Me entero que se dará en Madrid, el 13/09/14, un ciclo de conferencias sobre los Maestros del Tradicionalismo Hispánico de la Segunda Mitad del Siglo XX.
Leo los temas y expositores y lo primero que lamento es no estar allí para cuando José Antonio Ullate trate sobre Piedad y Desarraigo, tema que cala en la fibra profunda del mejor tradicionalismo y que a fe mía cae como anillo al dedo de este orador.
Lo otro, -y los otros días cenamos y nada me comentó- es que Luis María tratará sobre La Teología de la Historia en Calderón Bouchet.
Me gustaría mucho escuchar esa conferencia, pero como tomarme un pájaro a Madrid con lo caro que está el dólar blue parece un exceso si de escuchar unas conferencias se trata, voy a ver si lo convenzo, amenazo o extorciono y me pasa el texto para publicarlo aquí luego de su ponencia.
Pero no es esto a lo que quería referirme, sino acerca de otra charla que estará en cabeza de Juan Manuel Rozas y se titula La Comunidad no “comunitarista” de Rafael Gambra.
Y la cosa es que nosotros acá estamos agarrándonos desde hace tiempo contra la conclusión del libro dirigido por Dumont – y que entiendo que debe haberla escrito él, siendo que fue su director-, precisamente con esto de su rechazo al “comunitarismo”; y, lo que es peor, basándonos en textos de Rafael Gambra que hemos citado completamente, como ser el epílogo de La unidad religiosa y el derrotismo católico; donde nadie podría decir que hemos sacado una iota de contexto u agregado otra. Y hay otros textos, por ejemplo de El silencio de Dios, donde don Rafael Gambra habla específicamente de “comunitarismo”, -además de hablar de “comunidad”- y no lo impugna, sino que lo ensalza.
No es capricho con el asunto. Por el contrario, para los que tenemos cierta visión de esta di-sociedad y de la Iglesia actuales; ciertas experiencias concretas y, por ello, cierta capacidad de hacer comparanzas; creemos que es “el” asunto y por ello insistimos, en eso trabajamos y es causa de nuestros desvelos.
Ahora bien, suponemos que quien toque un tema de Gambra, ante tan selecto auditorio tradicionalista, realmente lo conoce. Lo suponemos sinceramente. Y es en este punto en el que nos preguntamos si la cuestión del comunitarismo en Gambra y nuestras posibles diferencias son más semánticas que reales, pues no podemos menos que imaginar que Rozas conoce la bibliografía de Gambra tanto como nosotros o más. Pero lo que leemos, lo leemos, está ahí, y es fácil de entender.
Por ejemplo esto:
“Frente a tales concepciones de fondo racionalista, la auténtica reivindicación humana se expresaría en un impulso que, según sus diversos aspectos, podríamos llamar corporativismo, institucionalismo o comunitarismo histórico. El orden social no se cifraría para él en crear o mantener un poder racional y neutro que vale solo por la libertad de sus individuos o que les provea los medios y seguridades. Sino que, al contrario, consistiría en recuperar mediante el compromiso y la domesticación el universo existencial de grupos y de instituciones que conferían sentido histórico, cordial, a la vida colectiva de los hombres, y a la defensa a la vez de las supercreaciones del Estado nacionalista planificador”.
Y más adelante esto otro:
“La vivencia comunitaria de la fe y de los sacramentos se realizó durante los primeros años del cristianismo en aquellas reuniones de fieles que se sostenían entre sí en el seno de una sociedad hostil, en la clandestinidad y la persecución. Pero cuando, más tarde, el cristianismo, hubo de ser germen vivo de toda una civilización, aglutinante comunitario básico, esa vivencia – lógica y deseablemente – hubo de desplegarse a las estructuras naturales de la sociabilidad humana: la familia, la comunidad local o laboral, el país histórico o nación… Así, la familia santificada, la parroquia, la cofradía, las sedes episcopales, etc., corresponden a esta realidad paralela y armónica de la comunidad religiosa y la humana natural”.
Ahora bien, ¿el mundo actual es como el “hostil” precristiano u hoy el cristianismo es “germen vivo” de nuestra civilización?
¿Es hoy el cristianismo “aglutinante comunitario básico”, o apenas si hay unas poquísimas “familias santificadas” y, para peor, encontrar una “parroquia” potable es más difícil que una aguja en un pajar?
