“Ahora ya se puede
decir que Hitler está excluido del poder.
Hasta me atrevería
a decir que está excluido de la esperanza de llegar al poder”.
León Blum, Le
Populaire, 08/11/1932.
Falta menos de un
mes para el 10 de diciembre. Exultantes por la derrota que los argentinos le
infligieron al matrimonio presidencial el 28 de junio, los políticos opositores
–banda de cafishios sin distinción de divisas– se han apresurado a apropiarse
de ella como si de su ineptitud congénita hubieran salido las directivas que
posibilitaron el triunfo. Peor aún, como si ellos durante más de cinco años no
hubieran sido responsables de haber permitido, por funcionalidad, cobardía e
ignorancia, que la República se convirtiera, por obra y gracia de la pareja
patagónica, en un estercolero donde cualquier actitud miserable -traición,
difamación, o rapacería- estaba permitida.
A esta cáfila de
logreros no les importa, haber sido partícipes necesarios de cuantos enjuagues
y traiciones se sucedieron desde el 2001. Desde persecuciones infames a quienes
pelearon una guerra para evitarnos un destino de siervos -persecuciones que
privilegiaban la inseguridad jurídica de los argentinos- pasando por la
entronización de la inseguridad física de los ciudadanos, hasta convalidar con
sus votos leyes que reducían a la Constitución Nacional a un mero rollo de
papel higiénico.
Hoy, en su
irresponsabilidad manifiesta, estos logreros sin fe y sin convicciones creen,
ilusos, que -parlamento opositor mediante- a los Kirchner les llega su ocaso y
que la presidencia está al alcance de la mano para cualquiera de ellos.
Esta es la especie
zoológica que pretende acabar con la serpiente. Se creen mangostas en celo y
son, frente a los Kirchner, nada más que cobayos mal entrenados que en seis
años de actuación elemental y grotesca apuntalaron, por falta de firmeza la
funesta asociación entre Quasimodo y Esmeralda, asociación tan ilícita que ni
siquiera Víctor Hugo hubiera imaginado. Y hoy, cuando el matrimonio
presidencial les refriega en la jeta lo que para ellos significa el poder y su
manera de lograrlo sólo atinan a rasgarse las vestiduras y bañarse en cenizas
porque para ellos la idea de lo que significa falta de límites éticos, estaba
definida por la amoralidad necesaria para urdir chanchullos de poca monta y
buena rentabilidad. Es decir, de golpe se enfrentaban con jugadores de primera
en el torneo de la perversión política, Justo ellos que no habían pasado de la
categoría de picaros de barrio. Ellos, los aspirantes a la “sucesión” ni
siquiera son malos, son sencillamente inútiles.
Porque el
matrimonio de marras -ese que desvela a los políticos opositores y angustia al
70% de los argentinos- no es un caso más de arteros trepadores a los que la
política argentina nos tenía acostumbrado sino que es un producto moldeado en
los años de sin razón, violencia e ignorancia de los ‘70, y en su soberbia
creen fervientemente, por venir de una comarca donde hay más ovejas que seres
humanos, que la sociedad perfecta es aquella que está conformada por borregos.
Escasamente ilustrados por esa formación recibida y por el ostracismo cultural
e informativo al que durante años se sometieron han descubierto, y han
aprendido a usar, los elementos que permiten ganar en el juego político
argentino. El Dinero, para comprar voluntades; el Resentimiento, del que hacen
gala, y que les ha permitido con éxito hacer que la sociedad argentina esté
dividida como nunca y la Codicia Rapaz, que se permiten y permiten a los suyos.
No nos
equivoquemos, el matrimonio es políticamente brillante. Intérpretes intuitivos
de Goebbels han conseguido por repetición espontánea hacer creer a muchos que
son los paladines de los marginados y desocupados. Su manejo de la propaganda,
quizás mérito del gallego Braga Menéndez, es magnífico. Aún hay un 30% de argentinos
que creen que ellos son el respaldo de los pobres contra los desmanes de la
oligarquía -¿Cuál?- y pese a que la brecha entre ricos y pobres ha aumentado
como nunca, han sido convencidos que la pobreza será erradicada con la
impostergable ayuda de Louis Vuitton, Ferragamo y Jimmy Choo. Viven, los magos
presidenciales, inaugurando y reinaugurando hospitales y escuelas pero no hay
ni salud ni educación en los núcleos más pobres -que son más de la mitad del
País- porque el hospital y la escuela pública están destruidos. Defensores de
los derechos humanos monetariamente resarcibles han montado circos jurídicos
donde jueces con menos vergüenza que conocimientos se prestan a perversos
remedos de tribunales populares.
Desconocen, o no les importa, que en el País
mueran de hambre ocho chicos por jornada, como tampoco les interesa que sean
asesinados nueve personas por día, en su mayoría pobres a los que dicen
defender. Si a partir de estos datos hacemos un somero cálculo podríamos ver
que en el último año murieron, asesinados o por hambre 6. 137 argentinos. Nada
más que un 77, 5% de los argentinos que, según la CONADEP, murieron o
desaparecieron en los siete años que duró el proceso de reorganización
nacional.
Esmeralda y el Campanero han sido notables vendiendo a ingenuos y distraídos sus trucos
durante estos años. El manejo que han hecho de la prepotencia y de la mentira
ha sido excelente, y han sabido armar una guardia de corps peligrosa y
descarriada porque saben que sin el poder serán menos que nada. ¿Creen Morales,
Duhalde, Cobos, Carrió, Macri, solo por dar algunos nombres, que los podrán
parar?. También León Blum descreía del futuro de Hitler unos meses antes de su
ascenso meteórico a la Cancillería del Reich. No nos ilusionemos. Esta runfla “republicana”,
comparada con los Kirchner, son sólo módicos aprendices de brujo que van a
terminar arrasando por su estúpida ambición e incompetencia a la República y ni
siquiera acompañados por la música de Dukas, sólo por el sonar pedestre de una
cumbia villera.
Sepámoslo de una
vez por todas si es que llegamos al 10 de diciembre. Estos no son guías de
nada, en esto estamos solos o quizás no, quizás por una vez Dios nos permita a
los argentinos juntarnos para hacer el futuro.
José Luis Milia