Los diarios mendocinos de ayer daban noticia del fallecimiento de Luis Triviño, prócer vernáculo… filósofo si los hubo… y no faltó personalidad pública que no saludara al Sócrates provinciano en su última morada, al punto que resultaba interminable leer los avisos fúnebres que, dado el extraño caso, obligaban a hacer un esfuerzo creativo a los lamentosos que no podían por fuerza de los hechos recurrir a las remanidas frases hechas que nos sacan siempre de apuro en estos casos.
En efecto, la noticia decía que horas después de haber dado el puntapié inicial -mediante Acta- a la Apostasía Colectiva en Argentina (iniciativa de la Asociación Civil de Ateos en Argentina de la que era miembro), el Ilustre Licenciado había cambiado sorpresivamente el fusil de hombro, es decir… Caput… morto. Luego de eso, no se podía recurrir a los modelos estandarizados de aviso como “rogamos por su descanso eterno” o “elevamos una oración en su memoria”, cuando lo abrupto del trámite cursado -luego del acto expreso de apostasía- había dejado un cierto olor a azufre en el ambiente, provocando –mal que nos pese- el fácil recurso de la moraleja de sermón salesiano. No dudamos que el caso hubiera hecho las delicias de personas supersticiosas como el difunto párroco “gallejo” de nuestra Catedral de Mendoza, el cura Peñalva, que careciendo totalmente de sutilezas conciliares, ante la pregunta de dos muchachas solteronas por el posible destino de su augusto padre muerto en las pompas masonas, contestó sin acosquillarse de corrección política, “¡pues hombre!… debe estar bien fritito en el infierno!”.
El difunto tuvo una de esas muertes ejemplares que harán las delicias de los educadores moralizantes aún muchos años después que su nombre se haya olvidado y aunque algunos malintencionados cuervos de la caterva papista lo usen para decir: “Hijos míos, vivid como si mañana os fuerais a morir, no vaya a ser que por joder os inventéis boludeces abjurantes y terminéis como aquel Triviño, etc…”, también su vida es crisol de virtudes, ya que criado en la religión verdadera y miembro de la Acción Católica, luego de transcurrir a su debido tiempo por la izquierdita católica y la democracia cristiana -lo que le permitió navegar el Proceso con cómoda disidencia- los idus alfonsinistas premiaron su heroicidad opositora con cargos académicos públicos de primer nivel universitario y luego sus méritos masones lo hicieron rector de la Universidad de Congreso (Fundación concebida a luz maravillosa del fraude impositivo) y resulta escaso este medio para reseñar sus obras y sus pompas. Se ganó meritoriamente un puesto en la filosofía latinoamericana por efecto de su barba, envidiable elemento intelectual moderno y muy superior en todo al caduco bigote nacionalista y dogmático, y aún más, como coronamiento acertadísimo de su cuerpo gallináceo, su cara de lechuzo daba fe de una sabiduría a la que no llegaba a empañar su obra, pieza magnífica que no han recibido el reconocimiento suficiente debido a la falta de lectura, gracias a lo cual su fama se mantuvo incólume. Cabe especialmente recordar un extenso volumen sobre El Ateísmo, donde el autor se explaya en conceptos pensados para el Otro (perdón… para el Orto) y con el que se gana para siempre el protagonismo y liderazgo de todos aquellos que han logrado expresar el vacío… de sus cerebros.
En fin, su última gran hazaña intelectual ha sido esta iniciativa de apostasía, lo que demuestra a las claras que detrás de un rostro adornado por innobles facciones no sólo había un temperamento en consonancia, sino que tras la fija y avícola mirada, un humor de mierda humanizaba su estampa de prócer.
Esperamos contigo, venerable hermano, que sólo el humus te espere en la plutónica frontera y sirva tu cuerpo de abono, porque guano fue tu espíritu. Temblamos de pensar que tu humorada haya provocado el rictus sardónico de la parca que coronó la chanza vil con brutal guadaña.
Tus Hermanos de la Logia: