No vaya nadie a creer que Gramsci fue un gran pensador y que ni siquiera su planteo estratégico constituía una gran novedad. En suma lo que dijo es una vieja ley política que rige desde que el mundo es mundo: No existe gobierno posible sin un consenso mayoritario en la sociedad en que reina.
Se lo avisaba a los ché guevaras que iban a ser fusilados por policías proletarias que lo único que entendían de estos locos, es que eran unos furiosos, y que esos mismos policías tenían otras categorías de orden y no habían entendido la revolución por más bolivianos que fueran.
El enano italiano proponía la lucha a partir de la participación de la ideas revolucionarias dentro del esquema de “partidos”, manejando un tanto maquiavélicamente el ideario burgués, hasta tanto ir paralelamente conquistando el poder y conquistando la “mentalidad” de la clase proletaria por una penetración cultural que haga de cada uno de ellos “un intelectual orgánico”, es decir, un “creyente” de la revolución.
(Si quieren ver algo más sobre este tipejo, les recomiendo no recurrir a la charla del P. Saenz que está en youtube, el buen cura suele tomar los temas bastante a su capricho y con la buena intención de producir una charla edificante para muchachos de la línea media. Pero arma una ensalada a gusto y piaccere traicionando el pensamiento del autor. Vayan mejor a los seguidores de este jorobado que son más certeros).
Como les decía, el veía que el modo de ser burgués, esa especie de sentido común instalado, dominaba los reflejos de la clase proletaria occidental, y que sobre esto había que trabajar, sino, aún la toma del poder no auguraba nada bueno ni permanente. Con respecto al catolicismo, él ya hablaba de un catolicismo que había comprado las puestas burguesas y no era su problema el pensamiento tradicional, al que sabía – como lo sabía Marx- extinto.
Ahora bien, no era tan memo de pensar que transformaría a la misma burguesía por un proceso de inculturación pacífico. Mantenía el presupuesto marxista de lucha de clases, pero había que preparar la clase proletaria occidental para la revolución, produciendo en ella una deconstrucción de las categorías burguesas asimiladas desde la Revolución Francesa. Y para que ello se produjera había que lograr la “hegemonía”, pero como paso intermedio y no como paso final como dice el Cura.
¿Qué es la hegemonía? Pues es la “hegemonía”. Es decir, tomar el poder desde el partido y por el juego democrático e instalar la cultura en la clase proletaria. El P. Saenz entiende que la hegemonía era la penetración cultural, para después tomar el poder. No. Porque al italiano no se le ocultaba que la otra clase, la burguesa, si mantenía el poder, iba a impedir la inculturación por un sistema de castigos y sobornos hacia la clase proletaria. La hegemonía son las dos cosas. Pero esto era un paso intermedio, después venía el leninismo (cosa que se le olvida al Cura mencionado). Había que asesinar a la clase burguesa mediante la guerra porque estos son “inconvertibles” e irredentos, y para lo cual, en el proceso de inculturación, había que ir crispando las diferencias de clases a fin de ir depurando esta confusión maquiavélica de principios revolucionarios y burgueses que les hubiera permitido la toma de poder democrático. Es decir, un posterior proceso de purificación de todo el lastre burgués que se había adquirido para enfrentar la puja electoral que te lleva con un engaño al poder. Había que ir “sincerando” las puestas más revolucionarias, las cuales ya deberían haber tomado carne y hecho una “forma mentis” en los líderes del proletariado, en los “intelectuales orgánicos” (que es una especie de “fe del carbonero” cristiano).
Muchos suelen confundir el concepto Gramsciano de la “revolución pacífica”, como si esa fuera su propuesta. No, esa “revolución pacífica” es la del enemigo burgués, y es la que hay que resistir, revolución que incultura al proletariado para que trabaje para el provecho de los capitalistas. Es lo que él llama una revolución-restauración (es el Gatopardo, “que todo cambie para que nada cambie”, eso es la revolución francesa y burguesa). Los proletarios saben que la revolución marxista tiene necesariamente un momento final violento que consiste en la guerra armada contra la burguesía para exterminarlos, ¡chof! ¡chof!.
