Expresarme no sé, si no pronuncio
el venerable Nombre de María:
conjuro de los males, cuyo anuncio
del Redentor nos trajo la alegría.
Para decir, por siempre, que renuncio
a Satanás y a toda su falsía
el Verbo es necesario; mas del nuncio
fue portador el Nombre que escondía
desde los siglos el signo confiado
a la Mujer, misterio de dulía,
que en Nazaret, Gabriel ha revelado.
¡Oh dulce Nombre!, el Niño repetía
de su sabor eterno enamorado,
nadie mejor, el Hijo lo sabía.
Ricardo Fraga