Comentarios a "Las Batallas" de Jean Vaquié

Enviado por Dardo J Calderon en Mié, 11/03/2015 - 3:06pm

Realizada una prolija lectura del texto sobre “Las Batallas” de Jean Vaquié, podemos resumir su análisis en breves párrafos.

Existe una batalla de de “conservación”, que es la que estamos de alguna manera haciendo con la conservación de la Misa, la conservación de la liturgia y del cultivo de la doctrina perenne, de la religión y las costumbres cristianas en nuestros hogares, en las capillas, prioratos, colegios, etc.

Esta batalla imprescindible es, como todas las batallas de conservación, un proceso de retroceso prolijo, la expresión de una derrota que se trata de contener en sus efectos pero no en sus causas. Es como todo conservadorismo, un ir “reculando”, y se pueden esperar, según el grado de heroísmo en esta tarea, mayores efectos nocivos. Es la ley de toda acción conservadora. La vivimos en cada sector que ha pretendido esta acción y que se ve cada vez más entornado y reducido por el poder de la Bestia. Con disensiones internas, la más de las veces producto de una buena fe que quiere pasar a la acción, conscientes de que la sola conservación pronostica el fracaso, pero errados en qué consiste la verdadera acción.

La batalla de conservación exige una enorme prudencia. Cuando uno es débil frente a las fuerzas del enemigo, no debe provocar  acciones imprudentes confiando en un providencialismo temerario.  Pero esta batalla es necesaria para mantener el “pequeño número” de personas que “aguardan” en el Señor.

Luego viene la ofensiva. ¿Ante quién? Ante la Bestia, que ya ha tomado el poder del Mundo y, no nos cuesta decir, ha tomado el “aparato” administrativo de la Iglesia. Se expresa con poderes mundiales inconfrontables, de una potencia inédita en la historia y  no existe poder humano que pueda derribarlo. Solo Dios puede por un Milagro.

Allí viene la batalla preliminar. La que conservando este pequeño número, clama por el milagro, en la confianza de que el Señor no nos abandonará.  La batalla superior sólo puede darla el Señor y cabe a nosotros el “clamarla”, el ser el pequeño grano de mostaza. ¿Cómo? Con la “religión”, atacando al cielo para que produzca el milagro. Con confianza en Dios. Pero sabiendo que ese Dios, nos dejará llegar al límite mismo de la prueba.

¿Cuáles son los enemigos internos de esta batalla? La impaciencia y la desconfianza. Las que nos hacen descreer de Dios y nos impulsan a tomar medidas “humanas”, estrategias de hombres.  Estrategias que para hacerlas pensables, deben partir del autoengaño sobre la situación. “No, no hemos caído totalmente en el poder de la Bestia. Hay muchas cosas buenas sobre las que hay que incidir” y entonces recurrimos a las dos armas que ha descubierto la filosofía posmoderna y que nos señala como “notas” de base de toda ideología actual. La necesidad de la “mentira”, y la de la “obscenidad”.

LA MENTIRA FUNDANTE Y LA OBSCENIDAD SALUDABLE

Del curso de las viejas ideologías del siglo XIX, la posmodernidad  (Nietzsche en todo su origen) descubre que estas estaban fundadas en “mitos” (tanto el marxista, el capitalista, como el fascista) que se derrumban en el siglo XX. Todo el mundo  pasa a saber que son mentiras, tanto el desarrollo optimista de la economía capitalista, como el desarrollo optimista del paraíso proletario, y el vitalismo biológico fascista (la idea cristiana ya había fenecido un poco antes). ¡Caput!. Pero… es una verdad demasiado dura, demasiado cruda. Las masas no podrán soportar que estamos solos, que no hay nada cierto, que no tenemos idea de  a dónde vamos. No podrán soportar el nihilismo, que es el gran descubrimiento filosófico de nuestro tiempo. Les resumo, este descubrimiento de la “nada”, nos dice que no hay nada fuera de nosotros mismos, y que la evolución del hombre es esta toma de conciencia que produce el despojo de todo aparato “ortopédico” como la religión o la ideología, para que el hombre “diseñe” su propio destino.

Mientras tanto esta evolución no se produce, o a la espera de ella, es necesario, es imprescindible, mantener una mentira piadosa. Y ya la ideología del poder se pone a trabajar para crear esta “mentira necesaria”. Las religiones también lo hacen, y el hombre moderno es receptivo a todo tipo de mentira que sirva para mantener la “esperanza” a flote, hasta que un superhombre puede enfrentar la  “gran verdad” del viejo tango: “Sabrás que todo es mentira, sabrás que nada es amor, que al mundo nada le importa, gira, gira.”

