No nos van a contar a nosotros, los setentistas, de qué se trata el terrorismo. Cuando los poderes mundiales necesitan que en un lugar haya anarquía y guerra civil, pues alientan alguna facción fanática de cualquier cosa, la financian, la arman, la entrenan y la ponen a funcionar. Todos saben que esto no es suficiente más que para armar un pequeño lio, cuando en dicho país existen unas fuerzas del orden más o menos organizadas y decididas a ponerle fin. Así que hay que sembrar en el gobierno de dicho país el virus que impida o retarde el movimiento del aparato defensivo. El sida político. Que no es otro que la democracia. Pero no cualquier democracia, ya que si sólo es un sistema de elección de gobierno, y se le puede colar un rato de dictadura, poray reacciona y les pega un palo y listo, como acá, ¿se acuerdan? Tiene que ser una democracia que se constituya en una religión, y que sus dogmas de indefensión cobren tal arraigo en la creencia de las masas, que prefieran el martirio antes que el violarlos. Los derechos humanos, el respeto a la pluralidad, la no discriminación, la libertad de cultos, la libertad de expresión; todos estos son los dogmas de la indefensión y de la falta de reacción.
¿Bajo qué promesa de cielo quedan amparados estos dogmas? Bajo la promesa de que sin ellos perderemos la libertad, esa libertad que ha construido estas ciudades tan cómodas, tan llenas de placeres, tan llenas de diversión, tan amplias y cosmopolitas. El proteger esta vida de burgueses lascivos y despilfarradores justifica el riesgo de no poder cargarse al enemigo de una vez y para siempre a balazos en los callejones oscuros; porque esto implicaría vulnerar estos derechos y estos dogmas fundantes. Es más, como es tan agradable esta vida que nos otorga la modernidad democrática, pues pensamos que a corto plazo, sin necesidad de incomodarnos con sacrificios, estos locos, una vez que los prueben, se convertirán al placer ¿quién no? Y se despliega todo un apostolado del placer libertario que vomitan los medios - que hay que reconocer que tiene sus frutos - y vemos a los viejos guerrilleros empalmar una torta de guita que les espera como premio de haber sido conversos a la democracia. ¡La fiesta del hijo pródigo!
Pero hay otra cara de esta moneda. Este cielo burgués no está garantizado por la Omnipotencia Divina. Se sostiene con guita. Y es cierto que la guita se puede producir por plazos bastante largos con cierta forma de omnipotencia creadora; se puede emitir a gusto, se puede crear guita futura que se gasta hoy, pero de todas maneras, en un punto, alguien tiene que perder el acumulado ficticio. Y para eso son estupendas las guerras, las demoliciones y los planes de reconstrucción. Es más, con ellas se pueden fijar ciertos plazos de sacrificio para volver a impulsar la vida placentera. Uno podría decir que sería mejor hacer como los egipcios, sin necesidad de guerras, establecer siete año cada siete en que nos jodemos todos voluntariamente con las vacas flacas. Pero esto es mucho. Tiene que ser abrupto, cortito y de vuelta.
Es decir que esta religión democrática necesita también de sus demonios. El cuco. Que aparece cada tanto y sirve para cerrar las cuentas y aplicar medidas de orden en medio de la orgía. Y los grandes sacerdotes de esta religión, cada tanto, arman un cuco y nos meten en un quilombo. Ajustan y vuelven. Es fácil. Salvo cuando te toca estar en el lugar en el que caen las bombas.
Con Hitler el cuco casi les come el culo, y con Stalin lo mismo. Pero la llevaron bien y aprendieron. De allí en más, los cucos son prefabricados en fábricas, con elementos primarios que no poseen organizaciones estatales importantes, no poseen moneda, ni bancos, ni fábricas de armamentos sofisticados - dependen de ellos en todo - a veces con materias primas que ellos les compran, pero no mucho más que eso. A China, que era de los cucos jodidos, la mantienen con soborno. Putin juega a lo mismo y clinc, clinc, clinc. El pobre Kadaffi se quiso pasar y así le fue cuando quiso crear una moneda ¡chof! ¡chof!.
El asunto ya se sabe en todos lados. Pero entonces, para mantener vigente el sistema, el cuco nuevo tiene que ser creíble. Tiene que parecer que por momentos se les puede descontrolar y cagüentodos. Además no siempre tiene que pegar en las periferias. Cada tanto debe pegar en corazones de la vida burguesa. Y creo que lo tiran a la moneda, o se postulan y pagan soborno como para la sede de los mundiales, porque todo puede ser un negocio. Hoy Nueva York, mañana París. Pues si pasa siempre en esos lugares del culo del mundo ya a nadie le importa un pito.
