Ya dije que sobre todo lo que la democracia implica no voy a ponerme a hablar. El que quiera saber, tiene los libros de Tucídides, Alberto Falcionelli, Calderón Bouchet, Stan Popescu; entre otros, que ilustran lo suficiente y mejor de lo que podría hacerlo yo.
Me voy a limitar a una sola observación, que dos o tres serían un exceso de asco que tan distinguido auditorio no merece y porque muestra que aquí aun los buenos son malos:
Hoydía, en la radio, escuché a una maestrascuela indignada porque ella, con sus propios ojos, ha visto entre otros a los mejores de sus alumnos saqueando un supermercado en San Miguel del Tucumán.
Y rompe lo güevos más que la bien intencionada burócrata sea tan boluda, que el chino del super no encuentre justicia. Porque la democracia tiene eso. Es una auténtica adhesión religiosa que va entrando a fuerza de dosis de imbecilidad constantes. Entonces, despues de las clases de Eduación Cívica, ¿cómo puede ser que los chicos pungueen?
Puta madre, si será boluda, ¡que es herencia, no pedagogía!
Me limito, una vez más, a citar a Gómez Dávila, que con eso ya está: educar no es transmitir recetas, sino repugnancias y fervores.