Respuesta: es hostil como el precristiano y hoy el cristianismo no es germen de nada más allá de unas pocas santificaciones aisladas.
¿Entonces?
Muy simple: a mirar la realidad con toda crudeza, concentrar las fuerzas en lo concreto, no tentarse con abstracciones grandilocuentes, cuidar lo que se tiene –que es también mandato evangélico-, cerrar filas y … y… y… ¡y ahí está el comunitarismo!
Qué va’ ser, si es lo que hay…
Por supuesto que una visión de la Iglesia y de la sociedad (nosotros creemos que hay di-sociedad u amontonamiento hormigueril, no sociedad), más optimista que la nuestra, tendrá buenos motivos para “abrirse” más allá de las pequeñas uniones de familias y amigos (“grupos”). En relación a la visión actual que tenemos de la Iglesia, también creemos que coincide con la del maestro roncalés, que ha sido claro en las reiteradas veces que se refirió al tema.
Nosotros, por el contrario, no creemos que sea momento de aperturas, y creemos que es tomar riesgos que no son nunca gratuitos. Creemos que ser parte de proyectos que parten del espíritu descarnado y que no conservan los elementos de una síntesis vital, es intentar construir o mantener una sociedad a fuerza de silogismos. Creemos que esos engranajes universales de las leyes del espíritu, en tanto que abstracciones, dan con el homo urbanus y a poco de andar, con el homo collectivus.
Y esto no tiene que ver con la visión esjatológica que cada uno tenga, ni cuánto se le haya dado por escrutar los signos. Si Cristo vuelve mañana o en cien años, a los efectos del comunitarismo lo misma da, que la piedra de toque está en el estado actual de cosas y no en evitar embarcarse en obras inmensas porque en breve será o no el día del Juicio. La cosa radica en evitar lo más cuando no se tiene aun lo menos.
Tenemos claro que aun podría quedar una cuestión más.
En efecto, puede suceder que coincidamos en las lecturas formativas y los principios que de allí se desprenden, también en las vivencias y en el diagnóstico sobre el tiempo presente y sin embargo que no coincidamos en las actividades a emprender.
La psicología considera al carácter como una particularidad distintiva de una persona concreta. El carácter se compone de la síntesis de cualidades que confiere a cada hombre una dosis de originalidad irrepetible y, en función de estas disposiciones personales, se actuará ante la misma situación de un modo u otro. Y a su vez, de estas disposiciones, capacidades, tendencias e intereses, podremos generar habitus determinados que no son los mismos en unos u otros (por ello es que muchas veces, en cuestiones que no son dogmáticas, como ésta, decimos que las diferencias tienen que ver con “lo prudencial”, cuando en verdad son decisiones tomadas según nuestras propias inclinaciones y a lo sumo con recta intención; aunque mejor dejemos de lado esta teoría más personal que científica para las sobremesas entre ebrios).
Pero, a pesar que podamos comprender que coincidiendo en todo lo anterior no logremos un acuerdo sobre el rumbo a tomar, se nos hace más fácil verlo si partiésemos de Tomás de Aquino que de Rafael Gambra; que Tomás parte de principios mucho más amplios que pueden servir para orientarnos en toda época y lugar. En cambio, Gambra, si bien tomista, reflexiona sobre el mundo post revolucionario actual, lo que lo hace mucho más acotado a un tiempo y lugar. Nos habla de ayer, de hoy y de mañana; de nuestro presente.
En síntesis: en Gambra la voz “comunitarismo” no tiene sentido peyorativo y la considera para graficar algo bueno, deseable, fundamental y anterior a construcciones políticas más extendidas en las personas y geográficamente – deseables, por cierto, si lo anterior existiese-; y entendemos que pueda dársele sentido peyorativo a condición que no se le otorgue el mismo sentido que le da Gambra -y que es al que nosotros adherimos-. Joder, qué trabalenguas.
Lo imagino más difícil, pero ya veremos de conseguir esta otra ponencia, de modo tal de poder desentrañar la incógnita: si nuestras diferencias son sustanciales o es que no queremos decir lo mismo cuando decimos la misma cosa, de modo tal que se parezcan pero no coincidan exactamente. Puede ser.