La barbarie al Poder

Enviado por Esteban Falcionelli en Dom, 10/06/2007 - 10:39pm
Si no fuera que sólo en el área metropolitana, el espectáculo llega a tres millones y medio de televidentes, el comentario se ahorraría con una sola interjección adivinable. (Con perdón de las “trabajadoras” ad-hoc, como las denomina pulcramente el decreto 1086/05 contra las discriminaciones).


Pero con todo lo que tiene de culpable aquel sujeto encaramado en la cima del poder mediático, la responsabilidad de las infamias corresponde primero al Presidente distribuidor de preservativos y después a su sirviente del COMFER, que ha dado vía libre a la lascivia y a cualquier degeneración. 

Porque todos los días, a cualquier hora, la televisión y la radio rivalizan impunemente, repartiendo sus inmundicias -además de blasfemias y sacrilegios- para corromper a millones de espectadores, conforme a un plan revolucionario.

 

Ya resulta más que intolerable la hipocresía de la banda adueñada del Poder. Ella condena a un comisario por el menor desliz de un vigilante, pero tolera los funcionarios que incitan al delito (aborto) o se dedican full-time a soslayar sus deberes (COMFER). Éste es el caso de quien se ha dado por aludido sobre el “baile del caño” -¡oh curiosa coincidencia!- en vísperas electorales; amenazando fustigar con todo el peso de su pañuelo de seda a los desbocados pornógrafos (cfr. La Nación, 31.5.07).

 

Semántica Los romanos llamaban bárbaro al inculto, como contrario de docto. Por origen, por costumbres, por falta de cultura y por insensibilidad. Lo cual modernamente cabe a quienes pasan por alto las peores agresiones contra la verdad, la religión, la moral y las buenas costumbres.

 

Resulta pues muy curioso -o mejor dicho muy escandaloso- que se encomiende a los bárbaros la custodia de las buenas costumbres mediáticas.