¿Cristiandad conservadora?

Enviado por Esteban Falcionelli en Mar, 03/10/2006 - 11:26pm
Por eso, el diario La Razón se ha detenido a promocionar a André Comte-Sponville, el filósofo francés -no, no es una reiteración- autor del libro “El alma del ateísmo” que, naturalmente, Planeta desea colocar en los variabilísimos estans de las librerías el mayor tiempo posible. De maestro de ceremonias hizo Fernando Savater, por lo que el aura que rodeaba la histórica cita era justamente eso: progresista y respetable.

 

Comte-Sponville -nada ver con la Metrópolis de Superman-, es un filósofo, como creo haber dicho antes- acaba de revolucionar el panorama intelectual, que siempre está muy revolucionado, con la afirmación -tesis conductora del libro- de que el hombre puede vivir sin Dios pero no sin espiritualidad, tesis conductora y conductista del volumen. No sé dónde puedo haber escuchado yo originalidades de este calibre, pero sólo me evocan lo de aquel genio que tras superar el materialismo prosaico de quienes negaban la existencia del alma, se había elevado sobre las nubes para negar, con idéntico entusiasmo, la existencia del cuerpo.

 

No sólo eso, nuestro héroe, a la postre francés, considera que esta espiritualidad sin creador, y especialmente sin padre, representa un estupendo freno ante el desorden social. Debe ser por este equívoco, por lo que a los cristianos se nos llama conservadores: si predicas unos principios morales básicos, la gente se está quietecita y no importuna demasiado al poder, que es el que detenta la modernidad. El equivoco perdura a pesar de que cualquiera que eche la vista atrás hacia el pasado -de echo, es una de las acusaciones más habituales respecto la Iglesia- comprobará que el Cristianismo es cualquier cosa menos un tranquilizante. Es mucho más cierta la acusación de que el Cristianismo enerva los ánimos y garantiza las voluntades hacia el estallido que amodorre las mentes y amanse a las fieras. O, al menos, lo uno no es compatible con lo otro.

 

En cualquier caso, esta opción por la religión universal es muy propia de los tiempos blandos en que vivimos. No necesitamos tilo, sino cafeína. En lo religioso y también en lo político. Y créanme: Cristo es un extremista radical. De hecho, podía ser cualquier cosa, incluso Dios, pero nunca un conservador ni un moderado. Es dudoso que el gobernador Poncio le hubiera fichado para tranquilizar los exacerbados nacionalismos judíos. Vamos, que ni se le ocurrió.

 

Por contra, no cabe duda de que Savater y Comte-Sponvilel son dos personajes políticamente correctos, garantes de la estabilidad social.

 

Se quedan en filántropos, pero, como decía el gran Chesterton: la diferencia entre un filántropo y un cristiano es que si al primero le das 1 millón (de euros) “se lo daría al pobre que se lo mereciera, mientras el cristiano se lo daría al que no lo mereciera, dado que, si fuera un verdadero cristiano, lo primero que pensaría sería en él mismo es un rico… que tampoco se merece ser rico”.