Aunque mucho cavilo y lo medito
y armarme de resignación
intento
me sube de los tacos un lamento:
¡qué animal del infierno
es el mosquito!
A poco que me acueste regurgito
al
Morfeo rendirse al esperpento
volante, ya un rugido y no un lamento:
¡qué
peste del infierno este mosquito!
Sin piedad atormenta
mis oídos
¡bendito si picara con premura
evitándome, al menos, sus
zumbidos!
Es molesta, es feroz la picadura
mas que
pique a sus anchas yo le pido
y me ahorre del ruido la tortura.