Toda mentira sirve, y el hombre de hoy construye un templo universal y ecuménico a todas las mentiras útiles para el mantenimiento del poder. Lo único que no puede decirse es la Verdad. La Iglesia no pude convocar a un Dios que es Sacrificado y manducado por los fieles. Necesita un culto de mentira, más acorde con la época y que sea considerado “mentira útil” por los poderes de turno que ayudarán a su sostén.  Nuestro culto será una fiesta, una cena amigable. ¿totalmente falsificado?. No. Como tampoco la falsificación de las otras mentiras ideológicas es total. Pero es necesario que estas mentiras no convoquen una FE. Que de alguna manera se crea en ellas, pero a sabiendas de que en el fondo, son mentira. Mentiras necesarias que debemos sostener hasta que llegue una  verdad ulterior.

Lo importante de esto es que adherimos a la “necesidad” de la mentira., y de una u otra manera, cada uno aporta a esa mentira, porque realmente, entendemos con buena fe que es “tal” el estado de cosas, que decir la verdad sería horrible y destructor. Todos aceptamos que en las relaciones, tanto privadas como públicas, es necesaria una dosis de mentira para que todo funcione. La publicidad sabemos que dice mentiras sobre un producto, pero es necesaria para que camine la industria. Todos saben que el “candidato” dice mentiras, pero son necesarias para la puja política, es más, si estamos en un bando “bueno”, debemos prestarnos a estas mentiras o no competimos. El que gobierna dice mentiras por todos sabidas, pero aceptadas para mantener a flote la economía (el INDEC) . Los padres mentimos un amor y conservamos una pose que entendemos necesaria para la buena educación de los hijos (algunos entienden que esta mentira es hasta la mayoría de edad, luego podemos sincerar una amante, o que somos ladrones, o estafadores, o que prestamos a usura, etc.).

En suma, ya no hay tipos que creen en el “comunismo”, pero hay tipos que creen que el comunismo es una mentira útil para ciertos pueblos (China), y en general, todos, capitalistas, socialistas, la Iglesia, les parece bien que en ese lugar se cultive esa mentira. Claro que no a ultranza. No en forma “fundamentalista”. La verdad es que en las cúpulas, cultivan un capitalismo económico. El comunismo es para esa masa que necesita saber que tiene un sistema que no lo deja libre en condiciones desfavorables.  Para Francia viene bien un cierto socialismo. Y para ciertos países el Islamismo, que será sostenido por todo el mundo, en la medida que no se lo tomen muy en serio. Es bueno que un Ayatola derroque una monarquía, pero luego hay que ver que el susodicho no se lo crea y se haga fundamentalista. Es bueno que se sea católico, pero no muy en serio. Es bueno que se crea en Dios, eso sirve para que no sean tan ladrones y etc., pero que no se la crean demasiado.“La mentira nos hará libres”.

Otra manera de cultivar esta “mentira necesaria” son las medias verdades, asunto en que los católicos son expertos. Creer en Dios, y en su Hijo, Jesucristo, Redentor del mundo, implica además todo un orden social. Intentaremos demostrar, como católicos modernos, que ese orden social no necesita a Dios y a Ese Hijo, a Su Pasión y muerte, a su presencia Sacramental en la Santa Misa, para ser defendido. Y hablaremos de un “orden natural” sin mención de su Creador, sólo sostenido por la reflexión filosofante. Con  esto no sólo decimos que no hemos caído en el fundamentalismo, sino que coincidimos en que es posible un orden sin Dios. Lo cual es una mentira. Y lo saben. Pero es una mentira necesaria para no quedar fuera del diálogo y del mercado de ideas, a las que se cree que el poder mundial acepta por montones  en la medida en que sean útiles a sus intereses. La segunda gran mentira, es creer que ese poder mundial busca “intereses” solamente, y  hay que convencerlos de que nuestras ideas son –o pueden ser-  funcionales a esos intereses. Esto también sabemos que es mentira, en el fondo sabemos que ese poder mundial es anticristiano, pero si lo decimos caemos en las locuras conspirativas y apocalípticas, que por ser verdades angustiosas, no hay que pronunciarlas sino en círculos muy cerrados.

