Esta vuelta la función estuvo a cargo de la cínica socia del Protervo Bizco, que intentó presentarse en Francia como la gran abanderada de los derechos humanos, esa entelequia concebida por ideólogos, ya que no por juristas hechos y derechos.
Fue lejos en esta oportunidad la desvergonzada compinche del Boss, porque no tuvo empacho alguno en pontificar que “la desaparición forzada tuvo un antecedente en el siglo XX que fue el Holocausto. La Argentina fue el segundo laboratorio de ensayos para este tipo de prácticas: el terrorismo de Estado para implantar un modelo social de exclusión”. Varias mentiras y omisiones apunto.
Primeramente, que comparar lo sucedido en la trágica década del 70 con el Holocausto, es una aberración que sólo se apoya en demagogia pura, porque nuestro país soportó una guerra revolucionaria de inusitada envergadura con operaciones militares que no tuvieron precedentes (v.g. el proyecto erpiano de declarar zona liberada a Tucumán para luego conseguir reconocimiento internacional y el intento montonero de copar del Regimiento 29 de Infantería de Formosa, donde se emplearon aviones de línea para la fuga de los atacantes). Frente a la situación casi terminal en que nos encontrábamos, se impartieron órdenes precisas por parte de un gobierno constitucional, sea a través del famoso mensaje de Perón a la guarnición de Azul, después del ataque del ERP o del decreto firmado por Isabelita; en ambos textos se ordena el aniquilamiento de los subversivos. La tarea se cumplió, a precios muy altos, pero grande también era lo que estaba en juego: nada menos que la supervivencia de la Nación. En ese sentido, el gobierno militar no hizo más que completar la destrucción de los ejércitos guerrilleros, con el consenso tácito y unánime de la población.(Aunque para mí el golpe del 24 de marzo fue un imperdonable error político).
Nada de eso sucedió en la Alemania nazi, que desarrolló un plan criminal a gran escala tendiente a la eliminación de personas por su sola condición racial. En esto Hitler siguió el modelo de Stalin, pero de Stalin nadie se acuerda, aunque el georgiano haya liquidado a 30 millones de personas *. Tampoco nadie se acuerda de Mao, con más de 60 millones de muertos en su haber. (Bastante más modesto fue el “genocidio” argentino con 30.000 supuestas víctimas…).
En segundo término, destaco la desvergüenza de la Gran Cínica, porque junto con su socio y al amparo del “Proceso” se dedicaron afanosamente a “hacer plata”, según confesión de la misma “resistente” y nunca se interesaron por la suerte de sus conmilitones. Nadie en Santa Cruz supo de gestiones suyas por presos o desaparecidos, ni de la firma de solicitadas de protesta, ni nada de nada. La yunta sólo se movió por la guita, el dinero contante y sonante y ahora pretende lavarse en el Jordán.
Como la cultura general de la cofrade del Tuerto esperpéntico tiene fosas abisales y no simples huecos, me permito recordarle, en tercer lugar, que en 1945, durante la Libération, los gaullistas y comunistas asesinaron, por parte baja, a 50.000 de sus compatriotas “colaboracionistas” -mote que se utilizó a piacere- con métodos crudelísimos (algunos fueron quemados vivos en la bañadera). Y en la guerra de Argelia, los militares franceses tampoco se anduvieron con chiquitas y, que sepamos, nadie fue juzgado por haber hecho lo mismo que se hizo aquí.
Causa náusea y tristeza ocuparse de las fantochadas de la Gavilla, cuya soberbia la mueve a creer que eso es “alta política” y que esas pantomimas son tomadas en serio en el exterior, donde sus papelones causan sólo desprecio.
Siento vergüenza por mi país y la ralea que lo escarnece. ¿Hasta cuándo, Dios Todopoderoso, tendremos que soportarla?.
* No está demás recordar que el bueno de Don José liquidó a unos cuantos miles de judíos, sobre cuya trágica suerte ha caído un espeso manto de silencio.