos la verdad como paladines. En fin, una serie de tipos que van a discutir sobre la virtud de nuestra madre nos van a dar un lugarcito en los mas-media para que defendamos que la vieja era buena, y no una trola como dicen otros en la prensa.
Todo foro de discusión implica un cierto punto de acuerdo. Este punto siempre fue el tan remanido Concilio Vaticano II y sus consiguientes reformas. Para ello Benedicto planteó las cosas en términos de “continuidad y reforma” , unos partían de la continuidad y otros de la reforma y vamos andando. El libro de “Iglesia y Política” que aquí discutimos, tomaba esta posta, por supuesto se escribió durante Benedicto, no se si ahora diría lo mismo (avatares de la aceleración de los tiempos y los entusiasmos prematuros).
Estos aspectos de continuidad, sumado a la buena voluntad de ciertos hombres de Iglesia, son los que dan lugar a posturas optimistas. En poco tiempo ha pasado mucha agua: la continuidad ya no le importa a nadie; el que aparezcamos en un foro, menos; y a los hombres de buena voluntad los están tirando por las ventanas. La aventura terminó y ya no caben rencillas sobre lo que no es posible. Lo que intentábamos era una valoración histórica de esa aventura. ¿Fue una posibilidad de hacer lucir la Verdad? O ¿era una trampa mortal que en su propio juego diluía la Verdad?.
Una cosa es clara. Benedicto se dio por vencido. ¿Entendió que estaba a contramano de la historia y se hizo a un lado? Quizá. Eso significó que un nuevo dogma se declaraba “impuesto” por el “sensus fidei” y Kasper es el indicado para darle una adecuación conceptual histórica? Y… le veo grandes posibilidades.
Pero para atrás y sopesando. Entiendo que no hubo momento más peligroso y dañino que el pontificado de Benedicto. Momento que el tradicionalismo navegó – no sin zozobras- descampando con éxito, y que sin embargo permanece en la nostalgia de algunos que han vuelto a una perplejidad que ya había sido disipada, y se encuentran coincidiendo con los perplejos que se vienen sacudiendo el polvo de la defenestración y no saben qué rumbo tomar.
El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones.