LA IGLESIA DEL VERDADERO DIOS NO PUEDE EVOLUCIONAR BAJO EL SIGNO DE LA MENTIRA. Es sin embargo lo que parece ocurrir, sobre todo a través del engaño de los dirigentes desde el Concilio Vaticano II. Es importante no dejarse engañar por máscaras, es importante romperlas sin considerar las abominables manos eclesiásticas que quisieran colocarlas sobre nuestro rostro e imponerlas a nuestra vida interior.
Cuantas veces desde el Concilio Vaticano II, entre obispos y sacerdotes de buena voluntad, entre priores y hermanas obedientes, cuantas veces se ha renovado el atroz dialogo del chantaje mas insidioso, el chantaje que apela a la fidelidad, al deseo de santidad, a la voluntad de dar todo por Jesucristo. Y cuantas veces religiosos, religiosas o sacerdotes seculares han sabido encontrar en la simplicidad de su fe, en la rectitud de su amor, la fuerza para resistir tranquilamente al chantaje, de no envenenarse ni de romper con su resistencia; sino al contrario acercarse a Dios, al Dios de toda consolación.
Esto pasaba al comienzo del año de gracia de 1970, poco después del “lanzamiento” del Novus Ordo del Papa innovador. El obispo había hecho nombrar a un joven cura de una modesta parroquia. Quien iniciaba incomodo pero que quería ser bueno; felicitaciones banales que trataban de hacerle dar el cambio; luego, de repente, no sin una visible molestia, un ataque repentino de la parte del obispo: pero en fin... ¿que espera usted para asumir la nueva misa?.
-Perdón, Monseñor no hay la nueva misa, hay las misas nuevas y tantas como sacerdotes.
- Que sea, pero usted celebra como siempre hemos hecho hasta aquí. ¿Esto va a durar todavía mucho más tiempo? El Papa ha hablado.
-¿Y que es lo que ha dicho Monseñor?, ¿A dado anatema a cualquiera que celebre según el rito católico tradicional, latín y gregoriano? ¿El Papa nos ha cargado la consciencia con un pecado mortal si nosotros perseveramos con dar la misa como él mismo, Papa, lo ha dado durante 30 o 40 años? ¿El Papa ha hablado de sanciones canónicas? Digo canónicas, Monseñor, no ignore el sentido de este término.
-Sigamos, Señor cura, ni Papa ni concilio quieren hablar más de damnificación ni de condenación. Pero en fin, usted que habla tan seguido en su boletín parroquial, de la fidelidad a la acción del Espíritu Santo, entonces ¿no teme haber puesto resistencia al Espíritu Santo? ya que es la obra del Espíritu Santo esta prodigiosa renovación.
-No temo para nada resistir al Espíritu Santo guardando el rito tradicional de la Misa. No temo tomar el camino del mínimo en la obediencia y el fervor.
-Usted no toma sin embargo el camino de la máxima obediencia y abnegación.
-Perdón Monseñor, ese camino del máximo que yo siempre he querido seguir, que siempre he predicado como la continuación del Maestro, no puede ser un camino de tinieblas.
-Y bueno!; donde ve usted un camino de tinieblas en la obediencia a las disposiciones del Novus Ordo?.
-Pero, Monseñor, el jefe que pretende comprometer nuestra obediencia, siendo que él no osa comprometer su autoridad, nos tira por eso mismo en un camino de tinieblas. El nos engaña, nos enrosca, es un mentiroso. Piense lo que quiera, Monseñor, pero antes de presionarme, de exhortarme (a su manera) a tomar el Novus Ordo para librarme a fondo de estar al servicio de Nuestro Señor, déme una garantía suficiente que se trata bien de un servicio de Dios y no de un capricho pontifical, para no decir un abuso de poder sacrílego.
-Si verdaderamente la misa nueva o las misas nuevas vienen del Espíritu Santo y no del espíritu de las tinieblas, tenemos solo un medio de saberlo, que el jefe, a quien el Espíritu Santo parece inspirar en la renovación, que ose entonces ir en contra de los opositores en el nombre del mismo Espíritu Santo. Si él no lo hace, es la prueba de que no esta seguro.
-Ah! que veo bien que usted no ha dejado lo del legalismo y anatemas. Jesús ignoraba los anatemas, Vaticano II ha hecho como el Señor. Y nuestro conciliar Papa, según las palabras de un cardenal, ha apostado por el amor.
-Papa conciliar e in-conciliante. La prueba: No le hace la guerra a nadie excepto a sus hijos que guardan la Misa de siempre. Pero dejemos eso. Usted encuentra que no hay anatemas en el Evangelio. ¿Y las maldiciones de las ciudades del borde del Lago? ¿Y las maldiciones a aquellos que escandalizan a los pequeños que creen en el nombre de Jesús? ¿Y las maldiciones a los hipócritas? Si nuestro conciliar Papa quiere imitar a Jesús, que lo imite igualmente en su actitud al cuidado de los cristianos que no aceptan lo que parece ser un mandato de él, Papa, pero que no lo puede ser. Una vez más, si él manda en el nombre del Espíritu Santo que condene también en nombre del Espíritu Santo. El tiene el poder de unir y de separar, que lo ejerza con franqueza.
Muy irritado el obispo levantó la sesión. Se vuelve al sacerdote y murmura entre dientes “Inútil discutir, no ha comprendido nada sobre la evolución de la Iglesia. Como si hubiésemos hecho un concilio para nada”.
Este simple cura ha escapado noblemente del chantaje. Por su parte, el estudio de títulos de autoridad no procede de una voluntad oscura de hacer lo menos posible. El simplemente estima que el camino que la autoridad le propone como un don, el mas generoso, no puede ser un camino de tinieblas o de falsos semblantes. El solo quería darse, pero darse en la luz. El obispo y el Papa habiendo aportado solo como garantías suficientes una nueva forma de generosidad y de obediencia que reclaman de nosotros, que están verdaderamente situado en la luz, este simple sacerdote a estimado que no deber cambiar nada a la forma precedente del don de si, que estaba manifiestamente en la luz mas pura.
Si es el Espíritu Santo quien asiste al Papa para hacer reformas que van contra lo que esta intrínsecamente ligado a la tradición apostólica, el Papa debería entonces excomulgar en consecuencia, en el nombre del Espíritu Santo, a aquellos que se resisten a sus reformas. Si no lo hace, no tenemos la seguridad que sus reformas vienen del Espíritu Santo
Una piedad que para profundizarse se ata a la Misa tradicional católica, una fe que para aclararse continua instruyéndose en el Catecismo Romano, un celo que, para alimentarse, se arraiga en las practicas probadas de ascesis y oración, esta piedad, esta fe, este celo no están comprometidos en un camino tenebroso; proceden del espíritu de luz, del Espíritu Santo.
En consecuencia rechazar la Misa, el catequismo, la disciplina religiosa que fueron siempre aprobadas antes de Pablo VI, rechazar en una palabra una tradición intrínsecamente ligada a la tradición apostólica, una tradición entonces contra la cual el Papa no tiene ningún poder, eso sería resistirse al Espíritu Santo.
(R.Th. Calmel, o,p.)