Hay unas cuantas fechas en el año que juntan a varias personas frente al asado, siendo una de éstas la del domingo último, Día de la Madre; y a decir verdad, mi suegro y mi padre han conformado una dupla magnífica y de la mejor pedagogía. Un saber decantado, certero y brutal que largan sin mayores cuidados, que para algo son los jefes de cada lado de la cabecera.
Uno, como comensal secundario, tiene que saber tirar el señuelo y callar cuando pica y es lo que hice con cierto disimulo, dado que mi señora los domingos luego de Misa y hasta bien entrada la semana está atacada de torquemaditis y me controla de cerca en estas tenidas.
La conversa iba por el lado de la pata de jabalí que los dos viejos carcamanes estuvieron cocinando desde las diez de mañana y otras bobadas sin pimienta, por lo que me vi obligado a preguntarle a mi padre sobre su parecer acerca de las afirmaciones cardenalicias y lo que tendrían para ofrecer los homosexuales, aclarando, bajo la mirada de la Inquisición, que no me refería a ninguna parte de sus anatomías.
La pregunta prometía, pues el viejo tiene de antaño esbozada una teoría que más que emparentar iguala al puto con el filo-puto.
Dio un trago, fingió cierta solemnidad y seguidamente afirmó que en este tema, como en tantos otros, se encuentran las causas del desaguisado en las propias inclinaciones de los desaguisantes, de donde deviene que aquellos purpurados esconden algo.
Mientras mi suegro consentía con la cabeza, desarrolló un teoría medio sociológica que iba armando al voleo y que concluía en que ver con buenos ojos ciertas cosas siempre va de la mano con haber pasado noches en vela haciéndose la croqueta.
“Pin, pan, pun y adentro”, agregó mi cuñado el pagano, que con esto estaba la mar de divertido.
Mi suegro, haciendo gala de un poder de síntesis de cuño popular, afirmó que si no se comen la galletita, al menos rasguñan el paquete y que en muchos casos el celibato es lo que les disimula el mal hábito.
Luego la conversación se volvió a poner aburrida –que el nieto Tal y Cual- y me pareció oportuno traer aquello de hacer “teología de rodillas”. No pusieron en duda lo relativo a la posición que ni por pienso relacionaron con la del monje orante -para escándalo de mi suegra-, pero me veo impedido en este ámbito a dar los detalles y conclusiones, siendo que no hay forma de traerlos evitando el escándalo.
No deja de pesarme este buen sentido que escasea y se expresa, sin muchos miramientos y academicismos, para solaz y educación de la atenta descendencia.
Ni deja de pesarme que una foto como la de up supra no sea un completo escándalo. A ver: tenemos a un sacerdote mimado por Bergoglio, elevado a arzobispo desde que Bergoglio se elevó a Francisco, que posa para una foto, con Puerto Madero de fondo y su rostro encantador reflejado en la ventada. ¿Se entiende?
A ver, de nuevo: ¿vieron alguna vez hacer esto a sus padres o a otra persona que vaya entre los 50 y 60 abriles y que nadie le haya gritado algo?
Mi viejo apostaría a que sí. Yo no sé si es, pero eso y salir en tanga dan cuenta de una idéntica inclinación. Cuando tenés a un tipo que se fotografía de este modo, no podés luego darle cabida en un sínodo, o termina defendiendo las cosas que defendió. Cruzo la barrera, se animó, y va por más. Al menos en la pedagogía de una sobremesa que se precie.