El equipo kirchnerista hizo todos los deberes. Se adueñó del “partido”, ganó las elecciones disfrazado con muchas de las propuestas burguesas y llevó un trabajo de inculturación de las clases proletarias con un inmenso despliegue cultural por los medios masivos, las escuelas, universidades, ONG, y hasta tuvo gran parte del aparato judicial y el militar. Realizó, aunque tímidamente, la tarea de crispación, el combate ideológico que fanatiza y precede al combate sangriento. Pero le falta el remate. Debió – o debe- exterminar a los burgueses, destruir esa revolución burguesa antes de que recuperen la “hegemonía” ellos, y todo se vuelva para atrás y vuelva el gatopardismo macrista. El Chavismo lo tiene más claro. O más posible. Veremos.
Para que entiendan; el kirchnerismo, la Cámpora, sabe que le falta cumplir una tarea y lo siente como un cargo de conciencia, que lo sufren enormemente. Se les va el tren.
¿Por qué se les fue? (Ojo, que pueden reaccionar, pero quedan pocos días). Porque en esa maquiavélica manipulación de los valores burgueses que se hace para lograr la toma del poder democrático, se te pegan muchos; y luego, en el proceso de depuración, te cuesta soltarlos, y resulta que terminaste siendo un burgués y no podés volver. Chávez y Maduro conservan una estética proletaria y compran “fierros”, toman medidas más o menos leninistas, meten en cana a la oposición y matan a los más virulentos a la vista de todos. La cosa es más seria. Pero esta revolución neomarxista argentina se convirtió en una cleptocracia, con estética buittón, con hoteles de lujo, aviones a chorro y asesinatos encubiertos de suicidios; y así como no pudo dejar de ser burguesa ella misma, no pudo hacer la inculturación total de los valores burgueses en la clase proletaria. Y chau pinela, ellos saben que han traicionado a Gramsci y lo cargarán en sus babosas conciencias neomarxistas.
Maduro es más fiel, pero se olvida que hoy todos los movimientos deben tener dimensiones globales, porque tu victoria gramsciana puede ser anulada por una fuerza internacional pro-democrática y también ¡chau pinela!
Ahora viene la anécdota. La democracia es como una meretriz que se muestra complaciente y de piernas abiertas para todo el que pretende una conquista, y ¡todos se tientan! ¡Es tan fácil! Tiene una amplia alcoba con almohadones y una heladerita con champán. Más rápido de lo que te imaginabas ya estás en el lecho con ella. Pero… es para fornicar y divertirse. Si crees que la vas a hacer tuya para convertirla a la revolución marxista, o se te ocurre que luego le vas a pedir que se haga una devota cristiana; pues eres un perfecto imbécil que no sabe nada de putas, y si sólo crees que va a seguir siendo puta, pero sólo tuya, entonces eres el más perfecto de los cornudos complacientes. Es más, si crees que después del revolcón, tú vas a ser el mismo, y no te va a pasar como a Cristina con el gusto por las amplias alcobas, el champán y la lencería de seda… pues no sabes nada de corrupción.
La democracia como la prostituta se muestra débil y fácilmente penetrable, pero sus lazos dulces y perversos crean relaciones que van en el curso más adecuado de nuestra tendencia caída y, ni la espiritualidad cristiana, ni el voluntarismo revolucionario, han podido escapar a su deriva placentera y burguesa.
Así como el cristianismo ha sido la forma egregia en donde el hombre redimido encuentra el curso adecuado de sus mejores tendencias, así la democracia burguesa constituye la ancha avenida donde el hombre caído expresa su tendencia abajada con más comodidad y menor reclamo de conciencia. La democracia se engulle a todos a sus amantes, a los sinceros, a los fraudulentos, a los ocasionales, a los que van por provecho o a los que quieren convertirla. La Gran Prostituta.
Como hoy Cristina traiciona el aviso de su mentor que le solicita asesinar a la gran puta en su lecho de vicio, y no se atreve por propios reflejos burgueses y por miedo a sus otros amantes. De igual manera les pasará a todos los que entren a jugar con ella. Me atrevo a pronosticarlo con el lujurioso Islam y… ¡hay de los católicos que escuchen sus palabras y huelan sus aromas! creyendo que luego la pueden llevar a Misa.