perros habituales, jabalíes y alimañas de esas que dice el Salmo que
entran y pisotean y arrasan la Viña, las fieras de siempre, un día
babilonios, otro día romanos, comunistas ayer, hoy la tropa
post-marxista post-68 y demás bandas armadas de postmodernidades. Los
peores son los chicos de casa, los que alguna vez creyeron algo y hoy no
se creen nada. Esos son los que descargan más veneno cuando clavan su
aguijón.
Han ensuciado todo, han hipersexualizado todo, han
puesto por decreto ley máquinas expendedoras de condones en los retretes
de los colegios, han prostituído todas las conciencias que se han
acercado a su tugurio. Han corrompido el mundo. Y ahora se
"escandalizan" por las historietas de miseria que quizá ellos mismos han
leído complacientes. Todos han admirado al Nabokov de la Lolita. Todos
se han relamido con los relatos del escritorzuelo de temporada o la
re-puta-da escritorucha de suplemento dominical, gana-premios experta
pasando por el catre de todo el tribunal que concede el premio. Y ahora
se escandalizan por las noticias de los clérigos, y hacen chistes, y
cuentan cosas.
Pero es mentira. No se pueden escandalizar de
verdad porque no tienen materia para eso. No les queda moral para
estallar en escándalo, no tienen ética que les reviente escandalizada.
No poseen eso que hay que tener para sufrir escándalo. Pero lo simulan,
una modalidad post-moderna del viejo escñandalo farisaico. Y montan el
escenario, con propaganda y foto y grupos de presión y reacción. Con
articulillos, con reportajes, con entrevistas a la última
motivada-escandalizada de la peña comparsista de ellos mismos.
Y el
caso de Küng raya el vómito incontenible, él precisamente. Alguna
vez he comentado que lo de Küng contra Ratzinger es la vengaza envidiosa
del energúmeno frustrado contra el santo; del mediocre con claque de
salón contra el magister con cátedra universal. Lo que no imaginaba es
que el odio del hereje fuera tan implacable, tan tenaz en la mordida,
tan rabioso.
Tampoco entiendo la clamorosa alegría de algunos,
entusiamados con las caídas de los "hermanos". Y otra vez me sale el
salmo, el tropel de fieras de Basán, los feroces perseguidores con la
hiel y el vinagre en la reserva, dispuestos a suministrarlos en cuanto
alguno tropieza y cae. Alguno, claro está, de los que no son ellos,
ninguno de los suyos.
Porque ellos, entre ellos, se "toleran" de
otra manera, están por encima de esas cosas en las que sólo caen los
otros, que no son del grupo de los liberados, del selecto club de los
omnímodos en toda depravación. Nabokov con la Lolita merece el Nóbel. Un
fraile que toca algo, es reo de hoguera.
Curiosamente,
paradójicamente, los que sacan a relucir en sus tertulias las llamas de
la Inquisición para acusar a la Iglesia inquisidora son ahora los más
implacables perseguidores, los que encienden la candela y piden carne de
fraile para chamuscar. Un espectáculo de libertad y tolerancia, con
talante.
Y lo mejor: Otro golpetazo a la Iglesia, otro porrazo,
otro cañonazo a la Barca de Pedro. Que ese es el objetivo. Los flecos,
no importan. Las verdades, menos. Lo importante es el objetivo, que no
escape.
Que la Iglesia tiene que repetir, de tantas maneras,
tantas veces, la Pasión de su Señor, eso lo sabemos todos los que
creemos y mantenemos la fe, por la gracia de Dios.
Que la
persecución no cesa, también lo sabemos.
Quiénes son los perros,
quiénes son sus amos, también.
Aunque algunos se llevarán tres siglos repitiendo lo de los abusos como
llevan cuatro siglos repitiendo lo de la Inquisición. Pero todo pasará.
Ellos, los perros de ahora, también. La Iglesia no.
p.s.
Si alguno preguntara si acaso yo no "condeno", que le conste que soy de
los conscientes y dolientes que se estremecen con la condena-sentencia
que ya está dicha y es Palabra de Dios, que no caduca: "...Si alguien llegara a escandalizar a
uno de estos pequeños que creen en Mí, sería preferible para él que le
ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano
es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la
Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego
inextinguible." Mc 9, 42 ss.
p.p.s.
Por cierto, que como los de la jauría rabiosa no creen estas cosas, ni
en el castigo, ni en la vida eterna, por eso ladran tanto y muerden tan
sañudamente.