Tránsfugas

Enviado por Esteban Falcionelli en Dom, 17/05/2009 - 6:42pm
 

Su lugar en el mundo

Los okupas del poder, incorporaron piezas de recambio al aparato con el que desmontan las últimas fisonomías de la patria. Es sabido que en la zona franca K, hubo fisuras y fugas de los que entrevieron la magnitud de la catástrofe y optaron por dar un paso al costado.
Por cierto que debieron recurrir aún a los deshechos encontrados en los desarmaderos de la partidocracia, ahí nadie pregunta de dónde viene, ni se dan garantías. Tal vez este sea el requisito para pertenecer al mundo K, compartir la topografía sospechosa de la vizcachera, estéril grieta en la que la vida del país toma la forma de una guerra arbitraria y atroz.
En este sentido, para concretar la más reciente substitución utilizaron nada menos que a un ex coronel carapintada.
No faltarán algunos sorprendidos que idearán complicadas explicaciones; sin embargo, lo de esta gente hay que verlo aislado de connotaciones morales y aún ideológicas: se trata de dinero, no hay que buscar por otros caminos. En el fondo, como en las factorías, todo se arregla con plata; porque “el amo es siempre el dinero”, como decía Charles Péguy. Dinero de coimas, o del lavado que llegó de fondos de los jubilados y de las valijas, de la privatización del juego en manos de un “amigo” y de la facilitación del “negocio” de la droga: ahí están los ejes, en eso radica esa apoteosis del mal argentino, el kirchnerismo.
Por supuesto, con diversas coreografías, serán según la ocasión los derechos humanos, la redistribución de la riqueza y lo que con Rico apropiadamente llaman el modelo de acumulación.
Modelo económico de dos envolturas; por un lado está lo que se “acumula” en el país: se acumulan muertos -cada cuatro horas un asesinato en la provincia de Buenos Aires-, se acumula la ignorancia, se acumulan las 9300 muertes (evitables) de menores de un año, se acumula la corrupción, la injusticia social, la miseria, la persecución política, etc. etc.
Vale decir, que han pulverizado, como suele ser su costumbre, las banderas que enarbolaron. Les quedan todavía algunos payadores a cuerda y también socios inquietantes, agentes del peor capitalismo, situación que desnuda la falsedad, las obsesiones y las manías insaciables y contradictorias del ex presidente en el poder.
Es imposible negar que también existe otro modelo de acumulación, pero en este caso personal, que termina acumulando (groseramente) en los bolsillos de los K y sus amigos.
En una reciente entrevista, el ahora soldado de Cristóbal López, decía que allá en el Colegio Militar, entre sus primeros libros de filosofía, los preferidos eran de autores marxistas y que él había sido marxista y luego, “marxista nacional” (SIC).
El azar, algo ingrato, hizo que en esa misma época, coincidiéramos en ciertos cursos donde el entonces cadete refutaba encrespado las propuestas del materialismo. Y por supuesto que no estamos hablando de que no se pueda cambiar a lo largo de la vida: decimos que al mismo tiempo no se puede ir a cobrar por dos ventanillas, ni se pueden sostener simultáneamente ideas incompatibles o contradictorias.
A estas alturas sería difícil aventurar en cuál de las ocasiones trampeaba más el carapintada de Kunkel; de cualquier manera, por las razones que fueran, podríamos sospechar que acaso -por fin- haya encontrado su lugar en el mundo. En el mundo del dinero y de la corrupción: el agónico suburbio K, con su mitología sombría, cínica, putrefacta.
No obstante, todo haría pensar que no va a desentonar. Y aún entrevemos el exquisito análisis de “Página/12” cuando le ordenen encabezar con Rico. O en la foto junto a Verbitsky y Kunkel, encantadora imagen a la que tan bien cabe aquella línea de un personaje de Bioy Casares: “le costaba creer que la realidad se pareciera a una novela fantástica”.
Aunque, nobleza obliga, hay algo distinto al dinero que contribuye al incierto prodigio de amontonarlos y no intentamos ocultarlo más, es la simpatía la que los liga amorosamente. Como si el irresistible glamour del jefe K bajara en oleadas hacia los integrantes de la banda, generando el clima de amabilidad y armonía que todos percibimos.
Si hasta es fácil predecir que la altisonante abominación lanzada por madres y abuelas -las de los escándalos económicos y los cheques e indemnizaciones sin fondo- será olvidada en pocos días; una farsa más dentro de la extrema hipocresía en que chapotean.
El Coronel K, mientras tanto, cuenta con la bendición del jefe de la banda, y éste es un salvoconducto de oro, dicho esto en el más ajustado sentido de la palabra.
Al enterarse que debía compartir territorio con un carapintada, uno de los saltimbanquis de la partidocracia que traqueteó de Cavallo a Chávez, dijo -a propósito de la última adquisición K- que: “los ladrillos se hacen con bosta”, y aunque no podríamos precisar cuándo habrá visto ladrillos con estas características, casi nos veríamos forzados a creerle por dos razones: la primera, porque Rico no lo ha desmentido; y luego, porque D’Elía tan sólo opina de temas que le son propios.
Fue otro insigne mentiroso, Claude Levi Strauss, el que afirmó “el hombre no es más que una cosa entre las cosas”, donde claramente estaba señalando el mismo desprecio hacia la persona que el montonerismo kirchnerista y sus cómplices, quienes todos los días llevan a la practica la aún más aberrante propuesta del belga: “hay que resolver lo humano en lo no humano”.