El 2 de Enero ya no significa nada para casi nadie.
A la gente le da igual que nuestros antepasados pelearan durante 800 años para liberarse del yugo musulmán.
Ha pasado demasiado tiempo. Y además, en la tele dicen que hicimos mal en echar de aquí a los morubes. Que Al Ándalus era una especie de paraíso fraternal mientras los cristianos eran una panda de tarugos malolientes. Y si lo dicen en la tele, entonces es rigurosamente cierto.
Aunque una no puede evitar preguntarse cómo puede ser que se tenga por una cultura admirable a una civilización que costeaba los palacios y los lujos de su clase dominante con los beneficios conseguidos por traficar con esclavos. Esclavos que llevaban nuestra sangre, claro. Porque a los pelotilleros de la cultura islámica parece que se les olvida mencionar la entrañable manía que han tenido siempre todos los pueblos musulmanes de robar mujeres y niños y venderlos como si fueran tomates. Es curioso.
O cómo se ha llegado a ensalzar a los siervos de Alá hasta el punto de atribuirles avances que no son suyos en arquitectura, agricultura, matemáticas y medicina, sino más bien retoques aplicados a logros de culturas anteriores.
Es tal el cacao mental que se ha extendido entre los españoles, que la mayoría están convencidos de que somos medio moros. Como si a partir del 711 cruzaran el estrecho decenas de millones de moros y se mezclaran alegremente con los cristianos que andaban por aquí. Están tan convencidos que da lo mismo que se explique por activa y por pasiva que no fue así la cosa. No importa que la ciencia haya demostrado que lo del mestizaje es un cuento. Somos medio moros y punto. Y medio judíos también. Y no somos medio chinos porque a ningún pseudointelectual se le ha ocurrido empezar a cacarearlo. Aunque, visto lo visto, cualquier día nos sorprenden. Y sería una verdad absoluta para todos los españoles. Por supuesto.
Es sorprendente la capacidad que tiene el pueblo español de despreciarse a sí mismo. Lo fácilmente que olvida sus gestas y humilla a sus héroes. Porque si cualquier otro país del mundo tuviera aquel 2 de Enero, con Isabel y Fernando frente a Boabdil, con el joven Gonzalo Fernández de Córdoba marchando entre las tropas cristianas, con Cristóbal Colón rondando el campamento,... si cualquier otro pueblo tuviera un día que simbolizara 800 años de lucha heroica a la espalda, y el descubrimiento y conquista de medio planeta al frente, sin duda sería un pueblo orgulloso de su sangre.
Y con razón.
A la gente le da igual que nuestros antepasados pelearan durante 800 años para liberarse del yugo musulmán.
Ha pasado demasiado tiempo. Y además, en la tele dicen que hicimos mal en echar de aquí a los morubes. Que Al Ándalus era una especie de paraíso fraternal mientras los cristianos eran una panda de tarugos malolientes. Y si lo dicen en la tele, entonces es rigurosamente cierto.
Aunque una no puede evitar preguntarse cómo puede ser que se tenga por una cultura admirable a una civilización que costeaba los palacios y los lujos de su clase dominante con los beneficios conseguidos por traficar con esclavos. Esclavos que llevaban nuestra sangre, claro. Porque a los pelotilleros de la cultura islámica parece que se les olvida mencionar la entrañable manía que han tenido siempre todos los pueblos musulmanes de robar mujeres y niños y venderlos como si fueran tomates. Es curioso.
O cómo se ha llegado a ensalzar a los siervos de Alá hasta el punto de atribuirles avances que no son suyos en arquitectura, agricultura, matemáticas y medicina, sino más bien retoques aplicados a logros de culturas anteriores.
Es tal el cacao mental que se ha extendido entre los españoles, que la mayoría están convencidos de que somos medio moros. Como si a partir del 711 cruzaran el estrecho decenas de millones de moros y se mezclaran alegremente con los cristianos que andaban por aquí. Están tan convencidos que da lo mismo que se explique por activa y por pasiva que no fue así la cosa. No importa que la ciencia haya demostrado que lo del mestizaje es un cuento. Somos medio moros y punto. Y medio judíos también. Y no somos medio chinos porque a ningún pseudointelectual se le ha ocurrido empezar a cacarearlo. Aunque, visto lo visto, cualquier día nos sorprenden. Y sería una verdad absoluta para todos los españoles. Por supuesto.
Es sorprendente la capacidad que tiene el pueblo español de despreciarse a sí mismo. Lo fácilmente que olvida sus gestas y humilla a sus héroes. Porque si cualquier otro país del mundo tuviera aquel 2 de Enero, con Isabel y Fernando frente a Boabdil, con el joven Gonzalo Fernández de Córdoba marchando entre las tropas cristianas, con Cristóbal Colón rondando el campamento,... si cualquier otro pueblo tuviera un día que simbolizara 800 años de lucha heroica a la espalda, y el descubrimiento y conquista de medio planeta al frente, sin duda sería un pueblo orgulloso de su sangre.
Y con razón.