Y eso es muy correcto. Sí, ambas cosas son manifiestamente reprobables. Ahora bien, entonces, ¿por qué los mercaderes del aborto y los que luchan contra los malos tratos tienen los mismos abogados, reciben las mismas subvenciones, realizan los mismos circuitos, se agrupan en las mismas asociaciones y tienen los mismos representantes? Las asociaciones de mujeres maltratadas defienden a las clínicas aborteras y a los centros de planificación familiar, verdaderos mataderos -unos y otros- donde se realizan las grandes masacres del siglo XXI.
¿No será que todo el aparato presuntamente represor de los malos tratos a mujeres no es más que un montaje para cebarse con niños, adultos y ancianos, es decir, para ejercer la violencia feminista? Porque los nombres se repiten. Y de cuándo ese movimiento feminista no sólo tiene conexiones privadas sino también públicas, es decir, cuándo las feministas han usurpado los medios del Estado… entonces mejor no hablar.