y además corrés el riesgo que te bauticen gil”
(“Las Cuarenta”, tango de
Francisco Gorrindo y Roberto Grela).
Dice Julio C. González en “Los tratados de Paz por la Guerra de Malvinas”: “En cuanto al rol del fútbol como elemento permanente de desinformación y distracción, que erradica los problemas elementales y fundamentales de la Nación Argentina, Emilio M. Fernández Gómez, en el Tomo II de su obra «Argentina, Gesta Británica» expresa esto: «Un mundo futbolístico pleno de acontecimientos apasionantes con un protagonista anónimo, el público,le agregó un factor cultural más a la ya fuerte influencia británica en los hábitos y costumbres argentina»”.
Juicio discutible, por cierto, pero no para desatender. Juicio que admite matices, grados,sutilezas, paradojas. Pero juicio atendible, reiteramos.
Es bueno recordar aquí la definición de Guerra Política que traen los manuales de la materia: “Es el conjunto de las acciones no militares destinadas a dividir, engañar, desinformar y someter al enemigo. Son operaciones encubiertas no violentas de Inteligencia Estratégica”.Uno de los tipos de Guerra Política es la Guerra Ideológica, que incluye varias misiones: la desinformación y la distracción en primero y segundo lugar. Para la distracción sirven, entre otras cosas, los grandes espectáculos masivos.
Otro de los tipos de esta guerra, que en definitiva busca el control de la conducta de un pueblo, es la Guerra de masas. Su objetivo básico es la manipulación de las muchedumbres, las cuales -aturdidas y confundidas por los multimedios- pueden quedar inertes ante cualquier acción contraria al bien común. El mismo Thomas Jefferson se quejaba al respecto de los gobiernos que no dividen y equilibran los poderes en un sistema de controles recíprocos, y que, aunque sean elegidos por una mayoría, son considerados por él como un“despotismo electoral”.
Osvaldo Guzzi denunció en el nº 107 de “Cabildo” (“Narcocracia o la Democracia como vehículo del narcotráfico”) los vínculos entre fútbol y narcotráfico, así como las cifras invertidas en el programa “Fútbol para todos” durante el año 2013 hasta principios de diciembre: 1.137 millones. Por otra parte, noticiosos de TV mostraron los sucesos relacionados con el narco en Sinaloa, incluyendo el apoyo por una parte del pueblo al jefe narco “Chapo” Guzmán tras su detención. Esa parte de la población le estaba agradecida por sus dádivas, hecho similar al apoyo brindado entre nosotros por una barra futbolera a otro jefe narco, Miguel “Mameluco” Martínez, como relata Guzzi en su artículo.
También es llamativo el caso de Richard Grasso, presidente de la bolsa de Comercio de Nueva York, que se abrazó con el comandante Raúl Reyes de las FARC, jefe de ese grupo narco terrorista, en plena selva colombiana, en 1999.
Por supuesto que esto de nuevo no tiene nada: ya Platón en su “República” pone en boca de Sócrates, ante una pregunta acerca de la figura del tirano: “¿dónde encontrará gentes fieles?”, la siguiente repuesta: “Si paga bien, acudirán en gran número de todas partes”. La droga es una forma de tiranía.
No conviene equivocarse, entonces; el narcotráfico es, sí, una empresa muy bien organizada, con enormes ganancias, pero es, fundamentalmente, un factor de poder. Cabe recordar que el Emperador de China, alarmado por el avance de la drogadicción, ordenó en 1839 al comisionado de Cantón, Lin Tse-Hsu, iniciar la represión del comercio del opio, por lo que éste inició una intensa ofensiva contra las Triadas (Sociedad del Cielo y de la Tierra), una especie de mafia china. Conviene tener en cuenta, además, que según una cita de la“Encyclopaedia Britannica”, en su edición de 1977, Lin, en una carta a la reina Victoria “le preguntaba a ésta si permitiría la importación a su propio país de una sustancia tan venenosa, y le pedía prohibirle a sus súbditos traerla al suyo”.
Se refería, naturalmente, a la Compañía Británica de las Indias Orientales (East India Company) y sus subsidiarias, que exportaban opio desde la India a China. Sigue la cita: “Lin se servía de un tono moral agresivo, en tanto procedía implacablemente contra los mercaderes británicos, de tal modo que no podía dejar de insultar a su gobierno”.
En fin, en 1840 se desató la primera guerra del opio, que concluyó con el Tratado de Nankín de 1842, que “indemnizó” a la Corona con la suma de 21 millones de libras de plata y el control del puerto libre extraterritorial de Hong Kong, fuera de los límites de investigaciones incómodas. Después de la segunda Guerra del Opio (1856-1860), y firmado el Tratado de Tientsín, los bancos y casas comerciales británicas fundaron la Hong Kong and Shanghai Banking Corporation (HSBC). No hace falta detallar en que se convirtió Hong Kong: el centro mundial de la corrupción.
Tal vez por pura casualidad, durante la década del ‘90, sucedieron en nuestro país dos cosas, entre tantísimas otras, por supuesto: 1) la reforma de la Constitución (CN) del ‘94, por la que la Capital Federal pasó a ser la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; 2) la radicación del HSBS en el país. También curiosamente en esa década los británicos devolvieron Hong Kong a la China. Cuatro años después de la reforma, el precitado González escribía que Buenos Aires “se perfila como un centro financiero autónomo, muy similar a Hong Kong”.
Pero volviendo al tema de “Fútbol para Todos”, por supuesto que no podía dejar de ser utilizado como insistente propaganda provocativa y disolvente; por ejemplo, llamando a un Torneo “Nietos recuperados”. Las descaradas “Abuelas” se valieron del Mundial y de la figura de Messi para llevar agua para su molino. Y nadie dijo nada. “Hace diez mundiales que te estamos buscando”, le hicieron decir al astro futbolístico. Nosotros somos más modestos: hace un par de picaditos de barrio que estamos esperado que las metan en cana por delincuentes.
Ortega y Gasset decía en “España Invertebrada” que una sociedad necesita para sobrevivir un “programa atractivo de vida en común”, y que la misión imprescindible para ello es “el afinamiento de la raza”. Según Charles de Gaulle, ¡nada menos!, “Francia no puede ser Francia sin grandeza”. Pues teóricamente parecería que la Argentina tampoco. Pero no ayuda mucho a tal propósito la idiotización compulsiva.
De acuerdo con el Evangelio “no se puede servir a dos señores”. Si se quiere servir a Dios y a la Patria, la recta doctrina nos enseña el camino. Ahora, si la meta es “no pensar ni equivocado”, como dice el tango, lo mejor es embutirse en un sillón frente a la TV, disfrutar de cualquier programa basura acompañado de zapi y moscato, o en su lugar una birra helada. Casi obligatoriamente después un porro. Buena síntesis del actual horizonte de los reclamos del homo kirchneriense, la halló la banda cuartetera Los Caligaris con su éxito de ventas:“hagamo un asado, tomemo un ferné”.