Sofismas para lacayos

Enviado por Esteban Falcionelli en Sáb, 19/07/2008 - 2:38pm
Cristinato

A medida que se agudiza la tensión entre la tiranía kirchnerista y los justicieros reclamos del campo, de dos argumentos centrales pretende servirse el Gobierno para convalidar sus atropellos. Por el uno, se insiste en el carácter democrático del Cristinato, surgido a ojos vistas de las urnas apenas un semestre atrás. Tal carácter le imprimiría no sólo legalidad y legitimidad sino sacralidad intangible, pues ya se sabe que para el mundo moderno cada voto es un gramo de maná. La argucia segunda -dirigida a conmover las tripas antes que el seso- consiste en proclamar que así las cosas, como el Estado las manda, quedaría asegurada "la mesa de los argentinos". De consentirse en cambio los pedidos agropecuarios, alejaríanse de nuestras tablas los bizarros choripanes y el soberano locro, jamás rendidos al universo diet.

Ninguna verdad contiene la enunciación oficialista. El sufragio universal es la mentira universal, enseñó para siempre Pío IX; y la soberanía del pueblo una máscara totemística, según el Kelsen que se olvidó de leer la profesora de soja. De modo que legitimidad de origen no tiene ningún gobierno democrático, surgido del azar cuantitativista y del fraude intrínseco que supone el hacer brotar el poder del recuento de papeletas. Legitimidad de ejercicio tampoco posee la presidenta consorte, por la razón evidente de que no es el bien común el atendido sino la gavilla ideológica a la que responde y los intereses multinacionales a los que servilmente acata. En política, querer sostenerse apelando a lo insostenible es algo más que una incongruencia. Es autodemolición.

Pero puesto que nadie osa señalar a la democracia como la causa de nuestros males, el argumento gubernamental inhibe y asoman las naderías discursivas, contándose entre las más sofocantes las de aquellos que creen ver resabios monárquicos o fascistas en la pareja demente. La verdad es que no son el trono o el fascio los que emblematizan y explican este mal enorme y aborrecible de los Kirchner. Son los innúmeros vicios de la democracia, ahíta de liberalismo y de marxismo, de demagogia populachera cuanto soez, y de esa roña congénita de todos los plebeyos, que al alzarse con la autoridad sólo admiten lacayos a su alrededor. No se busque en la monarquía o en mussolinianos imperios, lo que a la vista se explica como el esputo más nauseabundo que ha instilado el Régimen. Los demócratas no saben regir súbditos ni siquiera comandar ciudadanos. Apenas subyugar electores, con la extorsión de la regalía, la agresión de los hampones asalariados o el peso infame de la intimidación.

Lo de la mesa de los argentinos es otro cuento chino, aunque por respeto al lejano oriente más convendrá llamárselo por su nombre técnico: sofisma ad metum; es decir, razonamiento que recurre al miedo. Se pretende despertar en la sociedad el pánico por el desabastecimiento o la carestía, como si las víctimas ruralistas del saqueo oficial fueran responsables de una desnutrición generalizada o de una hambruna que hiciera palidecer los proverbiales estragos de la peste negra. Vaya y pase que Miguel Hernández, en su poema El hambre, dijera que ellos estaban "para que venga el pan justo a la dentadura del hambre de los pobres". Aunque el malcomer de los necesitados españoles lo resolvió cristianamente Francisco Franco, valga aquella alusión del poeta republicano a querer resolver un problema que, por lo menos, él mismo padecía. Pero esto es otra cosa. Porque los declamadores de mesas sin privaciones conforman la runfla oligárquica y usurera más impúdica de cuantas ha engendrado la corrupta partidocracia nativa. Amontonamiento de burgueses satisfechos y orondos, de magnates opíparos, de mujerzuelas bien regadas, de sindicalistas repletos y punteros acaudalados, a quienes se conoce sencillamente como los gordos, en alusión a la morbidez de las almas antes que al descarrío de los lípidos.

En una de sus vacuas alocuciones; esta vez la del pasado 24 de junio, a propósito de la presentación de un supuesto plan para canalizar el río Salado, dijo la presidenta textualmente: "Cuando uno toma decisiones en materia de Estado, no se trata de elegir entre el Arcángel San Gabriel y Satanás; se trata de elegir simplemente entre las cuestiones que uno tiene como presidenta de la Nación".

No es teóloga la señora; y bien sabemos que el ámbito de las sustancias separadas no le es tan familiar como el de las carnes liposuccionadas. Por lo que supondremos con indulgencia que quiso decir el Arcángel San Miguel en vez de San Gabriel. Como fuere, literalmente hemos de tomar su célica referencia, bien que con sentido inverso y antagónico. Porque para nosotros se trata de elegir precisamente entre aquellos que ella no desea optar. Elegimos combatir a las fuerzas satánicas, y encolumnarnos bajo el pendón invicto de Mikael. Elegimos proclamar Quién como Dios, a sabiendas de que sólo asistidos por la divina fuerza podremos rescatar a la patria cautiva de este tropel inmundo de lacayos.

Nota: La imagen, como las palabras marcadas en negritas son agregadas por nosotros.