No te rindas.
Valió el fuego y el hielo, las noches sin descanso, los días en camino.
Valió
acampar a la intemperie con la Gloria,
desafiar con orgullo al prepotente,
izar nuestro estandarte donde cuadra,
ejercitar la hidalguía como un hábito,
frente al asombro de los habituados al mal y al extravío.
Valió
asistir al vuelo de los héroes;
presenciar el temor del enemigo.
Valió
entender que se es capaz de estar presente
aunque se ciernan todos los peligros
-solo entre la nieve soberana,
solo entre las rocas y entre el frío-
aunque el mundo, a lo lejos,
se duerma ajeno con sus propios ruidos.
Podrán
aventajarnos en las fuerzas,
pero no en el Destino.
No te rindas.
Valió
la Pascua
esperando al invasor.
Nunca en la Argentina
de estos tiempos
tuvo tanto sentido aquella nueva y eterna Resurrección de Jesucristo.
Valió
consagrar a María -Madre y Reina-
nuestras tierras robadas por una reina impía.
Valió,
también, vivir el 25 de mayo en pie de guerra.
Se entendió entonces, porqué la
Patria es ante todo,
su Historia Verdadera,
porque es la obra de la Cruz
y de la Espada.
No te rindas. No olvides.
No hagas fugaz lo perenne
ni venzas el espíritu invencible.
Valió
comprobar que existen los milagros,
que la hazaña desfila todavía;
que el mando es de los Jefes que comandan;
que no puede ordenar el cobarde,
ni regir el incapaz de valentía.
La milicia es un don que no admite a los tibios.
Sólo el coraje distingue y jerarquiza.
No te rindas.
Valió
la Fe creciendo
con los riesgos,
las Misas de los domingos entre peleas
–el sacrificio sobre el Sacrificio-;
el reparar los nombres de las Islas,
la amistad en un alba centinela.
Valió
la sed, el hambre, la fatiga.
Y sobre todo... valió la sangre y la muerte batallando.
El testimonio irreversible de todos los caídos.
El ejemplo para siempre de los que regresaron nunca.
Porque morir en la avanzada es ser lumbre y simiente,
es convertirse en promesa del Triunfo.
Por
ellos y por eso, no te rindas.
No acates las noticias del desbande,
no escuches el silencio de los cómplices,
no consientas marchar hacia el abismo;
no creas a los prometedores de éxitos que ya son fracasos.
Que
no te engañen con la paz sin honra,
con la tranquilidad afrentosa
y el reposo sin honor y sin grandeza.
No existe la Argentina
si existe derrumbada.
No queremos la tregua del sentenciado;
queremos la vigilia tensa, armada.
No te
rindas ahora, Combatiente:
Caballero de la Orden
Redentora de la Patria Cautiva.
No entregues la
Esperanza.
Hay que volver.
Para
escarmentar a los perjuros,
para restablecer en todos los espacios el tiempo de la hombría,
para que despunte el Nuevo Amanecer.
Para ser fieles, continuar y volver...
Los enemigos internos y externos
nos han tomado de rehén a la
Victoria.
Antonio Caponnetto