San Dionisio

Enviado por Esteban Falcionelli en Mar, 09/10/2007 - 11:51am
Protector contra la histeria; conflictos; dolores de cabeza; hidrofobia y rabia. Se lo invoca pidiendo su intercesión por las personas poseídas.
 
 
La sabiduría del mundo es locura ante Dios. (1 Corintios 3, 19).

 

Según San Gregorio de Tours, San Dionisio, nacido en Italia, fue enviado a las Galias, hacia el año 250, con otros seis obispos misioneros. De este grupo, el que penetró más en el país fue San Dionisio, acompañado del presbítero San Rústico y del diácono San Eleuterio. Llegaron a Lutecia, hoy París, y establecieron una iglesia cristiana en una isla del Sena. Instigado por los sacerdotes de los ídolos, el gobernador romano Fescennino Sisinio lo hizo detener y decapitar alrededor del año 275.

 

Meditación sobre la prudencia:

 

I. Santiago en su Epístola, dice que la prudencia del mundo es terrena, animal o diabólica. La prudencia terrena es la de los avaros; la prudencia animal, la de los voluptuosos; y la prudencia diabólica, la de los ambiciosos. ¿En cuál de estas tres categorías se te puede catalogar a ti? ¿No es verdad acaso que no trabajas sino para procurarte riquezas, placeres u honores? ¿No son éstos los tres ídolos a quienes ofreces sacrificios? Les inmolas tu espíritu, les consagras tus afanes, les ofreces en holocausto tu prudencia (Tertuliano).

 

II. La prudencia del cielo desprecia estas tres clases de bienes. Desprecia las riquezas, porque no es a los ricos sino a los pobres a quienes Jesucristo promete la felicidad. Ella se priva de los placeres pasajeros de esta vida, para poder gozar de las delicias eternas en compañía de los bienaventurados. En nada cuenta la estima de los hombres: bástale la de Dios. En una palabra, desprecia todo lo que es de este mundo, para alcanzar el cielo, mientras que la sabiduría del mundo nos hace olvidar el cielo para no hacernos pensar más que en la tierra. Esta sabiduría funesta presenta ante nuestras miradas los bienes pasajeros y nos esconde los bienes eternos (San Eusebio).

 

III. Para conducirte en todo según la verdadera prudencia, piensa siempre en el fin que debes alcanzar. Hay que ir al cielo, he ahí mi gran negocio; si lo logro, soy feliz; si fracaso, todo está perdido para mí. ¿Qué medidas tomas para llegar al cielo? Proponte este fin en todas tus acciones y mira si ellas te conducen a él. Porque, después de todo, una sola cosa es necesaria.

 

Oración

 

Oh Dios, que en este día armasteis a vuestro mártir pontífice San Dionisio de fuerza y de valor para soportar los tormentos, y lo asociasteis a Rústico y Eleuterio a fin de anunciar vuestra gloria a las naciones, concedednos la gracia de despreciar, imitándolos, las prosperidades del mundo y a no temer las adversidades. Por J. C. N. S.