Fusión. “Murió el docente Carlos Fuentealba, fusilado por la policía - una víctima de la política del garrote”, rezaba un titular del periódico oficial “Página 12” (6.4.07), resumiendo en un renglón el estallido ideológico -fusión de prejuicio y calumnia- ocasionado por la muerte del maestro neuquino, ocurrida en un corte de ruta. Se oye un estruendoso alboroto, pero no todo por dolor auténtico. Porque el revuelo mediático huele fuertemente a hipocresía, cubriendo la campaña de la subversión oficialista, que utiliza canallescamente la tragedia a costa del dolor de una familia consternada. Por algo el aire satisfecho de la zurda y por algo el mandatario de la provincia aludida habló de perversidad señalando a los más altos peldaños del Gobierno...
Se trata pues, de una nueva muestra de la postración social y del manejo tiránico de los medios. Una movilización masiva de quienes para colmo callan brutalidades alevosas, como los asesinatos de policías caídos defendiendo el orden. Y, por supuesto, siguen guardando silencio ante tantos atropellos, sobre todo frente a los crímenes premeditados y aplaudidos contra criaturas por nacer. Es simplemente el dominio de una hipocresía característica.
Blasfemia. Al día siguiente, Sábado Santo, la misma hoja del comienzo, exhibía una caricatura de la Crucifixión; mostrando a Jesucristo en la Cruz, sobre un gran charco formado por las lágrimas de Nuestra Señora y otros dos personajes arrodillados a ambos lados. El desgraciado autor, ponía en boca de Nuestro Señor las siguientes palabras: "Dejen de llorar. Después de todo, yo me la busqué". Y agrega al pié: "Y libéranos de toda culpa. amen..."
La burla maldita del sacrificio voluntariamente aceptado por el Redentor y del dolor de su Santísima Madre, no ha suscitado ninguna reacción condigna. No digamos ya entre los medios “serios”: tampoco en círculos católicos. Los cuales parecen ya acostumbrados al insulto a lo más sagrado, como ocurriera con la exposición blasfema de la Recoleta, oficialmente auspiciada, y los ataques de homosexuales a la Catedral. Hay además un contraste que produce pesar adicional. Dos días después -AICA, 9-4-07- los alumnos que concurrieron a los establecimientos educativos de la Arquidiócesis de Buenos Aires, interrumpieron las clases a las 10 y a las 15, para rezar una oración titulada "En esta Pascua Carlos nos reúne". “Esta es nuestra manera de comprometernos con esta lamentable situación ocurrida en Neuquén”, dijo el profesor José María del Corral, de la Vicaría Episcopal de Educación, sumándose a la campaña. Es particularmente extraño que se permita comprometer de ese modo a la Iglesia Católica. Pero aparte de la sumisión mediática (descartando que sea ideológica), aumenta la sorpresa que se manifieste desde un organismo eclesial, de suyo silencioso frente a las blasfemias y atropellos que padece la Santa Religión. Y al mismo tiempo, no deja de llamar la atención esa especie de anticipada beatificación del occiso, de hecho colocado en la Pascua a la par con Jesucristo reuniendo a los alumnos.
Pesar verdadero. Todo lo expuesto sobre el aprovechamiento inicuo de la muerte de Carlos Fuentealba, es señalado sin mengua del dolor sincero por el luctuoso suceso. Pero también sumándolo a la consternación por los asesinatos de policías, de jubilados, de indefensos ciudadanos, de ancianos, de mujeres, de chicos y en especial de criaturas por nacer. La inmensa cantidad de víctimas que está sufriendo la sociedad, horrorizada frente al auge del delito y su manifiesta impunidad, sucede para colmo, al mismo tiempo que grotescamente anuncian una disminución de los delitos y atribuyen la inseguridad a sensaciones subjetivas.
Más para peor. El vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Agustín Radrizzani, en diálogo con “La Nación” a raíz de los hechos, acaba de decir que “hay que aclarar que los cortes (de ruta) no siempre son ilícitos porque a veces la gente no es escuchada”. “Hay una colisión de derechos entre el de supervivencia y el de circulación. Hay que dirimir cuál de los dos es prioridad en ese momento”. Todos los pensamientos que irrumpen ante la concepción jurídica situacionista, ceden frente a la sorpresa de ver tan bien sintetizada la aprobación de la acción directa de los piqueteros. Una de las creaciones más siniestras de la Revolución supresora del derecho. Los foros de Manta, de San Pablo o de Río, podrían descansar tranquilos.
Pero como broche de plomo para el ánimo, hay algo más: el importante prelado dijo que la relación entre el Gobierno y la Iglesia avanza “hacia una aceptación recíproca de modalidades diferentes”.
Con el mayor respeto y a costa de superar una fuerte aversión a la discrepancia pública, cabría preguntar qué arreglo puede estar avanzando en plena promoción del aborto. Para dar un solo ejemplo de la abierta política irreligiosa del Gobierno.