¡Viene el cuco musulmán! Ya sabemos que no tienen fábricas de armamento - se los proveen ellos mismos - no tienen moneda - se las proveen ellos mismos comprando materias primas baratas - y más o menos los controlan. O los controlan. Más o menos.
Pero existe otra consecuencia. Este juego de mantener el despilfarro, necesita de territorios más vastos de licuación y de percepción de ingresos. Organizaciones cada vez más concentradas que organicen la tributación más prolija (lo vivimos en estas provincias pedorras). Y a la salida de cada una de las guerras que se organizan, el mundo es más estrecho. El poder se centraliza. Y entonces aparece la verdadera guerra. La de los lobbies internacionales que pujan por hacerse de todo el manejo de la torta financiera mundial, mientras la televisión muestra las guerras de mentira, que son de verdad, pero son de mentira.
El Papa de turno, que rara vez es un güevón, trata de jugar para que quedemos en mano de alguno de esos lobbies, según entiende él cuál es el más pasable. O como Juan Pablo (perdón, San Juan Pablo) que juega a construir una síntesis con varios lobbies (por ejemplo, no dejar totalmente afuera el lobbie soviético que estaba frito y darle la posibilidad de resurgir ahora con el KGB Putin). Por supuesto está invitado al juego toda vez que se haga de la nueva religión. La democrática. Que no es tan difícil porque tiene un lenguaje que hace acordar al Evangelio en algunas cosas. Funciona.
Francisco se siente un poco outsider, y va de visita, queda bien y dice, “¡che…!!!! ¡que el cuco también me amenace a mí, sino me dejan como un perejil!” “Ok, Ok, amenázalo, y si te lo cargas poray mejor, otro santo para el panteón democrático”.
La cuestión es que con el cuco de hoy, el Estado Islámico o el gran Califato, han armado una nueva torta que parece que por un rato le toca a Francia. ¿Joderse? No tanto. La industria bélica francesa estaba en zaga y ya pudieron sopar algo en el asunto de traicionar a Kadaffi, y ahora de parabienes. Plan de austeridad para enfocar algunas cuentas que el socialismo francés estaba viendo irse, más un poco de cantar la Marsellesa y parar el gasto.
Pero entre los toma y daca de los poderes de allá arriba ¿quién saldrá fortalecido? Yankis, Judíos, Putin y la Unión Europea van haciendo los deberes. O poray? - cantaba Garay - se los come el cuco islámico. No creo.
Pero lo que viene, y aquí estamos en la ciencia ficción, es una vuelta más de tuerca a la salida de la jugada, para la conformación de un poder mundial más cerrado, al que los dos últimos Papas vienen clamando a los gritos en sus encíclicas. Al Padre Sáenz le gusta Putin (a mí se me enfría la sangre), calculo que porque ve un problema: si algún cuco alguna vez gana, se va a encontrar con todo servido; y entre Mahoma (que puede ser todo un bulo), prefiere a Putin. Pero elijan, a gusto y piaccere.
La historia se acelera porque la creación ficticia de riqueza requiere cada vez ciclos más cortos de depuración. Las soluciones a las crisis requieren cada vez más concentraciones de poder de recaudación. Y la cosa se va acercando. El mundo tiene todos los huevos en la misma canasta y todavía no se sabe quién es el que la cuida. O se sabe que es una camándula que la sostiene con varias manos, teniendo mucho cuidadito mientras se patean las canillas. Pero en un momento… uno va a decir ¡¡aacatáaaa…!!! Y se va a dar el gusto de tener todos los huevos y poner los nuestros al horno. ¿Por mucho tiempo? No. Por poco. (yo creo que por tres añitos) ¿Y después?
¿De dónde saco todo esto? De los diarios, ¿o son ciegos? Ahhh… ¡estaban boludeando! Programando las vacaciones. Mirando el balotage. ¿Macri o Scioli? Perdonen que los distraiga. Pero, me dirán los más cercanos… ¿y Dios? ¿Cómo entra en esto? … Esa es otra historia, que si la tengo que hacer coincidir, no me queda otra que el Apocalipsis. Pero por impaciencia más que nada. ¡Una vez va a aparecer el Cuco de verdad y agarrate!
Me voy a dar una vuelta a caballo.