Ya vendrán tiempos mejores en que se podrá decir la verdad, sea esta la del nihilismo o la del cristianismo. Simplemente tenemos que mantenernos en el mercado de las mentiras útiles para un orden que cada vez es más “económico” que político, y que por supuesto, de ninguna manera se propone – abiertamente- conducir a un fin sobrenatural. Tiene que bastar el fin natural.  (Shhhh, es mentira…. pero por hay, en tren de vivir mejor,  terminan cristianos).

El escrito de Vaquié, tiene el enorme defecto de decir la Verdad. Una verdad inaceptable. Pero veamos el siguiente recurso o elemento componente de la nueva ideología posmoderna. La obscenidad.

LA OBSCENIDAD. El hombre moderno “sabe” que la democracia es mentira. Como sabe que el progreso de todos y para siempre, es mentira. Como sabe que el paraíso proletario es mentira y como sabe que Dios, es mentira. Pero sin embargo, y lo expresan sus respectivos corifeos, cada uno desde su lado, que cada una de estas mentiras son más útiles que las otras para conformar un nuevo orden, y más allá del cinismo total del nihilismo craso, tienen un fondo de esperanza en que a fuer de insistir en alguna de estas mentiras, de una cierta manera van a hacerse realidad. Realidad “virtual”. Pero realidad al fin. Ya que el pensamiento cibernético nos ha acostumbrado a este concepto de realidad virtual (la matrix o la nube), y una vez inmersos en el sueño, ya no importa la realidad (El Origen).

Esta fe o confianza en la mentira de cada uno, no debe ser fundamentalista. La forma en que no sea fundamentalista es que sea un poco cínica. Creo, pero no me lo creo tanto. Creo que sirve, por ahora, pero no hay que creerlo tanto. Y la forma de expresar esta creencia, sin abandonarla, pero sin entregarse, es una forma de culto chabacano y obsceno sobre esa verdad.

A ver si nos explicamos. El buen soldado americano cree y no cree en el ejército americano. No se traga todos los cuentos, pero mantiene el cuento porque es necesario para el orden mundial. Ejecuta los actos de disciplina, pero mientras se rasca los testículos. El soldado que se la cree del todo, se suicida. El que cree de esta forma, se toma las cosas un poco en solfa, un poco en “joda”, y ese es el buen soldado, el que da el resultado mejor (Nacido para matar). Puedes ser un “demócrata”, pero no un jacobino, este rompe el saco. Sabes que es un camelo, que sirve y que es necesario hoy, pero demuestras que no tragas todo el anzuelo, en la medida que te ríes un poco del asunto (Kirchner jugando con el bastón de mando con que lo invisten. Cristina inaugurando las Sesiones del Parlamento con bromas y sin repetir la formula  de la “liturgia republicana”).

Es necesario hacer un gesto obsceno para demostrar que no es tan “serio” ni “solemne”.  El “filósofo” de cabecera de la Kirchner, Ernesto Laclau, (llamado posmarxista) , de cuño gramsciano, expresa todo esto que decimos. El marxismo era un mito, pero queda válido. La democracia es mentira, pero hay que usarla como validante, etc.

La Misa nueva tenía que reflejar este “gesto civilizado” que se había tomado en el Concilio. El Concilio pretendía dejar intacta la “mentira dogmática” y producir una “pastoral” que demuestre que “no es para tanto”, que no la tomamos tan en serio, que en esto estamos en consonancia con el poder del mundo por una “vida mejor”.  Ambas actitudes debían salvarse, para lo que a un clero conservador se le dejaba la custodia del dogma, y un clero progresista se hacía cargo de las “relaciones exteriores”. El primero sostenía la verdad, el segundo se la tomaba “en solfa”. Lo cierto es que al dogma se le introdujeron los elementos conceptuales de la  “duda moderna”, en pequeñas pero letales dosis, y los progre terminaron haciendo un carnaval, para demostrar al mundo que creer era bueno, pero que no se la habían tragado completa. Sabemos que es mentira pero es necesario hacerlo y mantenerlo y por hay, termino siendo la verdad virtual que sirve. Pero para que no crean que me la creo del todo, por si acaso es otra la verdad, le pongo un poco de “joda”, demuestro que también al sacerdote le puede picar el traste, que es humano, y que se puede charlar, y darse besitos, y saludar y otras linduras. No me la termino de tomar en serio.

