Con la actitud de fino analista francés, el corresponsal del diario comunista nos advirtió que “el principal enemigo de Sarkozy es Sarkozy”, porque, nos confiesa compungido, “Sarkozy da miedo”.
Al parecer, a los franceses les da mucho miedo que el ministro del Interior haga frente a los gamberros que queman coches -ajenos naturalmente- y se apoderan de las calles y de la propiedad -asimismo ajena, naturalmente- y amedrentan -al prójimo, naturalmente- en los suburbios de las ciudades francesas.
Como mujer que es, Royal está convencida de que, frente al gamberrismo, hay que hacer lo de Sarkozy: mano dura. Sólo que no puede decirlo, porque aun debe mantener el tópico de que la izquierda lucha por la libertad y la derecha por la seguridad. Además, no puede combatir la raíz de ese gamberrismo, que no es otro que la falta de sentido de la vida, por la sencilla razón de que ella carece, igualmente, de un sentido de la vida, como no sea el único mandamiento inventado por el progresismo: sólo me preocupa lo que va a ocurrir durante los próximos 10 minutos.
Por eso prefiere adoptar los dos modelos progres: o el del español Zapatero o el del argentino Kirchner. ZP ha optado por reducir la delincuencia y la sensación general de miedo con la reforma de las estadísticas. Sabe que la violencia primordial no es más que la humillación de un ciudadano por otro, y que eso no está tipificado como delito, salvo en el caso de que la ejerza un hombre frente a una mujer. Eso por no hablar de la aplaudida violencia criminal del aborto o de la expulsión del foro público de todo aquel que no tenga tragaderas para aguantar según qué cosas, es decir, de “los intolerantes”. Así que aunque la gente cada vez tiene más miedo a salir de noche, ZP presenta unas estadísticas donde se demuestra con toda claridad que la delincuencia desciende en España, algo que nadie se traga, pero a lo que nadie puede responder porque carece de información para refutarlo. Sencillamente, se sobrevive amedrentado y punto.
El sistema Kirchner da un paso más: Kirchner se sitúa del otro lado, del lado de los montoneros y piqueteros. Lo primero que hizo el presidente argentino consistió en denigrar a las fuerzas de seguridad y alabar a los adversarios. Dicho de otra forma, Kirchner apuesta por la ideologización de la delincuencia, por la que el delincuente se convierte en disidente, un ser heroico que en su lucha por la libertad de todos tiene que violentar la libertad de cada uno, empezando por la libertad de circulación.
Pero, en el entretanto, “Sarkozy da miedo”; no votes a Sarkozy. ZP utiliza la misma estrategia en España. El PP es un partido de ultraderecha, al que se le une ahora un segundo mensaje: el PP miente.
Todo lo anterior no significa que Sarkozy me caiga simpático. Todo lo contrario. Si Royal se mira en el PSOE, la UMP es un calco del PP: son progres de derechas. Y el único principio progre, de izquierdas o de derecha, es éste: abajo los curas y arriba las faldas. Odian a cualquiera que posea un principio, una convicción, y consideran que la libertad es eso que se hace en el tálamo. Como le dijo una progre de izquierdas al progre de derechas Mariano Rajoy, en el programa televisivo ‘Tengo una pregunta para usted’ (por cierto, invento francés): “¿Qué es para usted ser normal?: ¿Ser católico, heterosexual y esas cosas?”.
Con matices, la progresía de derechas y la progresía de izquierdas se parecen como dos gotas de agua: ZP y Rajoy, Sarkozy y Royal, sólo se diferencian en su concepción de la libertad y la seguridad. Lo único que se sitúa enfrente de ellos es una alternativa cristina: defensa de la vida, de la familia como célula social y salarios justos, también para los inmigrantes.
Por lo demás, Royal y Sarkozy, Sarkozy y Royal son dos caras de la misma moneda, las dos caras que pretenden dar una idea pluralismo, a pesar de estar forjadas con el mismo material y forman una unidad indisoluble.