La República es la institución política por excelencia del mundo moderno, el estado republicano está al servicio del materialismo, el individualismo, la deshumanización y el ateísmo.
Con la República viene la profanación de la identidad tradicional de Europa y de España, tal fué la ola destructiva que se desencadenó con la revolución francesa y cuyo gran logro consistió en la desaparición del Imperio Español, escudo y espada de la cristiandad durante más de trecientos años.
Aquel siglo de las revoluciones y las repúblicas, implantó el liberalismo, la democracia y trajo después el socialismo y el comunismo. ¿ Puede existir un liberalismo nacional o un capitalismo social ?. Entonces como es posible que la República, obra predilecta de la masonería y de los enemigos de España, se transforme en deseable porque se le agreguen los adjetivos nacional y social.
La dinastía borbónica desde Carlos IV tiene una acreditada hoja de servicios en términos de desgobierno y decadencia para España, siempre dispuesta a ceder ante los enemigos internos y externos de nuestra nación con tal de garantizar su continuidad en el trono, pero pretender que sea una República quien la sustituya sería cambiar a los siervos del mal por el mal institucionalizado. Ya pasó con la II República y volvería a suceder, en circunstancia que en lo referido a la unidad nacional, son ahora todavía más graves.
La República es hoy el caballo de Troya de los separatistas en las regiones de España en las que todavía podría surgir una reacción que haga frente a la desmembración. Tan es así que quienes promueven la República y alientan las movilizaciones ciudadanas, Izquierda Unida y Podemos, han dejado claro su posicionamiento a favor de la independencia de Cataluña y Vascongadas y a la desaparición de lo que queda del estado español, reemplazado según aspiran por una suerte de federación de república ibéricas. Todo el discurso a favor de la República está al servicio de la ruptura de España, y es precisamente ese y no otro es su cometido.
Desde posiciones nacionales no cabe transformar el discurso español y patriota, en un discurso republicano y populista. Eso sería más que un error en estas circunstancias, sería una traición de la misma naturaleza que la que cometieron aquellos españoles que se pusieron al servicio de Napoleón porque pensaban que así regenerarían la nación.
El republicanismo no pertenece al acerbo de nuestras tradiciones políticas, por el contrario es un elemento substantivo en el ordenamiento político al que aspiran nuestros enemigos. En la actual encrucijada de España, la República que quieren traer está al servicio del separatismo, será la marioneta en la que pretenden convertir lo que todavía queda de España. Conviene pues no participar en la tramoya del republicanismo. Quien lo haga, habrá asumido el papel de un renegado al que además no le cederán sitio para participar.
Entre el Borbón y la República, guardad la formación porque tras ellos está el separatismo y como dice el Eclesiastés: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”.
También nosotros tendremos nuestra hora, será la hora de España.