Recordemos que cada vez que nos pusimos demasiado serios en esta página, salió un burlón, uno que hacía pito catalán y hablaba de sus verijas. ¿Qué quería decirnos? . “Esto es demasiado duro y acartonado. No podemos vender esto. Si - es así - pero no del todo”, ¿cómo decirlo?. Con una chuscada en medio de la conversación, con una graciosa obscenidad. (Defiendo el tono de esta página que es el del “insulto” directo, heredero de aquel insulto de los “camelots du Roi” de Maurras, pero no el de la obscenidad).

Todos nosotros lo hacemos. Salimos de Misa, a la que los curas nos obligan solemne, y sentimos la necesidad en el atrio, de hacer una chuscada (conozco un especialista). La “normalidad” moderna nos exige que nada sea tan serio. Ni siquiera la idea de que acabamos de asistir al sacrificio del Hijo de Dios y que todavía, algunos, lo llevamos en la panza ¡Nos lo comimos!. ¡Qué brutalidad! Que no se note que nos la creemos.

Un verdadero funcionario de la democracia nos dice que cree en la democracia, pero no para tanto. El tono de Cristina. Un camarada aprende a reírse de las verdades comunistas. Charlie Hebdó, se pasa todo por el culo como muestra de actitud civilizada, pero no por ello, no cree. Y hay que defender por sobre todos los valores, el valor esencial de la joda de Charlie Hebdó,  es la salvación de la creencia solemne y fundamentalista de cualquier cosa. La obscenidad es la actitud obligada para salvarse del horror de las guerras que se gestaron en creencias fundamentalizadas y absurdas.

Mentira y obscenidad son la base de la nueva ideología. No podemos decir que frente a los problemas hodiernos del mundo y la política ¡sólo Dios puede salvarnos!. Y que para colmo, la fórmula de solución, ¡es litúrgica!. Debemos mantenernos en ese escepticismo fraudulento, mitad creencia, mitad cinismo, que expresamos con la participación activa en esa fe, pero haciendo el gesto chusco que la priva de la solemnidad y de la “integridad”.

No creo necesario decir que no es que haya que poner cara de santo (que también conozco especialistas) porque ello fue tratado por el propio Cristo; ni usar permanentemente un lenguaje místico. Pero Jean Vaquié nos da en este texto una forma valiente de tratar un asunto desde la Fe, sin vergüenza ni chocarrerías. Poniendo de plano nuestras verdades, nuestros milagros, nuestros santos y nuestros ángeles, como elementos necesarios e imprescindibles de la acción política (hay algo delas batallas de Tolkien en todo esto, donde la Monarquía, con un Santo enfrentado con sus superiores que han pactado con el poder, unos ángeles, las almas del purgatorio y la burguesía que auto renuncia del poder del dinero, enfrentan a la Bestia en batalla desigual).

Nos devuelve a un pensamiento cabal,  sacándonos  del palabrerío sociológico que no es otra cosa que el acordar con estos puntos de la ideología moderna de mantener una fe en los límites humanos de una duda razonable y que se corona en la obscenidad del chiste, como justificación vergonzante de la solemnidad fundamentalista. Calculo que ha muchos al leer este autor, se les ha ocurrido una broma (a mi en principio, hasta que entendí bien). De la sociología al pito catalán.

Ha sido refrescante la lectura de tantas cosas obvias y olvidadas, y pone de nuevo en escena un asunto sobre el que muchos buenos católicos no han terminado de reparar convenientemente. Fue la discusión entre Calmel y el Abbé de Nantes, siendo que este último defendía la doctrina tradicional, pero no quería romper lanzas por la reforma litúrgica. Justamente el valor de la liturgia como “única arma ofensiva” frente al embate anticristiano que ha logrado detentar el poder mundial, y como única forma de saltar el cerco de una reacción puramente conservadora.

Tenemos entre nosotros la llamada “línea media” , que de manera consciente ha entrado en el juego de la mentira para competir en la liza democrática con un “orden natural” que silencia a Dios, naturalistas “moderados” y católicos vergonzantes que participan de un culto “solapado”, cuando no, claramente obsceno. Pero están otros - y me reservo el nombre de quien considero un noble amigo -  que depurados de todo juego engañoso y no consintiendo la mentira a riesgo de sus bienestar y exilio político y social (lo cual es extraordinario y meritorio a un grado de heroísmo en la batalla de conservación) , no terminan de darse cuenta de que la ofensiva Cristiana se libra en el Altar, de manos de una Liturgia depurada, que fue en efecto, la que se atacó principalmente, y que,  este combate no es sólo un asunto de curas, sino de todos los que somos Iglesia.