Lo hago porque estoy plenamente convencido de que así como K. es un oprobio para la Argentina, J.B. lo es para la Iglesia.
Conozco desde hace mucho tiempo sus andanzas con el Almirante Massera, su generoso protector; no me merece ningún respeto y ni el bendito le creo. Y así como poseo precisas informaciones sobre su actuación en el pasado, tampoco ignoro en qué anda hoy en día: se trata de la política y nada más que la política, para lo cual aprovecha su privilegiada posición. Sobre el asunto, ignora deliberadamente lo que el Papa dice en su “Deus caritas est” y de modo taxativo: La Iglesia no debe hacer política, porque su misión no pertenece a este mundo.
Desinforma entonces Morales Solá cuando escribe en La Nación del miércoles 25 que la Iglesia está lejos de la campaña electoral en la ciudad de Buenos Aires. Si nunca estuvo tan cerca: J.B. fue el autor principal de la estrambótica alianza Telerman-Carrió, que le permitió a la iluminada Lilita ubicar a mi pariente Enrique Olivera como candidato a vice-jefe de Gobierno. (Es obvio que por esta razón, tengo más de un dato fehaciente. Señalo de paso que mi primo votó todas las leyes anticatólicas, a pesar de la esmerada educación que le dieron sus padres) *.
Ahora J.B. sale hablando de la persecución a la Iglesia, sin dar nombres ni apellidos, ni referencias concretas, dejando todo en campo nebuloso. Ahora, ahora se acuerda.
¿Y cuando alzó la voz para condenar, reprobar y excomulgar a todos los responsables de la educación sexual, de la salud reproductiva y de la entrega de preservativos? ¿Por qué no actuar como los obispos mexicanos que fulminaron con la excomunión a los legisladores del Distrito Federal que despenalizaron el aborto? ¿Y para cuándo, J.B., una palabra de aliento para los prisioneros de guerra y sus familias? ¿Porqué no decir con todas las letras que la Argentina sufrió y sufre una guerra revolucionaria, cuyo rasgo predominante es el odio anticristiano?.
Todo indica que J.B. es compañero de ruta: ¿cómo explicar, sino, su casi sacrílega comparación entre los dolores de la Santísima Virgen al pie de la Cruz, con “el llanto de las madres frente a la foto de su hijo desaparecido” ** prestándose así al juego del enemigo, que recibe millonarias indemnizaciones por haber integrado bandas guerrilleras responsables de asesinatos y secuestros? ¿Para cuándo un recuerdo para Sacheri, Genta, las hijas de Capitán Viola y del Almirante Lambruschini?.
Rezo para que J.B. termine abruptamente su ciclo y para que Roma nos mande el Buen Pastor que tanto necesitamos.
* Perdón, querido Enrique, pero es el caso de repetir: “Soy amigo de Platón, pero lo soy más de la verdad”.
** La Nación, 25/04/07, pág.7.