Hemos de enseñar al niño a respetar la religión que le ha recibido en su seno; le hemos de explicar que sólo la religión católica apostólica romana es la única verdadera; le hemos de desarrollar un plan magnífico que no es otro que agrupar a todos los hombres, unirles por una misma fe y una misma obediencia; le hemos de presentar el magnífico y bello espectáculo que ofrece esta unidad de creencias, los beneficios que ha reportado a la sociedad de todas las épocas y sus brillantes resultados. Y este estudio se lo hemos de inculcar desde su niñez, para que cuando mañana el impío quiera arrancarle esta fe, que es el más precioso tesoro del niño, del joven y del anciano, sepan todos que al arrancarle del seno de la verdadera iglesia, le arrancan el honor y todo lo que puede hacer de él un caballero.
Hoy que parece que se respira cierta atmósfera de emancipación absoluta, y se desea suprimir de las escuelas la enseñanza religiosa, damos el grito de alerta a los padres de familia para que no envíen a estas escuelas a sus hijos, si quieren que sean herederos de su honradez con preferencia a su fortuna; lo damos a los gobiernos, que bien saben que el enemigo de la religión es también el enemigo de la patria, para que al descender del elevado puesto en que los ha colocado la Providencia, no dejen tras de sí un montón de ruinas, que acusen su ineptitud o su cobardía en defender la religión católica apostólica romana; pues nunca será buen ciudadano y amante de la patria, quien no es fervoroso cristiano, ni nunca podrá llamarse civilizado un individuo, ni una nación si en la educación descuida el elemento religioso.
En el Boletín "El Católico Argentino", Agosto de 1875.