Es decir, que Amnistía Internacional tiene lo que se denomina un pensamiento invertido -no penséis mal, ordinarios-, por lo cual deduce que si no se permite abortar a toda mujer que lo exija, habrá más violencia de género. ¡Y que viva la lógica!.
¿Derecho a decidir?
Digo invertido porque uno supondría, independientemente del juicio que le merezca la estúpida guerra de sexos actual, que el aborto no es causa de violencia sexista sino, en todo caso, consecuencia de la misma.
Además, el aborto no es violencia machista, sino feminista. Lo que voy a decir ahora va a escandalizar a más de un bienpensante, o sea, a más de un progresista, pero lo cierto es que la mayor violencia doméstica que se registra hoy en el mundo es la que ejerce la mujer contra su hijo -sea de género masculino o femenino- durante el embarazo, es decir, cuando el ser humano es más inocente y necesita más protección. Y la ejerce sobre su propio hijo.
El actual ciclo abortero es el más grave... pues es el quien ha provocado muchas más víctimas que en épocas aborteras pretéritas. Es el gran genocidio de la edad moderna y, aunque sea muy complejo dar cifras, algunos hablan de 2.000 millones se seres humanos inocentes asesinados en medio siglo de aborto (recuerden que el mundo comunista comenzó mucho antes de 1973, en que se fecha el inicio de la nueva era abortera, con la despenalización de la barbarie en Estados Unidos). Hablamos de aborto quirúrgico, que si sumamos el aborto químico… mejor lo dejamos estar. Lo que está claro es que el último medio siglo ha sido el más homicida de toda la historia, no en guerras, sino en aborto.
Pero es lógico que Amnistía Internacional tenga este pensamiento invertido. De hecho, la organización que ya no puede caer más bajo.
Lleva un par de décadas coqueteando con la mentira: ha jugado a ser progre, y ya se sabe que el progresismo consiste en aliarse con el fuerte contra el débil... intercambiando los papeles de ambos, lo que supongo que es otra forma de inversión. Pero digo que no me extraña la actitud de IU porque incluso algunos defensores de la vida han caído en la trampa de seguir la corriente dominante, y la corriente tiende a presentar a la mujer como víctima del aborto, cuando el sentido común dice que es verdugo. Cosa distinta, y bien distinta, es que el peso del crimen siempre caiga sobre el criminal, por eso hay tantas mujeres desamoradas y desquiciadas.
Cosa distinta es la depresión postaborto, con millones de mujeres marcadas, muchas de por vida, miríadas de mujeres que tratan de bloquear sus recuerdos como único medio para evitar el bloqueo de sus mentes y sus corazones.
No, la mujer que aborta es verdugo de su hijo, con la complicidad o no del padre. Cierto que, más tarde, ella misma se convierte en víctima de su desafuero, pero, al menos, tuvo la oportunidad de elegir: su hijo no.
Respecto a Amnistía Internacional, ha asumido en pocos meses las posiciones de los asesinos/as. Hace pocos meses dijeron abrir un “debate” sobre el aborto, pero, al parecer, el debate acabó pronto, y ya sabemos con qué conclusiones.
Y es que ésta es otra de las consecuencias del pensamiento invertido: primero se lleva la cuestión al extremo y luego se haya el punto medio entre el centro y el extremo. Solución: la locura.
Quiero decir, que uno no “abre un debate sobre el aborto” de igual forma que no organiza un debate entre nazismo y judaísmo. Entre otras cosas, porque cuanto más imparcial sea el árbitro, más beneficia al miserable. Entre nazis y judíos toda neutralidad es liberticida, toda imparcialidad, una canallada.
A los judíos se les defiende, y a los nazis se las arrincona, penaliza y encarcela. En el debate entre vida y muerte ocurre lo mismo: al no nacido se le protege, al abortero y a la abortera se les arrincona, penaliza y encarcela. Justicia no es equidistancia.
Los que empiezan en la equidistancia acaban en el pensamiento invertido. Como Amnistía Internacional.